El pasado 30 de septiembre se estrenó El burlador de Sevilla en el Teatro de la Comedia. Esta versión dirigida y adaptada por Xavier Albertí estuvo presente en el Teatre Grec de Barcelona de 2022, siendo su estreno absoluto el 3 de julio. Este montaje busca hablar del deseo y de cómo se ha reprimido a lo largo de la historia. Protagonizada por Mikel Arostegui Tolivar, como el mismísimo Don Juan Tenorio, estará en cartel hasta el 13 de noviembre en el Teatro de la Comedia.
Título: El burlador de Sevilla Título original: El burlador de Sevilla
Reparto: Jonás Alonso (Anfriso / Ripio / Criado)
Miguel Ángel Amor (Duque Octavio)
Cristina Arias (Isabela / Belisa)
Mikel Arostegui Tolivar (Don Juan)
Rafa Castejón (Don Gonzalo de Ulloa)
Antonio Comas (Rey de Castilla / Rey de Nápoles / Músico / Criado)
Alba Enríquez (Arminta)
Lara Grube (Doña Ana / Mujer)
Álvaro de Juan (Marqués de la Mota / Soldado)
Arturo Querejeta (Padre de Don Juan / Embajador Don Pedro Tenorio)
Isabel Rodes (Tisbea)
David Soto Giganto (Batricio / Criado)
Jorge Varandela (Catalinón)
Duración: 120 min. apróx. Dirección: Xavier Albertí Versión: Xavier Albertí Dramaturgia: Albert Arribas Escenografía: Max Glaenzel
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Vestuario: Marian García Milla
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Sonido: Mariano García
Ayudante de dirección: Jorge Gonzalo
Ayte. de escenografía: Paula Castellano
Ayudantes de iluminación: David Hortelano y Víctor Longás
Ayudante de vestuario: Emi Ecay Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Grec 2022 Festival de Barcelona
Tráiler de 'El burlador de Sevilla'
Sinopsis de 'El burlador de Sevilla'
El burlador de Sevilla nos presenta El mito de Don Juan ha generado, desde que naciera en la España de principios del siglo XVII hasta nuestros días, más de dos millares de reescrituras, revisiones, aproximaciones, parodias, sátiras y un largo etcétera de creaciones artísticas de toda condición.
Todo ello lo ha convertido en una de las aportaciones más singulares, junto con Don Quijote, de la cultura española a la cultura occidental.
La sexualidad humana en sus dimensiones éticas, morales, teológicas o jurídicas ha sido una constante puerta de cuestionamientos que la creación artística ha sabido priorizar.
La dimensión del personaje ha ido evolucionando a medida que nuestra sociedad iba derribando fronteras morales que limitaban la consideración del cuerpo humano como herramienta de construcción de libertades. Así, los creadores escénicos que se han acercado al Burlador han tenido que leerlo desde claves religiosas, económicas, ideológicas, feministas o legalistas para acercarlo a las sensibilidades mutables de la sociedad.
Hoy, Don Juan quizá pueda volver a ser un libertino conocedor de que nuestra época necesita seguir evolucionando en las tensiones de sus costuras morales. (COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO).
La belleza de la lengua
Xavier Albertí rescata uno de los clásicos por excelencia de la cultura española: El burlador de Sevilla. Esta versión sumerge al espectador ante un texto, aparentemente, complicado si lo trasladamos al lenguaje cotidiano de hoy en día. Sin embargo, una vez se comprende el tono de la pieza, y más en el Teatro de la Comedia, se disfruta del despliegue y de la hermosura que ofrecen las palabras. Gracias a ello, los asistentes se trasladan a una mirada diferente, realizando un viaje por el legado de la palabra atribuida a Tirso de Molina. A pesar de la connotación de esa llamada al pasado, los temas que se sacan a flote son de plena actualidad, como el machismo, las relaciones de violencia con la mujer y la cosificación del deseo sin mayor valor que la carne.
Sin embargo, Albertí se aleja de una visión plenamente moralizadora, no pretende ser él quién pose su opinión sobre el comportamiento del Don Juan, sino que sea cada espectador el que explore las consecuencias de los actos que va desarrollando sobre la escena. Además, se abre una vertiente donde el protagonista-antagonista torna con su telón de Aquiles. De esta forma, el proceso evolutivo de la historia no se concentra en una estructura lineal, sino que oferta la sorpresa y la humanización de todos sus componentes. Como detalle, no busca justificar, sino exponer motivaciones, las caras B de cada uno de los presentes. Por lo cual, si se acepta el reto de asumir este uso del lenguaje lírico, se estará totalmente dentro del espectáculo teatral, siendo una experiencia plena. En cambio, si no es su estilo teatral, puede que no se termine de conectar en algunos momentos.
