El 47 es una excelente película sobre el movimiento obrero de los años de la posguerra y de la transición en España, cuando ciudadanos sin recursos enriquecieron zonas periurbanas desde el chabolismo inicial de los suburbios al progreso de los nuevos barrios, sin cejar en el empeño de mejorar las circunstancias de vida de todos a pesar de las autoridades de cada momento. Una película que da una lección de lucha y resistencia en un momento en el que no podía ser más necesario. Estreno en salas de cine españolas el 6 de septiembre de 2024.
Crítica de 'El 47'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El 47
Título original: El 47
Reparto:
Eduard Fernández (Manolo Vital)
Clara Segura (Carmen)
David Verdaguer (Serra)
Zoe Bonafonte (Joana)
Salva Reina (Felipín)
Aimar Vega (Josep)
Carlos Cuevas (Pasqual)
Vicente Romero (Ortega)
Óscar de la Fuente (Antonio)
Betsy Túrnez (Aurora)
Borja Espinosa (El Rubio)
Carme Sansa (Señora Vila)
Francesc Ferrer (Abogado)
Año: 2024
Duración: 110 min.
País: España
Director: Marcel Barrena
Guion: Marcel Barrena, Alberto Marini
Fotografía: Isaac Vila
Música: Arnau Bataller
Género: Drama
Distribuidor: A Contracorriente Films
Tráiler de 'El 47'
Sinopsis
En los años 60 y 70, la periferia de Barcelona se ha formado y construido en su mayor parte por inmigrantes extremeños y andaluces que han levantado los barrios con sus propias manos, pero no están considerados como parte de la ciudad. Sus chabolas ni siquiera tienen agua corriente o electricidad. Harto de que el Ayuntamiento diga que el transporte público no puede llegar a la zona porque las calles son demasiado estrechas e inseguras, el conductor de autobús de la TMB Manolo Vital (Eduard Fernández) intentará demostrar, al volante de “El 47”, que las autoridades se equivocan. (A Contracorriente Films)
Dónde se puede ver la película en streaming
La historia del 47 y la construcción de los barrios
Cuenta la historia real del secuestro, el 7 de mayo de 1978, de un autobús de la línea 47 de Barcelona por parte de su conductor, Manuel Vital (Eduard Fernández), vecino del barrio de Torre Baró, para demostrar a la clase política que sí era posible comunicar el barrio con el resto de la ciudad, como se empeñaban en negar desde la administración local. Gracias a este acto de rebeldía, por el que su conductor fue arrestado y finalmente puesto en libertad ante la presión popular, el Ayuntamiento cedió y el barrio consiguió un año después lo que llevaba reclamando por otras vías desde finales de los años sesenta: una línea regular de autobús.
Pero el compromiso social de Manolo, junto al resto de vecinos de Torre Baró, emigrantes de Extremadura, Castilla o Andalucía, se dejó notar en cuanto llegaron a Barcelona en 1958, construyendo chabolas en suburbios y zonas casi inaccesibles de la capital catalana, donde se asentaron para trabajar yendo a la ciudad y mejorando poco a poco las condiciones de vida del nuevo barrio: agua corriente, luz, recogida de basuras, colegios en barracones, asfaltado de las calles, acondicionamientos de las casas, mejoras en zonas comunes, etc.
La emigración hacia Cataluña fue un fenómeno social de gran importancia para las actuales ciudades catalanas. El 47 muestra cómo se amplió la Barcelona contemporánea, fruto del trabajo de no pocos inmigrantes de otras regiones de España, como pasó con muchas otras zonas del país donde tantas personas tuvieron que huir por la guerra civil, por la posguerra o por la necesidad de un sustento y progreso que no era posible en otros lugares. En ese sentido, es una película también muy oportuna sobre los verdaderos cimientos de las naciones actuales, que fueron levantadas por personas de distintos lugares, más allá de la política más acaparadora y partidista. En ese sentido, El 47 incluye también esa parte con el personaje de un joven Pasqual Maragall (Carlos Cuevas) entre los personajes secundarios, como presencia ficticia de lo que la nueva generación política debía aprender de la lucha vecinal.
