Como si Michael Haneke dirigiera Casa en llamas. Un fin de semana en el campo se convierte en el escenario perfecto para que una familia marcada por el rencor se saque los colores. El gorrión en la chimenea, película dirigida por Ramon Zürcher (La chica y la araña), nominada al Giraldillo de Oro como Mejor Película en el pasado Festival de Sevilla, ha sido seleccionada en la sección Domestic del Atlántida Mallorca Film Fest 2025 (del 27 de julio al 27 de agosto en Filmin)



El gorrión en la chimenea película

Crítica de 'El gorrión en la chimenea'

Ficha Técnica

Título: El gorrión en la chimenea
Título original: Der Spatz im Kamin

Reparto:
Maren Eggert (Karen)
Britta Hammelstein (Jule)
Luise Heyer (Liv)
Lea Zoë Voss (Johanna)
Ilja Bultmann (Leon)
Andreas Döhler (Markus)
Milian Zerzawy (Jurek)
Paula Schindler (Christina)
Luana Greco (Edda)
Finnigan Inan (Chico malo)

Año: 2024
Duración: 117 min.
País: Suiza
Director: Ramon Zürcher
Guion: Ramon Zürcher
Fotografía: Alexa Haßkerl
Música: Balz Bachmannnder
Género: Drama. Familia
Distribuidor:

Filmaffinity

IMDB

Tráiler de 'El gorrión en la chimenea'

Sinopsis

Las diferencias entre dos hermanas, Karen y Jule, se hacen latentes cuando sus familias se reúnen para celebrar una fiesta de cumpleaños en una alejada villa en el campo. (Filmin)



Dinámica de colisión

Lo que empieza como un encuentro rutinario para celebrar un cumpleaños como otro cualquiera, se va cargando de tensiones larvadas, malentendidos, pequeños roces cotidianos que van acumulando fuerza como brasas bajo la ceniza.

Lo interesante es cómo El gorrión en la chimenea transforma lo anecdótico en simbólico. Una frase mal dicha, una mirada esquiva, un gesto fuera de lugar, todo se convierte en la chispa que hace explotar todo. Cuando finalmente se desata el "infierno" que promete, no es una sorpresa, sino la única conclusión lógica de un sistema que venía resquebrajándose desde dentro.

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El hogar como trampa

Ramon Zürcher ya había demostrado en El extraño gatito su capacidad para transformar lo doméstico en algo casi coreográfico, lleno de ritmos internos y capas de tensión. En El gorrión en la chimenea, refina esa propuesta, y le añade una capa de violencia latente.

Cada escena parece cuidadosamente compuesta para dejar al espectador ligeramente descolocado. El uso del espacio es milimétrico, con habitaciones compartidas donde los personajes se rozan, se interrumpen, se observan sin hablar. Zürcher no juzga a sus personajes, simplemente los dispone como piezas en una mesa, y deja que colisionen por su propia inercia emocional, su mirada es clínica, sí, pero también profundamente humana.

Der Spatz im Kamin filme

Naturalismo tenso

El elenco de El gorrión en la chimenea logra transmitir una tensión constante sin necesidad de exageraciones. Las interpretaciones se mantienen siempre dentro de un naturalismo contenido, donde los gestos más mínimos tienen peso dramático.

Maren Eggert, que interpreta a Karen, consigue crear un personaje incómodo pero complejo, lejos de ser una simple villana doméstica, transmite una necesidad de control que se mezcla con inseguridades apenas disimuladas. Jule, interpretada por Britta Hammelstein, representa esa figura pasiva que, lejos de ser inocente, también carga con su parte de responsabilidad en el desequilibrio.

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La armonía del caos

En lo técnico, El gorrión en la chimenea apuesta por una estética limpia, casi minimalista, que contrasta con el caos emocional que se va acumulando. La fotografía trabaja con interiores cálidos pero asfixiantes, reforzando esa sensación de encierro emocional. Hay pocos exteriores y, cuando los hay, funcionan como espacios de fuga o de amenaza.

La banda sonora es casi inexistente, lo que refuerza el efecto realista pero también alimenta el malestar. La edición, precisa y quirúrgica, permite que cada escena respire pero no se relaje, manteniendo siempre el ritmo de un reloj que está a punto de romperse.

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Conclusión de 'El gorrión en la chimenea'

El gorrión en la chimenea es una película que no busca complacer, sino inquietar. Bajo su envoltorio de drama familiar se esconde una disección implacable de los vínculos afectivos y sus mecanismos de defensa. Ramon Zürcher demuestra, una vez más, que lo cotidiano puede ser un campo de batalla silencioso. No es una película cómoda ni emocionalmente accesible, pero tiene una coherencia y una mirada autoral que la hacen destacar.

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