Günter Schwaiger realiza su primera película de ficción, bajo el título de El buzo. El film forma parte de la Sección Oficial de la Barcelona Film Fest. El realizador explicó que tras el documental "La maleta de Marta", decidió investigar sobre los efectos de la violencia de género sobre los hijos. Por otro lado, la cinta ha contado con Àlex Brendemühl como principal protagonista, rodada íntegramente en España. El largometraje ha participado en premios como la Diagonale de Austria, donde se alzó con el premio a la mejor actriz para Julia Franz Richter.
Crítica de 'El buzo'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El buzo
Título original: El buzo
Reparto:
Àlex Brendemühl (Paul)
Julia Franz Richter (Lena)
Dominic Marcus Singer (Robert)
Franziska Weisz (Irene)
Año: 2020
Duración: 90 min
País: España
Dirección: Günter Schwaiger
Guion: Günter Schwaiger
Fotografía: David Azcano
Género: Drama
Productora: Günter Schwaiger Filmproduktion, Radio Televisión Española y eXtra Film
Tráiler de 'El buzo'
Sinopsis de 'El buzo'
El buzo nos presenta a la vienesa Irene, una mujer fuerte y segura de sí misma que vive en Ibiza con su hija Lena, de 18 años. La estrecha relación entre madre e hija se ve sacudida cuando el ex-compañero de Irene, Paul, regresa a Ibiza junto con su hijo Robert. Su carrera como compositor y músico de éxito está en peligro. Pronto será juzgado por haber maltratado gravemente a Irene. Intenta manipular a ésta con todos los medios a su alcance para que retire los cargos. Cuando casi logra su propósito, Lena y Robert se enfrentan a Paul. El conflicto es inevitable. (VARANASI).
Dónde se puede ver la película
En 2013 se estrenó “La maleta de Marta”, un documental de Günter Schwaiger. Siete años después llega El buzo, film que se inspira en los relatos de violencia de género que se abordaron en el film de 2013. En este film, Schwaiger presenta diversas situaciones donde las relaciones tóxicas son las grandes protagonistas. A ello hay que añadir que la historia se fundamenta en buscar profundizar en la dificultad de salir de la espiral de dolor. Además, también se muestra cómo la dominación y la violencia exacerbada puede darse en un contexto sociocultural elevado. No se puede negar que el realizador llega a las entrañas de Irene, la principal protagonista del film, pudiendo leer tanto lo que se dice como lo que no. Gracias a esta profundidad en el relato, hay ese desgarro que deja al descubierto las heridas que se tornan en el alma.
Por otro lado, se hace un recorrido por los ambientes que se construyen entre las dos facciones: el maltratador y la víctima. Mientras que en el primero se fabrica una personalidad y un estatus profesional, en la segunda se puede ver ese camino vital de buscar un nuevo camino. No obstante, este contexto se extiende a los hijos de ambos: Roberto y Lena. El estilo de abordar los efectos de un entorno viciado por un ambiente tan agresivo y brusco, hace que también se reflexione en las huellas que se dejan en el entorno próximo y en el propio desarrollo psicosocial de los hijos de los protagonistas. Por tanto, el libreto goza de una sensibilidad exquisita y sin necesidad de llamar a aspectos que busquen la conmoción. Gracias a esa firmeza y virtuosismo, hacen que el público reciba ese dolor y se cree un poso reflexivo e introspectivo.
Frío como el témpano
El reparto escogido en El buzo llega con una selección que, al principio, da la sensación de no combinar, sin embargo, no tarda en mostrar cómo se unen cada una de las piezas. En primer lugar, Àlex Brendemühl se mete en la piel de Paul, el frío compositor y principal antagonista de la cinta. El actor sabe cómo captar ese espíritu perfeccionista y transmitir, incluso, con la mirada esa tempestad interna y esa intransigencia. Asimismo, se le une ese cinismo escénico que Brendemühl maneja a la perfección. También sería importante destacar lo generoso que es con el resto de sus compañeros, al no opacarles con toda esa potencia que le envuelve. Es, sin duda, una de las mejores interpretaciones de la película, reafirmando el gran talento que tiene el actor catalán.
La fragilidad entra en las carnes de Julia Franz Richter, que sumergida en una interpretación que va desde dentro, hace que el espectador pueda leer su expresión. Además, hay escenas que son realmente dolorosas, dado que sabe escenificar la dureza de una situación de co-dependencia y abuso emocional. Debido a esa incursión desde el sentimiento, consigue dar mayor realismo al resultado. Después, Franziska Weisz aborda su personaje desde una posición más liviana, que va ganando fuerza según transcurre la película. A causa de ello, termina por convertirse en uno de los pilares fundamentales sin caer en banalidades artísticas y de lucimiento interpretativo innecesarias. Por último, Dominic Marcus Singer se mete en la piel de Robert y se lo lleva hacia un terreno oscuro con ciertos flashes de positividad. Junto a ello, retuerce su forma de interactuar con la escena, que realiza una labor espeluznante sin perder el foco que busca.
Una vida ¿aislada?
Desde el principio de El buzo, se puede comprobar que hay una dificultad para establecer la línea de creatividad del film. En primer lugar, la forma en la que se construye la presentación de los personajes deja caer cierta separación capitular que, luego, no se ve utilizada más allá de dichas secuencias, por lo que es innecesario. Después, hay una clara intención en la puesta en escena de buscar esa introspección hacia el espectador e ir hacia una profundidad que no surge sola, por lo que hay un factor algo forzado. Por lo cual, el espectador puede percibir cierto intento de manipulación artística, que se salda con quitar fuerza al laborioso trabajo del libreto y de las interpretaciones en dar realismo a la historia. A causa de ello, aunque tiene suficiente potencia para entrar dentro del público, hay focos que no confluyen como debiesen.
Por otro lado, el film busca incesantemente ambientar la pesadilla en la pomposidad y lo cotidiano. Hay que decir que lo consigue en varias partes, utilizándose la profesión artística como leitmotiv en todos los personajes. Sin embargo, no hay un aprovechamiento de ese mundo interior y se queda en un plano más de exhibición que de narración. Aun así, sigue funcionando y establece unos cimientos claros, que, en cierta medida, dan matices con personalidad al film. Luego, la banda sonora goza de una sensibilidad necesaria, para ser el hilo conductor y hablar ella misma sobre las sensaciones que surgen en pantalla. En cierta forma, acaba introduciendo al espectador en esa fábula del dolor y la ruptura del sueño ideal. Para finalizar, el montaje realiza una buena labor, pero le falta una mayor habilidad en los detalles y en un ritmo más suave y cohesionado.
Conclusión
El buzo es una película que gana en su retrato de la violencia de género, donde expone ese dolor que no se dice y las huellas de la manipulación psicológica. Gracias a las interpretaciones de Àlex Brendemühl, Julia Franz Richter, Dominic Marcus Singer y Franziska Weisz hay ese realismo tan desgarrador. Sin embargo, a nivel artístico no encuentra del todo su camino y quita cierta verosimilitud a lo que se ve en escena, dejando ciertos momentos en una vertiente menos interior. Aun así, hay secuencias realmente emotivas. Un viaje al interior del dolor, donde se comprende y se vive la dificultad de huir del infierno emocional.
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