No se rinde un gallo rojo: “Allá voy”
Sin embargo, la lucha obrera conlleva derrotas y en ocasiones se vive en soledad. El 47 muestra los muchos sinsabores, pérdidas y jugueteos con el desistimiento de los propios vecinos. El choque contra la administración, ciega hacia los ciudadanos más desfavorecidos, incapaz de atender lo que no es evidente, resulta una batalla tan alargada como desesperante. Sólo la dignidad y su significado grabado a fuego, podrían no hacer caer a cualquiera. Quizá para mantenerla, existe en muchos individuos la necesidad de constante reivindicación, incluso en edades avanzadas, ya asentados, resultando imprescindible para mostrar el camino a los que vienen por detrás.
Pero los avances sociales conllevan el problema de que los anhelos de mayores progresos se amplían, y se aceleran con la llegada de nuevas generaciones. Las conquistas nunca terminan, necesitan de luchas constantes por parte de los hijos de los hijos para que sigan haciendo su parte, sea poniendo ladrillos donde no había nada, sea consiguiendo líneas de autobús o acceso a internet, sea luchando contra la especulación o el turismo masificado, o sea cantando lo aprendido.
Y cuando la lucha ciudadana apenas ya se hace notar, a pesar de las lentas pero constantes pérdidas de derechos y espacios a los que asistimos en las ciudades de hoy, y cuando el enemigo de lo común se desdibuja entre la autoridad y una legislación que no ampara, o cuando la visión obrera se desvanece en favor de un individualismo cada vez más egoísta, alimentada por intereses materiales que nos confunden, resulta no ya pertinente sino imprescindible rescatar casos históricos en los que las conquistas sociales fueron consecuencia directa de la movilización. Son una muestra evidente de que la colectividad y la resistencia son posibles y necesarias para conservar lo conquistado, para contener lo que se ve amenazado y para ampliar las conquistas si estas resuelven los verdaderos problemas de la gente.
Una película candidata a todo
Aupada por una construcción narrativa accesible y siendo estéticamente impecable, con una gran ambientación visual que incluye imágenes de archivo de la época, El 47 se engrandece también gracias a un reparto en el que sobresalen la joven Zoe Bonafonte, una veraz Clara Segura, que reclama una vez más su merecido primer Goya, y el siempre excepcional Eduard Fernández, aquí lleno de carisma e inconmensurable con un desdoblamiento lingüístico sorprendente, que se encuentra ante otro de sus exitosos años con el estreno de esta película y con el de Marco (A. Arregi, J. Garaño, J.M. Goenaga, 2024), película también con tintes biográficos que le pueden reportar su cuarto premio Goya. Además, en la película han participado como extras algunos de los vecinos del actual barrio de Torre Baró (del distrito Nou Barris de Barcelona).
Con El 47, Marcel Barrera, director de las destacables 100 metros (2016) o Mediterráneo (2021), vuelve a demostrar un remarcable compromiso social con esta historia sobre los movimientos vecinales y sobre una parte casi olvidada de la historia de España, con la que consigue su mejor película y con la que quizá remueva conciencias (de clase) hoy adormecidas, pero que resultan un runrún individual imprescindible para la resistencia colectiva.
Conclusión de 'El 47'
El 47 es una de las mejores películas españolas estrenadas en este año 2024, y seguramente estará compitiendo por los premios más destacados de la temporada. Pero es por su historia de victoria colectiva que tanto merece ser reivindicada, aleccionadora para los tiempos que corren, donde la unión y la resistencia es uno de sus más ricos valores, la razón por la que la recordaremos (y quizá añoraremos) durante años. Porque lo que muestra es algo que se va perdiendo, algo que conviene señalar cíclicamente para saber de dónde venimos y hacia dónde deberíamos ir, para reconocer con nitidez cuándo toca luchar, para saber con certidumbre si la batalla merece la pena o en qué lado posicionarse cuando las injusticias se presentan ante nosotros.
Reportaje de El 47 en Días de Cine TVE
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