En Taranto (2021), el cineasta argentino Víctor Cruz ofrecía un testimonio de un problema local que es también debate universal. La grieta social: una ciudad al sur de Italia dividida por el cierre parcial de la fábrica de acero más grande de Europa. En su nueva entrega, Después de Catán, el eterno tópico del desastre ambiental entra en juego una vez más.
Crítica de 'Después de Catán'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Después de Catán
Título original: Después de Catán
Reparto:
Año: 2022
Duración: 37 min.
País: Argentina
Director: Víctor Cruz
Guion: Víctor Cruz
Fotografía: Lucas Timerman, Víctor Cruz
Música: Francisco Seoane
Género: Documental
Distribuidor:
Tráiler de 'Después de Catán'
Sinopsis de Después de Catán
La imposibilidad de finalizar un documental sobre la basura en González Catán, obliga al director a reflexionar sobre el vínculo que construye con los protagonistas, sobre su relación con el cine y sobre el sentido de contar historias que a muy pocas personas le interesan.
Un registro de lo real
En Después de Catán, el realizador explora con melancolía una serie de conceptos que van desde la contaminación en una localidad del Gran Buenos Aires hasta la inexorable crisis motivacional que implica el oficio de ser documentalista. En González Catán (localidad al sur de la Ciudad de Buenos Aires) las montañas de basura se acumulan como parte del paisaje. La obstrucción de un entorno cuasi rural llega con inmensos camiones de basura que descargan en esa porción de tierra mucho más que residuos. Siembran la desidia y la enfermedad. “Mi hijo contrajo cáncer, yo estuve con él todo el tiempo, pero a él le dolían las venas…”, declara agobiada una vecina.
Un ensayo (casi) existencial
La leyenda introductoria de “un ensayo de…” direcciona a la obra hacia un horizonte de expectativas genérico de experimentación formal y explicitación descarnada del Yo enunciativo en el registro. Muchas de estas operaciones entran en juego, pero a la vez hay algo de la tensión opacidad-transparencia, eterno dilema de la representación en el cine documental, que se desprende de Después de Catán con un fervor que exige nombrar la palabra “documental”. Por más que, hoy en día, se trate de una categoría difusa y resbaladiza.
Es cierto, es un ensayo, pero es inevitable redirigir la reflexión hacia los confines de la representación del también llamado “cine de lo real”. Las imágenes sonoras dolientes que exhibe Cruz en esas entrevistas de madres desahuciadas por el desamparo de las políticas contaminantes demandan transparencia. Reclaman evidencia de una cruda realidad entendida como lo real que permanece. La cámara que exhibe, la cámara que expone, la cámara que muestra para que duela y atraviese. La cámara que visceraliza el dolor, para que alguien lo vea y lo sepa. Pero ¿sirve realmente de algo que alguien lo sepa y ya? Esas preguntas regurgitan por las noches en la introspección de Cruz.
¿Cómo expresar y exorcizar en imágenes y sonidos ese ardoroso pesar que se torna dilema moral y profesional? Hay un camino: a través de procedimientos opacos, que también son propios de la expresión documental. La inclusión de la publicidad del CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), las irrupciones en off, la ubicuidad de las imágenes, la intención de reflexionar sobre varios temas al mismo tiempo y materializar así el pensamiento, son algunas de las variables propias de este tipo de tratamientos.
El (auto)cuestionamiento
Ahí aparece entonces otro punto álgido de inflexión, el de (auto)cuestionarse el propósito de hacer películas para escasas audiencias, el de la función social del documental como herramienta enunciativa de denuncia y divulgación. “Soy consciente de que mis aspiraciones exceden por mucho mi talento”, arroja Cruz en primera persona. “Aparento no tener problemas con las frustraciones que me convirtieron en adulto, pero en realidad no logro aceptar mi intrascendencia”, se sincera y uno como espectador suspira apesadumbrado.
Así y todo, estos ensayos documentales acaban siendo necesarios. Porque imponen una obligada pausa reflexiva para quien asiste al visionado. Para quien empatiza y se siente identificado con las reflexiones que Cruz dispara y escupe.
Conclusión: la pregunta del “para qué”
En esta ocasión, la pregunta insoportable pero urgente del “para qué”, resuena con muchísimo más espesor que la del “cómo”. Si bien los aspectos formales constituyen una marcada búsqueda estética en pos de explicitar la crisis existencial que retumba en la cabeza de Cruz, mediante imágenes fragmentarias pero pregnantes y un montaje nervioso, el interrogante por la motivación creativa es lo que prevalece. La intención certera tal vez sea que el espectador se apropie del “para qué” para trasladarlo a sus propias vivencias profesionales, humanas y experienciales. No es tarea fácil asumir ese “para qué”, pero podríamos afirmar que todo el mundo es presa de esa dura interrogación que carcome. Todos tienen la pregunta, algunos pocos la respuesta.
Después de Catán se puede ver en Cine.ar Play.
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