"Dolor y sufrimiento": El primer deseo

Dolor y sufrimiento, monólogo pornosacramental es un texto hilarante que desde la esquina de lo absurdo nos cuenta también del miedo a la soledad y al vacío, de la gestión del deseo en una sociedad que tiende a su represión continua, y del equilibrio entre la aceptación de los demás y la satisfacción de las demandas del cuerpo y del alma. (SALA AZARTE). 

La vigilia de la obsesión

Claudio Castro Filho ofrece una aventura, como él mismo define, porno-sacramental con Dolor y sufrimiento, un monólogo que no deja indiferente al espectador. En primer lugar, se valora la gran calidad del texto, de la forma en la que está escrita, combinando la poética del estilo al que hace apología con la cercanía. Por tanto, el libreto goza de un léxico de gran riqueza, que demuestra la importancia de un lenguaje cuidado y cómo éste puede utilizarse para temáticas más disruptivas, como ocurre en esta pieza al hablar del despertar sexual de una forma más explícita y sin ningún tipo de tapujo.

Otra de sus grandes bazas es la inteligencia con la que aborda el texto, al hablar de una pasión en una determinada edad en la que bordea los límites, pero nunca los sobrepasa. Gracias a ello, no se convierte en una obra grotesca, sino que se combina lo puramente sexual con la fragilidad del sufrimiento. Una mezcla poderosa que se consigue por haber dado con la tecla a la hora de introducirse en un género teatral de esta índole. También cabe destacar el uso de la comedia, muy bien utilizado y sabiendo que es una forma de captar al público. Lo consigue. Un resultado poderoso. Únicamente, el final se ve algo abrupto en comparación a su desarrollo, que es mucho más enriquecido.

La desnudez masculina

Juan Franco Luque es el encargado de dar vida a este monólogo y lo hace que auténtica personalidad. Es el alma de Dolor y sufrimiento. El actor se entrega de lleno a su personaje, dándole una familiaridad que invade el espacio escénico. Asimismo, se une una dicción y una potencia de voz estupendas. Sin embargo, su mayor fuerte es su expresión corporal y gestual, la cual explota al máximo y hace que el texto coja dinamismo. A pesar de encontrarse solo en escena, no necesita más, su trabajo es magnífico, tanto que lo llena por sí solo. Otro punto a favor es la seguridad con la que pisa el escenario, logrando que el espectador conecte de principio a fin con él.

La puesta en escena propone una construcción sencilla, pero donde no se escatima en símbolos y en la creación de espacios. A lo largo de la pieza van haciendo acto de presencia distintos signos muy identificables para el espectador, incluyendo el momento más potente en el que la desnudez toma protagonismo. Cada objeto no está de forma gratuita y esto se agradece. Únicamente, el momento aspirador dificulta la escucha del monólogo y habría que plantear una posibilidad que no provocara tanto ruido. El uso del micrófono justificado, aunque podría aprovecharse más. El diseño de iluminación sencillo, pero efectivo, cumple con los momentos que buscan ese espíritu místico. Por último, el ritmo es vertiginoso y tiene la duración perfecta. Una obra que sorprende y deja una sensación de haber visto algo original.

Conclusión

Dolor y sufrimiento es una oda mística al despertar sexual que seduce a los espectadores por su magnífico trabajo. Por un lado, un texto poderoso, con una gran calidad léxica y una estructura que ha sabido explotar la riqueza que le ofrece el género. Por otro, una interpretación magnífica, con un protagonista con carisma y sabiendo llenar en todo el momento el espacio escénico. La puesta en escena triunfa en el simbolismo y en su ritmo, así como en la creación de atmósferas. Una liturgia ante la sexualidad, que llega a su éxtasis por la contundencia de su propuesta.

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