En el momento más oscuro de las deportaciones masivas por Putin y en plena crisis migratoria entre Georgia y Rusia emerge El anticuario (The Antique), película dirigida por Russudan Glurjidze. Se trata de una arrebatadora historia de amor entre dos almas heridas cuyas vidas se entrelazan en una espiral de contrabando, muebles antiguos y curling. Seleccionada en la sección Cuentos Salvajes del Atlántida Mallorca Film Fest 2025 (del 27 de julio al 27 de agosto en Filmin).
Crítica de 'El anticuario (The Antique)'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El anticuario
Título original: Antikvariati / The Antique
Reparto:
Salome Demuria (Medea)
Sergei Dreiden (Vadim Vadimich)
Vladimir Daushvili (Lado)
Vladimir Vdovichenkov (Peter)
Marianne Schultz (Agente inmobiliario)
Zurab Magalashvili (Obrero)
Dimitri Lupol (Conductor)
Año: 2024
Duración: 132 min.
País: Georgia
Director: Russudan Glurjidze
Guion: Russudan Glurjidze
Fotografía: Gorka Gómez Andreu, Alexander Glurjidze
Música: Gia Kancheli
Género: Drama
Distribuidor:
Tráiler de 'El anticuario (The Antique)'
Sinopsis
Lado es un contrabandista georgiano que transporta antigüedades a San Petersburgo, donde conoce a Medea, una inmigrante en un taller de antigüedades. Vadim, un anciano solitario, establece un vínculo con Medea. Sus vidas se cruzan en medio del contrabando, la supervivencia y la conexión. (Filmin)
Una red de vínculos frágiles
El anticuario (The Antique) se desarrolla lentamente, como si sus personajes se moviesen en arenas movedizas. No hay grandes giros ni clímax marcados, la película prefiere sugerir, dejar que el espectador intuya las motivaciones y heridas de cada personaje.
La trama, por momentos, parece más una suma de escenas que una historia estructurada, lo que puede desorientar a quienes esperen un desarrollo más clásico. Sin embargo, hay belleza en esa vaguedad, especialmente en cómo se representan las relaciones humanas como algo frágil, casi invisible.
No subrayar
Russudan Glurjidze dirige con pulso firme pero minimalista. Su estilo está basado en la observación paciente y en una distancia emocional que recuerda a autores del cine europeo de corte contemplativo. No hay intención de dramatizar los momentos importantes; por el contrario, estos se diluyen en la cotidianidad.
Glurjidze construye una atmósfera coherente, pero a veces se enreda en su propia lentitud. Se nota una voluntad autoral clara, una preocupación por el encuadre, el ritmo pausado y el uso expresivo del espacio. Aun así, en ciertos tramos, la dirección peca de fría, como si temiera acercarse demasiado a sus personajes.
Silencios que dicen mucho
El elenco de El anticuario (The Antique) trabaja con una contención admirable, los actores están obligados a comunicar más con los gestos que con las palabras, y en su mayoría lo logran. Vladimir Daushvili como Lado transmite desde el primer minuto un cansancio existencial que da coherencia a su andar errático. Medea interpretada por Salome Demuria, quizás el personaje más interesante, construye su mundo interior a través de miradas, posturas, pequeñas acciones que revelan su historia sin necesidad de explicarla.
Aunque no hay interpretaciones espectaculares ni momentos de lucimiento, hay una honestidad general en el trabajo actoral que encaja perfectamente con el estilo de la película.
Lo visible y lo invisible
La fotografía es sobria, casi monocromática, con una paleta que refuerza la idea de desgaste, de tiempo detenido. Las escenas en interiores están llenas de detalles, muebles viejos, libros arrugados, polvo en suspensión, cada plano parece pensado para generar una atmósfera de nostalgia y abandono.
El silencio, o los sonidos ambientales, el crujido de una silla, el roce de un pincel sobre una escultura, tienen un protagonismo inusual. La edición, en cambio, podría ser más ágil en ciertos tramos, hay escenas que se extienden más de lo necesario y afectan el ritmo general.
Conclusión de 'El anticuario (The Antique)'
El anticuario (The Antique) es un drama pausado, íntimo y sutil, que probablemente no deje huella en todos los espectadores, pero sí en aquellos que saben leer entre líneas. No es una película perfecta, a ratos se vuelve demasiado distante, demasiado autocontenida, pero hay una coherencia en su propuesta y una sensibilidad que la salva de caer en lo pretencioso.
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