Teatro La Usina acoge todos los jueves de octubre ¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo, después de su andadura por la Muestra de Creación Escénica Surge Madrid de este 2022. Dirigida por Coral Ros, está basada en la famosa obra teatral de José Sanchis Sinisterra, considerado ya todo un clásico. Con la preservación de la Memoria Histórica como principal bastión del montaje, se han utilizado archivos de testimonios reales para indicar la necesidad de no olvidar. Se representará todos los jueves a las 20 horas hasta el 27 de octubre en el Teatro La Usina.
Crítica de '¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo'
Título: ¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo Título original: ¡Ay, Carmela!
Reparto: Nacho León (Paulino) Laura Ginestar (Carmela)
Duración: 120 min. apróx. Dirección: Coral Ros Dramaturgia: José Sanchis Sinisterra Diseño de sonido: Benigno Moreno
Diseño de luces: Marta Martí
Espacio escénico y utilería: Ana Mª Serpa
Fotografía: Virginia Rota Producción: Surge Madrid
Sinopsis de '¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo'
¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo nos plantea la tesis cuestionando la preservación de la Memoria de nuestra historia más reciente. Para ello, han acudido a archivos de testimonios reales, para dejar constancia de historias que reclaman la justicia que aún no se ha hecho. También se cuestiona qué pasa con las generaciones más jóvenes, ¿Conocen la historia? ¿Hasta qué punto les influencia, les importa? No han querido llegar a conclusiones. Sólo han hecho de canal para que el espectador saque sus propias conclusiones. (TEATRO LA USINA).
Un clásico imprescindible
José Sanchis Sinisterra escribía en 1986 una obra que acabaría por convertirse en un clásico que sigue perdurando en el tiempo. Coral Ros dirige su propia versión bajo el nombre de ¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo. En primer lugar, hay un respeto absoluto por el relato original, que vuelve a traer las peripecias de Carmela y Paulino, mediante un juego de tiempos en los que se lleva a la recreación del fatídico suceso y la aceptación de despedirse del otro. Por tanto, se convierte en una versión fiel, que sigue emocionando a los espectadores por la carga sentimental que lleva en sí. Con lo cual, la personalidad y el contexto se desarrollan de manera que el público comprende la necesidad de no mirar hacia otro lado y tener el pasado presente para no repetirlo.
Sin embargo, Ros también introduce nuevos elementos que dan un nuevo enfoque al montaje. Por un lado, se encuentra la dosis de teatro documental, con testimonios reales de supervivientes de la Guerra Civil, así como jóvenes que hoy en día apenas tienen un retrato cercano de lo que ocurrió. En el sentido narrativo y lo que aporta a la obra, hay que aplaudir a Ros que cree dos puentes, indicando la urgencia didáctica de las nuevas generaciones ante la guerra. También se transmite una emotividad sincera en el monólogo final de Carmela, el cual toma referencia a las escrituras de Sanchis Sinisterra. Únicamente, al ser un texto llevado en varias ocasiones a las salas teatrales, puede que haya una parte del público que halle menos frescura. Aun así, el poder del texto de Sanchis Sinisterra sigue estando.
La magia de los ojos
Nacho León y Laura Ginestar son los encargados de dar vida a Paulino y Carmela en ¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo. En primer lugar, Nacho León ofrece una interpretación que le permite explorar ese lado jocoso, al mismo tiempo que lo adereza con una ternura que desprende la nostalgia de la pérdida de su personaje. Gracias a ello, el actor logra dar contraste a nivel expresivo, aprovechando así el potencial que le da el personaje. Aun así, hay que admitir que las partes en las que se ve más desenvueltos son aquellas de comedia, dejando un aroma familiar y cercano que conecta con el espectador. Además, es generoso con su compañera de reparto, dado que entre los dos se forma un equilibrio muy bien desarrollado.
Por su lado, Laura Ginestar se convierte en Carmela, con ese salero que le demanda el personaje y ese carácter lenguaraz que ya es un clásico en su concepción. Ginestar convence con su actuación, permitiéndose disfrutarlo sobre la escena y mostrándose fresca con ella. Por ende, se produce una energía sobre el escenario muy agradable, sacando partido a algunos atributos físicos, como sus ojos. De esta manera, utiliza ese dinamismo a su favor. No obstante, Ginestar emociona en aquellas partes en las que se ve ese efecto personal e íntimo, el tránsito de su personaje ante la muerte. Ahí, transmite a la perfección dicha fragilidad. Asimismo, hay que señalar que su discurso, uno de los más potentes, durante el final de la obra, le otorgan una contundencia que le da carácter a su trabajo dramático.
Una canción que resuena
La propuesta escénica de ¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo se extiende a un minimalismo, que juega bien sus cartas. Aun así, no escatima en detalles que son fundamentales, fabricando una conjunción visual muy bien expuesta con elementos como las banderas o el tocadiscos, uno de los símbolos más importantes de este montaje. Esa elegancia y eficacia en la selección visual, muestran un planteamiento identificable, que establece una dirección artística clara. Después, el vestuario elegido encaja a la perfección, así como los cambios que se van produciendo a lo largo de la obra. La música y el espacio sonoro se convierten en una de las joyas de la corona, aunque como posible mejora, habría que revisar la masterización de las voces que se emiten, ya que algunas son difíciles de entender al no escucharse bien.
El diseño de iluminación completa el esquema artístico, con escenas en las que dan el golpe de efecto necesario para llegar al culmen de las acciones expuestas. Sobre la dirección actoral, hay que aplaudir a Coral Ros, realizando unas estupendas directrices en el puente entre los actores, el espacio y la emoción. Únicamente, podría haberse arriesgado más en esta adaptación para darle un cariz más personal y original. Por otra parte, el montaje podría sentirse algo más flemático de lo que se pudiera esperar, lo que conlleva a que se tenga la sensación de aletargarse en el tiempo. Por ende, podrían revisarse los pasajes, ya que hay algunas escenas que podrían reducirse. A pesar de ello, la conclusión de la obra llega a una visceralidad que deja al público atento y conmovido, presentando una reflexión de vital importancia.
Conclusión
¡Ay, Carmela! Elegía de una guerra civil en dos actos y un epílogo es una versión dirigida por Coral Ros, que explora la necesidad de no olvidar el pasado para seguir construyendo el presente. Así, se ve un gran respeto por la obra original de José Sanchis Sinisterra, ofreciendo algunas pinceladas innovadoras que le dan otro matiz a la historia. Después, a nivel interpretativo, hay un estupendo trabajo por parte de Nacho León y Laura Ginestar. La puesta en escena goza de un minimalismo, sin perder el simbolismo de los objetos, que triunfa en su austeridad y en su dirección actoral. No obstante, habría que pulir el espacio sonoro en el montaje de los testimonios, así como aligerar y dinamizar el ritmo. Un alegato imprescindible sobre no olvidar los vestigios de la guerra, siendo una adaptación más que plausible.
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