El cortometraje Antón, escrito y dirigido por el navarro Mikel González Beorlegui, ganó el primer premio Loterías de la sección competitiva de cortometrajes de temática social, organizada por el Festival de San Sebastián y la Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado (SELAE). Filmado en Navarra, el cortometraje presentado en la 72 edición del festival, se rodó con el objetivo de visibilizar una enfermedad que afecta a más de 4000 personas en nuestro país. Se trata de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Esta historia ofrece una mirada íntima a la incertidumbre, el valor de los cuidados y la fragilidad de la vida. Además, abre el diálogo y la reflexión en torno a los cuidados de los pacientes de ELA en un momento muy importante de debate sobre la famosa Ley ELA.



Crítica de 'Antón'

Ficha Técnica

Título: Antón
Título original: Antón

Reparto:
Juan Carlos Sánchez

Año: 2024
Duración: 10 min.
País: España
Director: Mikel González Beorlegui
Guion: Mikel González Beorlegui
Productores ejecutivos: Hugo López Sarasa, Marina González Fortuño
Coproductores: Kevin Rodrigo Pérez, Mikel González Beorlegui
Directores de producción: Hugo López Sarasa, Marina González Fortuño
Sonido: Anne Gorostizu
Montaje: Mikel González Beorlegui
Directora de arte: Miriam Márquez
Fotografía: Mikel González Beorlegui
Música: Pablo Ruz
Género: Drama. Enfermedad
Distribuidor: El Rayo Verde

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Sinopsis de Antón

Antón, de 72 años, vive solo cuando le diagnostican esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Decide ocultárselo a su hija Ana, que vive en el extranjero, mientras se refugia del paso del tiempo materializando sus recuerdos en pintura.



Un retrato íntimo del enfrentamiento con la enfermedad

Antón, el cortometraje dirigido por Mikel González Beorlegui, nos sumerge en la vida de su protagonista, un hombre de 72 años que, tras recibir el diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), decide enfrentarse solo a su enfermedad. A través de una narrativa minimalista y profundamente emotiva, el corto se adentra en los temas del aislamiento, la pérdida de control sobre el propio cuerpo y la necesidad de aferrarse a los recuerdos como una forma de supervivencia emocional.

Sutil y emotiva

La dirección de Mikel González Beorlegui se destaca por su sensibilidad y contención. Antón es una obra que apuesta por lo implícito, utilizando la sutileza para transmitir emociones profundas. Beorlegui evita el melodrama, lo que permite que la historia se desarrolle de forma natural y sin caer en el sentimentalismo excesivo. A través de planos íntimos y silencios prolongados, la cámara sigue de cerca el día a día del protagonista, logrando que el espectador sienta su soledad y su lucha interna.

El uso de planos cortos y detalles es clave para transmitir el estado emocional de Antón. Los primeros planos de sus manos temblorosas funcionan como una metáfora de su intento por mantener el control sobre su vida, incluso cuando su cuerpo empieza a fallar. La cámara se convierte en un observador discreto, respetando el espacio del personaje mientras nos deja ser testigos de su lucha personal.

La fuerza silenciosa de Juan Carlos Sánchez

La interpretación de Juan Carlos Sánchez como Antón es uno de los puntos más destacados del cortometraje. Sánchez encarna con una impresionante sutileza y dignidad a un hombre que se enfrenta a su diagnóstico con resignación, pero también con una determinación tranquila. El personaje de Antón no necesita expresar sus miedos en palabras; su cuerpo, sus miradas y su forma de interactuar con el espacio lo dicen todo.

Es en la gestualidad de Sánchez donde reside la mayor carga emocional del cortometraje Antón. Cada movimiento del personaje está impregnado de una melancolía profunda, y su decisión de ocultar su enfermedad a su hija refleja el deseo de protegerla, pero también su miedo a convertirse en una carga. La interacción con el arte, en particular la pintura, se convierte en su refugio, en una forma de materializar sus recuerdos y emociones mientras su cuerpo se va apagando lentamente.

La pintura como refugio de los recuerdos

Uno de los aspectos más logrados de Antón es el uso de la pintura como un elemento simbólico clave en la trama. A través de la pintura, Antón no solo rememora momentos de su vida, sino que también busca una forma de aferrarse a su pasado, a sus recuerdos más preciados. La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad que destruye progresivamente la movilidad del cuerpo, y el contraste entre la inmovilidad que va imponiendo la enfermedad y el movimiento creativo de Antón con sus cuadros es desgarrador.

La cinematografía contribuye a esta dicotomía. Los colores apagados de los interiores reflejan la vida solitaria de Antón, mientras que los momentos en los que se dedica a la pintura parecen ganar una nueva luz, una vitalidad que contrasta con su deterioro físico. Estas escenas aportan una belleza poética al relato, destacando el poder del arte como un espacio de resistencia frente a la adversidad.

Conclusión de 'Antón'

Antón es un cortometraje que, con apenas unos minutos de duración, logra transmitir una historia de resistencia y dignidad frente a la enfermedad. La dirección de Mikel González Beorlegui, la emotiva actuación de Juan Carlos Sánchez y el inteligente uso de la pintura como símbolo de la lucha contra la pérdida, hacen de este corto una obra profunda y conmovedora.

La historia de Antón no es solo la de un hombre enfrentando su destino, sino también un relato sobre el valor de los recuerdos y la necesidad de mantenerlos vivos, incluso cuando el cuerpo empieza a fallar. Con un tono sobrio y contenido, Antón nos invita a reflexionar sobre la vejez, la enfermedad y la soledad en una sociedad que a menudo prefiere mirar hacia otro lado.

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CINEMAGAVIA
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Pablo Veiga Carpintero
Escribo sobre cine, series y teatro.
anton-cortometraje-critica-estrenoAntón es un cortometraje que, con apenas unos minutos de duración, logra transmitir una historia de resistencia y dignidad frente a la enfermedad. La dirección de Mikel González Beorlegui, la emotiva actuación de Juan Carlos Sánchez y el inteligente uso de la pintura como símbolo de la lucha contra la pérdida, hacen de este corto una obra profunda y conmovedora. La historia de Antón no es solo la de un hombre enfrentando su destino, sino también un relato sobre el valor de los recuerdos y la necesidad de mantenerlos vivos, incluso cuando el cuerpo empieza a fallar. Con un tono sobrio y contenido, Antón nos invita a reflexionar sobre la vejez, la enfermedad y la soledad en una sociedad que a menudo prefiere mirar hacia otro lado.

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