El pasado 10 de julio se estrenó en el Teatro de la Zarzuela Afanador, una pieza coreográfica del Ballet Nacional de España dirigida por Marcos Morau. Este espectáculo, inspirado en el universo visual del fotógrafo Ruven Afanador, es una experiencia sensorial que trasciende los límites de la danza tradicional para sumergir al espectador en un mundo de pulsiones oscuras y belleza arrebatadora.
Crítica de 'Afanador'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Afanador
Título original: Afanador
Reparto:
Lorena Nogal
Shay Partush
Jon López
Miguel Ángel Corbacho
Idea y dirección artística: Marcos Morau
Coreografía: Marcos Morau & La Veronal
Dramaturgia: Roberto Fratini
Diseño de escenografía: Max Glaenzel
Realización escenografía: Mambo Decorados y May Servicios para Espectáculos
Diseño de vestuario: Silvia Delagneau
Realización de vestuario: Iñaki Cobos
Composición musical: Juan Cristóbal Saavedra
Colaboración especial: Maria Arnal
Diseño de iluminación: Bernat Jansà
Diseño y realizado dispositivos electrónicos: José Luis Salmerón de la CUBE PEAK
Diseño de audiovisual: Marc Salicrú
Fotografía: Ruven Afanador
Posticería: Carmela Cristóbal
Tocados: JuanjoDex
Asesoramiento peluquería: Manolo Cortes
Asesoramiento maquillaje: Roció Santana
Calzado: Gallardo
Tráiler de 'Afanador'
Sinopsis
En sus obras Mil Besos, publicado en 2009, y Ángel gitano, de 2014, el fotógrafo colombiano Ruvén Afanador ha integrado de forma muy personal la imagen del flamenco en el lenguaje visual contemporáneo. Bajo el sol de Andalucía y en un blanco y negro de alto contraste, este autor de portadas para revistas como Vogue, Elle, Vanity Fair o Rolling Stone borra en las citadas series fotográficas —centradas, respectivamente, en los cuerpos femenino y masculino— los límites tradicionales de género en un magnífico juego de luces y sombras.
Un viaje hipnótico entre el deseo y el misterio
Desde el primer tacón, Afanador se contempla. La contemplación de algo tan bello que no te deja pensar en otra cosa. Con la misma intensidad que un sueño perturbador del que uno no quiere despertar, la obra envuelve en una atmósfera cargada de erotismo, misterio y pulsión flamenca. Es, en definitiva, un espectáculo que no se deja mirar con distancia; obliga a la entrega emocional del que allí abre sus ojos.
Ruven Afanador, catalizador de una ensoñación flamenca
El germen de este montaje brota de la fascinación de Marcos Morau por los libros fotográficos Ángel Gitano y Mil Besos, de Ruven Afanador. En ellos, el célebre fotógrafo colombiano captura figuras icónicas del flamenco —Israel Galván, Matilde Coral, Eva Yerbabuena— en composiciones cargadas de simbolismo y sensualidad. Morau, nieto de fotógrafo y siempre atento a la imagen como detonante escénico, parte de esa herencia visual para construir su propio lenguaje en movimiento.
No pretende replicar las fotos, sino prolongar el misterio que encierran, reinterpretarlas desde la danza contemporánea con un fuerte poso flamenco. La dramaturgia de Roberto Fratini actúa como guía en este viaje onírico, donde las referencias al deseo, la memoria y lo sagrado se entrelazan sin necesidad de relato lineal. En lugar de representar el mundo, Afanador lo reinventa desde la emoción pura.
Escenografía sencilla: luces blancas y ropas negras
La propuesta visual de Afanador es minimalista en lo escenográfico, pero de una riqueza abrumadora en lo lumínico y corporal. Max Glaenzel firma una escenografía que no impone, sino que sugiere: un espacio limpio, casi ceremonial, que se transforma con la iluminación precisa de Bernat Jansà.
Las luces —a veces cortantes, otras más tímidas— crean capas visuales que dan profundidad y volumen a la escena, generando verdaderos cuadros vivientes en los que los cuerpos se funden con las sombras. Es en ese claroscuro donde surge la tensión: la danza se vuelve carne, peligro, misterio, falta, y, en consecuencia: deseo.
El vestuario de Silvia Delagneau, al igual que los tocados de JuanjoDex y el trabajo de posticería de Carmela Cristóbal, juega con lo ritual y lo provocador. Las ropas se desprenden como si fueran pieles antiguas, revelando no cuerpos desnudos, sino mitologías en movimiento. Pareciera como si Bernarda Alba hubiera sido reinterpretada por un cabaret de travestis. En este universo no hay lugar para la lógica, sino para la belleza.
Crítica sobre Afanador
Afanador es un espectáculo que envuelve y seduce desde lo sensorial. Su potencia visual y rítmica provoca una inquietud que, aunque en ocasiones roza la incomodidad, se mantiene en ese límite que impide apartar la mirada. Hay una tensión constante entre lo que se muestra y lo que se escucha, y es precisamente en esa tensión donde reside su atractivo. El trabajo físico del elenco, destaca por su precisión y entrega.
La música de Juan Cristóbal Saavedra, con la delicada colaboración vocal de Maria Arnal, inundando los tímpanos de las butacas, aporta una atmósfera sonora que no impone, pero sí sostiene el pulso emocional de la obra.
El resultado es un espectáculo con una identidad muy clara, que apuesta por lo simbólico más que por lo narrativo, y que consigue permanecer en la memoria mucho después de caer el telón. Al final, uno siente que ha presenciado algo difícil de describir pero muy fácil de recordar. Es como si todos los caballos del mundo estuvieran entre bambalinas, cabalgando al compás de aquellos que poner el cuerpo sobre las tablas del de la Zarzuela. Una maravilla.
Únete a nuestro CANAL DE TELEGRAM