"El monstruo de los jardines": Los clásicos no pasan de moda

El monstruo de los jardines se inspira en el episodio de Aquiles en Sciros, cuando es escondido por su madre, la ninfa Tetis, en la corte del rey Licomedes, disfrazado de mujer para que no se cumpla la profecía de su muerte en Troya.

Calderón pone el mito al servicio de sus inquietudes filosóficas y convierte a Aquiles en Segismundo. Así, vemos al héroe en ciernes saliendo de la cueva en que su madre lo ha tenido encerrado quince años, prácticamente naciendo al mundo, y lo seguimos en un viaje iniciático, a través de las mieles y las hieles del amor, hasta atisbar el héroe que será en Troya.

Las comedias mitológicas de Calderón representan el culmen del teatro barroco como fusión de las artes, y la maravilla de los versos que encierra este Monstruo de los jardines reclaman que lo situemos como una de las obras cumbre de don Pedro. (COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO). 

La disrupción de mirar atrás

Don Pedro Calderón de la Barca es uno de los autores más importantes del Siglo de Oro español y su legado sigue muy vivo todavía en la actualidad. Iñaki Rikarte se zambulle en El monstruo de los jardines en una de las comedias mitológicas más ricas en contenido del famoso dramaturgo. En esta versión, se mantiene intacto ese viaje vital que aflora en el héroe, exponiendo los distintos dilemas a los que se debe enfrentar con maestría. Además, se debe destacar la gran inteligencia en saber mantener la esencia del autor y demostrar que lo clásico sigue siendo una fuente muy potente de creatividad. El libreto es una preciosidad, donde ni sobra ni falta absolutamente nada, es perfecto. La guerra sigue siendo un leitmotiv poderoso, con un enfoque directo en este montaje, que todavía da más cuerpo a su conjunto.

Gracias a ello, se exponen reflexiones filosóficas en torno al encierro, al destino, al amor y a los propias conflictos bélicos. Por ello, se construye un relato complejo, donde cada perspectiva y cada matiz enriquece todavía más las conversaciones que se van desarrollando a lo largo de la pieza. Cabe destacar que el uso del verso y de un lenguaje propio a la obra que se está representando hace que el reto sea mayor para la accesibilidad del gran público, pero lo realiza con tal maestría que se convierte en una fuerza totalmente. Escuchar cada uno de los diálogos, de los pensamientos, cada palabra, es magnífico. Se puede decir, sin ningún problema, que se convierte en una de las mejores propuestas de la temporada y en una de las mejores adaptaciones de Calderón de la Barca.

La unión hace la fuerza

Una pieza fundamental ante un texto del calibre de El monstruo de los jardines es un reparto que esté a la altura y aquí se produce de esta manera. Miriam Queba se transforma en una Tetis que se enlaza como hilo conductor de la historia, convirtiéndose en una madre afectada y al mismo tiempo invadiendo de elegancia y fragilidad cada vez que aparece. Una voz prodigiosa que saca partido a su talento y es mágico verla en escena. Asimismo, Pascual Laborda se convierte en ese Aquiles más humano, con una interpretación completamente natural, donde sabe equilibrar lo cómico con lo épico y triunfa con su gran labor en escena. Ania Hernández es una Deidamia presente, que demuestra que la ligereza bien usada puede ser un gran arma a la hora de salir a escena. También aplaudir a Marc Servera, que con contundencia afronta su Ulises con una precisión certera.

Xavi Caudevilla ofrece un Libio espléndido, lleno de comicidad desde el primer minuto, que convierte en delicias cada una de sus apariciones. Sin duda, una gran labor escénica, que se agradece. Íñigo Arricibita y Antonio Hernández Fimia pisan con decisión las tablas, dejándose invadir por la identidad de la pieza, pintando de humor algunas partes, sin perder la esencia de sus personajes en ningún momento. Felipe Muñoz se mete en la piel de Lidoro y lo hace de una forma impoluta. Un anti-héroe perfecto y desde una naturalidad espléndida. Por último, unas magníficas Nora Hernández, Cristina Marín-Miró y María Rasco en sus distintas vertientes, siendo la de los mariachis su mayor apogeo. Cada una de las tres rema a favor de obra, siendo imprescindibles en todo momento. Un conjunto brillante.

La fantasía de lo actual frente al pasado

Una de las mayores sorpresas de El monstruo de los jardines es la propuesta escénica que se disfruta desde el primer momento. Hay veces que cuando se plantea cómo adaptar un clásico y llevarlo a una modernidad actual, se convierte en un reto de alto calibre. Aquí se cumple y con creces. La introducción de elementos alocados, como mariachis, un espacio de sonido que rememora la guerra y sin olvidar el transformismo que se explota en la pieza, hacen que se vea que es un montaje de alta calidad. Todos estos elementos confluyen sin problema, creando una sinergia maravillosa que deja embelesados a los asistentes de esta pieza.

El diseño de la escenografía es impresionante, no se deja ningún elemento al azar, prueba de ello son los distintos objetos que van apareciendo, todos ellos con un significado detrás. El movimiento y la coreografía de los personajes atina, permitiendo que se formule un juego dinámico en pos de la comedia más física, sin deslucir en ningún momento a la palabra. También cabe subrayar el diseño de sonido y la música, los cuales acaban por culminar todo el trabajo artístico que se sobre las tablas. Por otra parte, la iluminación juega un factor clave, al tener que seguir todo ese escaparate de acción, que logra envolver sin problema alguno. Para terminar, se puede decir que es un auténtico espectáculo, una obra que demuestra la fuerza del teatro y la importancia de ejecutar montajes arriesgados y potentes sin ningún miedo. Chapó.

Conclusión

El monstruo de los jardines es una de las mejores obras de la temporada 2023-2024, demostrando que los clásicos siguen muy vivos. Una adaptación a la altura del material original, que causaría el favor del mismísimo Calderón de la Barca, extraordinaria. Además, se adereza con un elenco maravilloso, en el que todos los intérpretes están maravillosos y brillan tanto de forma individual como en conjunto. El montaje es una delicia, modernizando la propuesta, pero de una forma inteligente y con un gusto exquisito. Cada elemento artístico y técnico es una maravilla, una pieza que sirve de ejemplo para mostrar el gran poder que tiene el teatro. Una ensoñación teatral que saca pecho por el legado de Calderón de la Barca y lo sublima en una experiencia sobresaliente. Imprescindible.

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