La frialdad de la seducción
Mikel Arostegui Tolivar es el encargado de meterse en la piel de este Don Juan en El burlador de Sevilla. El actor aborda el trabajo escénico desde la frialdad más directa, no siendo un seductor al uso, sino explorando la concepción de atracción al mismo tiempo que no se ve ese cariz sentimental. Por lo cual, Arostegui Tolivar logra con éxito la forma en la que se ha elegido escenificar a este personaje. Junto a su labor dramática, se anuda una expresividad hercúlea, que impacta, siendo todo un acierto el lenguaje corporal que expresa sobre las tablas. Gracias a ello, soporta un peso importante de la obra, convirtiéndose en una figura imprescindible que brilla ante los espectadores. También hay que destacar la sinergia que comparte con sus compañeros de reparto, con una química que enriquece el trabajo en equipo.
Por otro lado, Cristina Arias florece y triunfa con su labor sobre escena, metiéndose en las carnes de Isabela y Belisa, de una manera directa y sin florituras. Estupenda. Después, Jonás Alonso logra una interpretación plausible, en la que destaca el carácter, aunque podría aportar una pizca más de solidez. A pesar de ello, cumple con su papel a la perfección. Rafa Castejón y Antonio Comas saben aprovechar su presencia en escena, protagonizando algunos momentos en los que se lucen ante la audiencia. Por su parte, Alba Enríquez y Lara Grube mantiene una vigorosidad perfecta, expresando toda esa vorágine de sensaciones. Asimismo, Isabel Rodes mantiene esa crudeza, añadiendo ese efecto íntimo y personal, que añade todavía mayor calidad a su trabajo. Miguel Ángel Amor, Álvaro de Juan, Rafa Castejón y David Soto Giganto están solventes en escena. Por último, Arturo Quejeta pisa fuerte, mientras que Jorge Varandela está excelente.
Rememorar el clásico
La modernidad de este montaje de El burlador de Sevilla se ve en su puesta en escena, que basa su columna vertebral en una estructura de gran dimensión que se va transformando según las necesidades del relato. A pesar de verse una producción ambiciosa, tampoco se ha sobrecargado la escenografía, siendo más una propuesta minimalista, que utiliza las sombras y las luces para dar mayor potencia a la acción que se presenta. Por tanto, el frío se convierte en uno de los elementos estéticos más predominantes, junto con una selección de colores oscuros, que navegan sobre todo en los grises, blancos y negros, con ciertos tonos azulados. Asimismo, la utilización de escenas de gran carga erótica, unidas a una fuerza bien planteada, como la escena que abre el espectáculo, es una estrategia muy eficaz.
La música es otro de los elementos del montaje más brillantes de este espectáculo, hilvanando las distintas partes, así como dando un mayor dinamismo. Por ende, son varios los aspectos técnicos y artísticos que toman la escena, combinándose de tal forma que haya un enclave muy interesante. Únicamente, el ritmo hay momentos en los que fluctúa en una tranquilidad excesiva con la fuerza y energía que luego muestra. A pesar de poder perder algo de fuelle en algunas escenas, el resultado en su conjunto es más que notable. Por ende, podría desconectarse de momentos concretos, aunque destaca más el efecto envolvente que llena la sala. Por último, hay que aplaudir la dirección escénica, la cual no solo ha resucitado la imagen del Don Juan, sino que le ha atribuido una mirada distinta, impregnándolo con su sello de identidad al proyecto y sin caer en una adaptación al uso.
Conclusión
El burlador de Sevilla revive el mito de Don Juan con una mirada férrea, impactante, que logra que la belleza de su texto cautive por la contemporaneidad de su temática. Además, otorga la posibilidad de adentrarse en este universo, sirviéndose de una puesta en escena que aporta frescura y lo resucita en un contexto visual y artísticamente muy atractivos. Por otro lado, el elenco actoral está estupendo, liderado por un hercúleo Mikel Arostegui Tolivar que va hasta el final con su planteamiento sobre la escena. A pesar de que el ritmo fluctúa en algún momento, el conjunto tiene una fuerza a la altura de su texto. Un clásico que cautiva por su palabra, pero triunfa por la originalidad de su propuesta.
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