El Teatro de la Comedia acoge en la Sala Tirso de MolinaEl castor que lloraba, una instalación artística sobre El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca. Esta pieza, coproducida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Cabosanroque, forma parte de los Diálogos contemporáneos de la CNTC. En este ciclo se invita a creadores contemporáneos a reinterpretar obras clásicas desde una perspectiva actual. El montaje explora los conceptos de naturaleza y artificio, realidad y representación, ubicando al espectador en el centro de la obra.
El castor que lloraba puede disfrutarse hasta el 17 de noviembre de 2024 en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia de Madrid.
Título: El castor que lloraba Título original: El castor que lloraba
Dirección: Cabosanroque Dramaturgia: Cabosanroque (Laia Torrents Carulla y Roger Aixut Sampietro) Autoría original: Cabosanroque
Construcción: Cabosanroque y Kike Blanco
Desarrollo tecnológico: Julià Carboneras Girga
Interpretación musical: Pere Jou
Locuciones catalá y castellano: David Climent
Producción ejecutiva: Helena Febrés Fraylich
Concepto, creación, diseño de sonido, escenografía y música original: Cabosanroque
Locuciones inglés: Victoria Macarte y Nick Macarte
Adaptación Manuel de Falla: Cabosanroque
Imágenes: Cabosanroque i Frau Recerques Visuals Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico, Cabosanroque, Temporada Alta de Girona, Generalitat de Catalunya, Departament de Cultura i de l’Institut Català de les Empreses con el apoyo de Centre de Creació d’Arts Escéniques – El Canal de Salt, la Fundación Lluis Coromina y Amilux.
Tráiler de 'El castor que lloraba'
Sinopsis de 'El castor que lloraba'
Casi 400 años más tarde, vuelven a llegar al escenario los cuatro carros que cargaban las escenografías de El gran teatro del mundo. Dentro llevan, como antaño, pedazos de naturaleza y artefactos de magia escénica, peñascos y montes que se convierten en grutas, escenarios y maquinaria como los descritos por Calderón de la Barca en las memorias de apariencias de cada auto sacramental.
El mundo sigue siendo un gran teatro, y así va a ser representado, a través de un juego teatral, pero sus personajes ya no son los mismos. Estamos en tiempos del Antropoceno, la naturaleza agoniza, hemos leído a Nietzsche, y el Autor, el Mundo y los hombres han cambiado de manera irreversible.
Dos obras diferentes se superponen aquí: la que sucede dentro de las cuatro cajas, con un grupo de espectadores sobre el escenario, y la que escucha otro grupo desde platea a través de auriculares. Los hombres, tal y como decidió Calderón, serán espectadores y personajes a la vez. En mitad de la obra, los papeles se intercambiarán. Palabra, imagen y sonido están desencajados, y el espectador no podrá resolver la fricción entre naturaleza y artificio hasta que haya completado los dos papeles diferentes.
Cabosanroque sigue investigando sobre el formato teatral y cuestionando la relación del espectador con el escenario, esta vez reinterpretando el artefacto teatral de El gran teatro del mundo, en el que el teatro y el escenario son alegoría de la vida. (COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO).
Un auto sacramental para un mundo tecnológico
El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca es uno de los más conocidos autos sacramentales de nuestras letras. En él se establece una alegoría de la vida humana como representación teatral, en la que los papeles son asignados arbitrariamente por el autor. Cada alma debe jugar adecuadamente sus cartas para alcanzar la salvación tras la muerte.
El mundo en que vivimos lo digital roba espacio a lo analógico. Nos encontramos rodeados de plástico, máquinas y pantallas. Es difícil ver las estrellas o saber de dónde proceden los alimentos que nos llevamos a la boca. Vivimos en un mundo tecnológico donde el consumo es religión. En este contexto nuestro, ¿qué sentido tienen las palabras de Calderón?
El espectador como actor responsable
La instalación que nos propone Cabosanroque en El castor que lloraba establece un diálogo con El gran teatro del mundo. Nos confronta con el papel atroz que jugamos en el escenario mayor que es la Tierra. Cómo somos causantes de la destrucción de los hábitats, de la crisis ambiental y del cambio climático. Los ríos, montañas y paisajes luminosos de Calderón son sustituidos en esta ocasión por polución, basura y plásticos.
El espectador que se acerca a la instalación vive una experiencia única e interactiva. Es mucho más que un mero observador. Se va a convertir en el centro de la experiencia. Al llegar al teatro, debe elegir entre las dos puertas de la obra de Calderón, la cuna o la sepultura. Esa elección lo llevará a la platea o al escenario. Sin embargo, se trata de mucho más que una mera decisión simbólica.
Naturaleza vs. artificio
La experiencia se articula así en dos partes. Una, auditiva y verbal; la otra visual y sonora. En medio del escenario, cuatro cubos de madera sin procesar representan los carros de los autos sacramentales. En ellos se abren mirillas hacia el interior, desde las que los espectadores se convierten en observadores furtivos. Dentro, jugando con las texturas, la luz y materiales artificiales se desarrollan cuatro escenas simbólicas en un juego de contrastes entre lo natural y lo manufacturado. Una mezcla de murmullos, música, ecos distorsionados y ruidos metálicos forman la banda sonora de cada encuadre.
Mientras, los espectadores que ocupan la platea los miran y escuchan a través de auriculares la locución de David Climent. Una serie de efectos lumínicos acaba de completar la experiencia. A mitad del pase, los espectadores intercambian sus roles para experimentar ambas perspectivas. Si algo destaca en la instalación es el uso del sonido, en especial las grabaciones en espacios naturales. El canto de los pájaros, el murmullo del agua, el viento entre las hojas, el llanto del castor contrastan con los sonidos industriales. Esto genera una atmósfera que nos invita a abrir nuestros oídos y nuestras mentes y a sumergirnos en la experiencia.
Por últimos hay que reconocer y agradecer la estupenda labor del personal de sala al acompañar a los asistentes y facilitarles las instrucciones, asegurándose del desarrollo correcto y fluido de la experiencia.
Conclusión
El castor que lloraba de Cabosanroque es una instalación artística que dialoga con el auto sacramental de Calderón de la Barca El gran teatro del mundo. A través de una experiencia multisensorial, nos confronta con la contradicción entre lo natural y lo artificial y con nuestra responsabilidad sobre la conservación del hábitat. Gracias a un uso potentísimo del sonido, de texturas y de contrastes visuales nos cuestiona nuestra relación con el medio en un mundo fragmentado y al borde del colapso.
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