Roman Polanski presenta su nueva película, un drama histórico titulado “J’acusse” o “El oficial y el espía”. Protagonizada por el ganador del premio Óscar Jean Dujardin, narra el famoso caso Dreyfus que sacudió Francia a finales del siglo XIX. Pese a transcurrir varios años atrás, la historia podría ser perfectamente actual. El oficial y el espía se estrena en cines de España el 1 de Enero.
El caso Dreyfus
Resumen
La carta
Nos situamos en La Belle Époque, periodo de gran optimismo y ambición respecto al porvenir del pueblo. Se producen grandes avances científicos y tecnológicos, como la aparición del psicoanálisis de Freud, o artísticos, como el surgimiento del cine y la radio. Pero no es oro todo lo que reluce. El antisemitismo se encontraba muy arraigado en la sociedad. Los judíos eran vistos como personas ajenas al sentir patriótico, que únicamente trataban de satisfacer sus propios intereses. Todo este odio culminaría en la Alemania nacionalsocialista con los hechos que todos conocemos.
En 1894, llega a manos de los servicios secretos franceses una carta fragmentada en pedazos. Con la embajada alemana como destinatario, informa de la próxima entrega de documentos militares franceses altamente confidenciales. Pronto se pone en marcha una investigación, dando con un sospechoso en la filas francesas. ¿Su nombre? Alfred Dreyfus.
Alfred Dreyfus
La única prueba incriminatoria al capitán de artillería era su origen alsaciano. Obviamente, no se trata de un hecho ni mucho menos concluyente. Dreyfus carecía de motivos para traicionar a su patria: tenía una posición económica saneada, no era su letra la que aparecía en la carta y nunca admitió su culpabilidad. En cambio, la prensa, que ya tenía a su chivo expiatorio, aportó pruebas falsas en su contra los meses previos a la celebración del juicio. Esto, unido a su judaísmo, hicieron que la sociedad ya tuviera un claro culpable.
Como cabía esperar, Dreyfus fue condenado. Primeramente fue degradado militarmente y, posteriormente, encarcelado a cadena perpetua en la isla del Diablo. Con el hasta entonces capitán en la cárcel todo habría acabado y el ejército francés por fin podría lavar sus trapos sucios en privado. No esperaban que el reciente ascenso de Mari-Georges Picquart a jefe de contraespionaje cambiara el devenir de la historia.
Georges Picquart
El teniente coronel Georges Picquart descubrió una nueva carta dirigida al ejército alemán. Dreyfus, quien ya estaba preso, no la podía haber escrito aunque la letra fuese la misma. Sin embargo, Picquart, no se dejó llevar por sus sentimientos en contra de los judíos, sino por su peculiar sentido del honor. Esto se refleja a la perfección en una conversación durante el metraje entre Dreyfus y Picquart: “Los judíos siguen sin gustarme, pero usted es inocente”.
Un estudio grafológico descubrió que aquella letra era en realidad la de el oficial Charles Walsin-Esterhazy. Además, el comandante, acuciado por las deudas económicas, sí tenía motivos para venderse al mejor postor. Picquart presentó dichas pruebas al Estado Mayor, pero lo único que obtuvo fue un traslado a Túnez. Quedaba claro, el ejército prefería tapar el escándalo, en lugar de castigar a un culpable y salvar a un inocente.
Picquart, a quien su tozudez le impedía darse por vencido, continuó insistiendo, lo que le costó la expulsión del cuerpo militar y un año de cautividad. Para colmo de males, el juicio contra Esterhazy terminó con su absolución por unanimidad. Todo parecía ir en contra de Dreyfus, aunque la mecha ya estaba prendida.
J’Acusse
El 13 de enero de 1898, L’Aurore publicaba en portada “J’Acusse”, nombre que da título al film. Émile Zola, profundamente convencido de la inocencia de Dreyfus, dirige una carta al presidente dejando a la luz toda la verdad sobre el caso. Como él mismo proclama en su L’Aurore: “La verdad está en marcha y nada podrá pararla”.
Zola, ante numerosas proclamas en contra de su persona, se vio obligado a exiliarse para no ser encarcelado. Sin embargo, había puesto en marcha un proceso ya imparable. Alfred Dreyfus fue juzgado de nuevo el 10 de septiembre de 1899. Aunque se trataba de una farsa de nuevo.
Final… ¿feliz?
Como ocurrió en el anterior juicio, exonerarle supondría admitir las vergüenzas del ejército francés, por lo que fue condenado de nuevo, aunque esta vez solo a diez años. Sin embargo, el ministro de guerra Godefroy Cavaignac examinó la carta con la que se inculpó a Dreyfus, hallando que era claramente una falsificación. El ministro ordenó la detención de Hubert-Joseph Henry, coronel y responsable de dicha falsificación. Para cuando se quiso hacer justicia, Henry ya se había suicidado.
Apenas nueve días después del juicio, Dreyfus fue indultado por el gobierno. Georges Picquart, se reincorporó al cuerpo militar como general. Alfred Dreyfus, en cambio, regresó al ejército como comandante, sin que se valorara su antigüedad durante su instancia en prisión.
A estas alturas, Francia se encontraba partida en dos. La derecha, que consideraba a Henry una víctima tras su suicidio y la izquierda, que estaba indignada con las tropelías del estado. La tensión llegó a ser tal que se llegó a temer un golpe de estado. Nada mal para tratarse de la Belle Époque.
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