Desde el momento en que se presentó el fantástico cartel promocional, Cabeza de Metal fue uno de los episodios más esperados por los fans de Black Mirror. Una nueva estética a la que agarrarse, el primer episodio en blanco y negro de la serie y unas expectativas puede que demasiado elevadas solo por cuestiones ornamentales. Su estreno fue el 29 de Diciembre.
Crítica de Black Mirror: Cabeza de Metal
Resumen
Ficha Técnica
Título: Black Mirror: Cabeza de Metal
Título original: Black Mirror: Metalhead
Reparto:
Maxine Peake (Bella)
Jake Davies (Clarke)
Clint Dyer (Anthony)
Año: 2017
Duración: 41 min.
País: Reino Unido
Director: Charlie Brooker (Creator), David Slade
Guion: Charlie Brooker
Fotografía: Aaron Morton
Música: Krzysztof Penderecki
Género: Thriller. Ciencia Ficción
Rodado en Reino Unido
Distribuidor: Netflix
Sinopsis
Un acosador sin piedad empuja a un trío de carroñeros hasta los límites más insospechados.
Maxine Peake ("La Teoría del Todo", "El Bosque") interpreta a Bella, Jake Davies ("The Missing", "X+Y") a Clarke y Clint Dyer ("Hope Springs") a Antony.
Tráiler de Black Mirror: Cabeza de Metal
Vídeo que revela el tras cámara de Cabeza de Metal
Monstruos y realidad
Cuesta defender Cabeza de Metal, pues a pesar de sus aciertos (que los tiene, por supuesto) es el episodio más flojo de la cuarta temporada y uno de los peores en lo que va de serie. Es descorazonador que el episodio que todos esperábamos con ansias haya resultado un amasijo (metálico) de ideas simples que no parecen llegar a ninguna parte.
¿Qué tiene de bueno? La fotografía en blanco y negro tiene una suciedad bellísima que representa el universo postapocaliptico del episodio. La ambientación se refleja en los trabajados claroscuros que Aaron Morton (director de fotografía), Charlie Brooker y David Slade (codirectores del episodio) nos ponen frente a la retina. Maxine Peake, protagonista indiscutible del capítulo, lo da todo ante una trama que no está a su altura.
El guion es demasiado simple, con situaciones poco frecuentes en Black Mirror. Los personajes, auspiciados por el género de terror, se comportan como sus doppelgangers en otras tantas películas mejorables: sí, tendremos un comportamiento estúpido por parte de los personajes. Más grave que lo anterior será el diseño del “monstruo”. No funciona, tal vez apoyado sobre una explicación a raíz del diseño podría inspirar más terror, pero no lo hace. Genera tensión en alguna ocasión, aunque en esos casos es debido a otros elementos de los que hace uso la criatura. Brooker se inspiró en los robots creados por la compañía Boston Dynamics (cuyas funciones más avanzadas ya empiezan a dar un poco de miedo) para la gestación de su criatura y aunque la idea es buena, no acaba de cristalizar.
Hierro, tierra y sangre
Uno de los puntos más relevantes del capítulo más allá de su citada fotografía es la ausencia de elipsis importantes. Se utilizan en momentos necesarios para no caer en el tedio, pero no para trasladar la acción en el tiempo. Esto, traducido dentro de Cabeza de Metal donde la supervivencia es primordial, hace que los cuarenta y un minutos que dura se sientan como una continua huida sin pausa, sin resuello.
Es innegable que sirve como entretenimiento de gran factura técnica, eso hay que otorgárselo. Es olvidable, pero también es un divertimento eficaz. No resulta original, ni chocante. No es virtuoso ni logra que sus imágenes se queden impregnadas en nuestras retinas. Me gustaría poner como contrapunto algo positivo, pero poco más se puede decir. La trama es una persecución con pocas treguas, su resolución es simple y funcional. El balance final es que durante la totalidad del episodio no dejé de pensar en que se trataba de una oportunidad perdida.
Conclusión de Black Mirror: Cabeza de Metal
Cabeza de Metal, por tanto, es un episodio indolente, no se esfuerza lo suficiente. Posee cierta falta de lógica en el comportamiento de su criatura estrella (especialmente llamativo en los minutos finales) y no tiene ningún apunte de originalidad que se pueda rescatar. No llegaré a afirmar que es un episodio a evitar, pues tiene alguna que otra virtud, pero cuarenta y un minutos pueden ser un precio excesivo para lo que Charlie Brooker nos vende en esta ocasión.
Foto de portada © Jonathan Prime / Netflix