El síndrome del copiloto es la adaptación teatral de la novela “Mujeres que compran flores”, escrita por la novelista y dramaturga Vanessa Montfort. Está protagonizada por Cuca Escribano y Miguel Ángel Muñoz y estará en los Teatros del Canal hasta el 24 de abril.
Título: El síndrome del copiloto Título original: El síndrome del copiloto
Reparto: Cuca Escribano Miguel Ángel Muñoz
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Vanessa Montfort Dramaturgia: Vanessa Montfort Ayudante de dirección: Alexandru Stanciu
Escenografía: Estudio Dedos. Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (AAPEE)
Iluminación: Valentín Álvarez (AAI)
Música: Fernando Velázquez
Espacio Sonoro: Javier Almela
Movimiento escénico: Isabel Vázquez
Vestuario: Virginia Serna
Coordinación de producción: Elena Martínez
Coordinación Técnica: Alberto de las Heras
Prensa: María Díaz
Diseño gráfico: 16 Escalones
Redes: Concha Martín
Distribución: Elena Martínez/Sandra Avella Dirección de producción: Cuca Escribano
En colaboración con: Junta de Andalucía-Consejería de Cultura y Patrimonio Artístico. Teatro Cervantes de Málaga Producción: Avanti Teatro, en coproducción con: Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid – Madrid Cultura y Turismo S.A.U., 16 Escalones Producciones, Concha Busto Producción y Distribución, y María Díaz Comunicación.
Tráiler de 'El síndrome del copiloto'
Sinopsis de 'El síndrome del copiloto'
El síndrome del copiloto nos presenta a Marina, una mujer sola en medio del Mediterráneo sobre un velero que no sabe navegar, el de Óscar. Debe cumplir con su último deseo: cruzar el Estrecho y arrojar sus cenizas en Tánger.
Durante esta gran aventura marítima de ocho días, nuestra heroína tendrá que superar muchas pruebas: revivir su historia de amor con el recuerdo de Óscar que viaja con ella y, el mayor de los peligros, recuperar sus sueños y el timón de su propia vida. Esta emocionante adaptación del Best-Seller “Mujeres que compran flores” es heredera del espíritu de “El viejo y el mar”, “La Odisea” y “Cinco horas con Mario”. Parte de su éxito se debe a haber puesto nombre a un síndrome heredado contra el que lucha la generación actual de mujeres que viven bajo la presión de la mujer perfecta. (TEATROS DEL CANAL).
Las mujeres de Vanessa
Avanti Teatro, la compañía creada por el actor Eduardo Velasco, coproduce esta obra en la que Vanessa Montfort nos relata la travesía por el Mediterráneo de Marina (Cuca Escribano), una mujer que acaba de perder a su marido. Lo que empieza siendo el cumplimiento de una última voluntad, se convierte en un desafío físico y mental para una mujer que, hasta ese momento, ha vivido a la sombra del capitán.
La vida y la navegación se convierten en una misma cosa: un viaje cargado de incertidumbres. La vida (el mar) es una sucesión de momentos impredecibles, de animales salvajes que pueden hacernos volcar, de tormentas que hacen rugir al oleaje tan fuerte que ensordecen hasta nuestros pensamientos. Hay que ser fuerte para continuar navegando cuando el viento sopla a favor, del mismo modo que hay que saber cuándo parar y dejarse llevar por la corriente. Marina se embarca en el Peter Pan, un barco que conoce bien, pero que nunca ha capitaneado sola. ¿Qué acto de amor enfrentarse a tal hazaña, verdad? Miedosa, dubitativa, insegura como es, pero ahí está, subida al barco con unas pocas provisiones y con el objetivo de llegar hasta Tánger.
En un principio, parece que no es ella quien lo ha decidido, sino Óscar (Miguel Ángel Muñoz), su marido, pero según avanza el viaje nos damos cuenta de que sí es ella quien ha tomado la última decisión, la de estar ahí en medio de la tormenta de un mar embravecido. Ha aceptado el desafío de dejar atrás El síndrome del copiloto y tomar las riendas de su vida. En la novela de Vanessa Montfort, Marina es un personaje más de los que integran el grupo de mujeres de cuyas historias se nutre la trama, pero en El síndrome del copiloto es la única protagonista, junto a Óscar, el marido ausente que la acompaña en forma de recuerdos. Un marido paternal con demasiados consejos en su mochila.
Equilibrios en escena
Casi cuesta concentrarse en la voz de los personajes y en su historia tras la majestuosa escenografía de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán. Una estructura que a veces se balancea en el aire y otras se apoya en el suelo como una peonza. Junto al espacio sonoro y la iluminación, esta estructura nos traslada al Mediterráneo casi al instante. Una magnífica puesta en escena para un relato muy visual de una navegación que, sin embargo, también nos hace reflexionar sobre las relaciones humanas y sobre el amor. Cuca Escribano aparece en escena haciendo equilibrios sobre el barco, que se desnivela bajo sus pies, al tiempo que interpreta el texto con acierto y adquiriendo firmeza según avanza la función.
No es fácil moverse sobre un escenario con naturalidad, no es como caminar por la calle, la intención es diferente, así que mucho más difícil es hacerlo sobre un pequeño espacio móvil lleno de cabos y agujeros. Se complica cuando aparece en escena Miguel Ángel Muñoz, que sube al barco para interpretar al marido que sigue apareciéndose en los recuerdos de Marina. Ambos intérpretes aguantan el ritmo que impone el texto e interpretan a dos personas con un carácter opuesto. El libreto peca de frases motivacionales y podría haber ahondado más en el conflicto de la pareja, en su historia, para mantener la reflexión a la que se enfrenta el espectador en los primeros momentos de la obra. En cualquier caso, El síndrome del copiloto nos adentra en lugares comunes que, a veces, es necesario revisitar y nos ofrece un espectáculo teatral muy sugestivo.
Lo real y lo inventado
El síndrome del copiloto del que nos habla Vanessa en esta obra, podría ser primo hermano del complejo de Cenicienta del que nos habló Colette Dowling en 1996 y quizás también primo hermano del tan nombrado síndrome del impostor. Lo que le ocurre a Marina es lo que le ocurre a muchas mujeres y tiene que ver con el miedo a la independencia e inseguridad ante la propia valía, sobre todo, en relación a un hombre. Un miedo que se ha vuelto estructural debido a siglos de educación discriminatoria. Óscar es un hombre seguro de sí mismo, alegre, atrevido, mientras que Marina es todo lo contrario y no es una casualidad, no es solo una cuestión de carácter.
Estamos ante una ficción, pero en El síndrome del copiloto hay mucha realidad a la que llegamos a través de metáforas y de una escenografía protagónica. También la iluminación y la música son piezas fundamentales de la obra. Le dan el empaque y la complexión que le falta a la trama y convierten el escenario en un espacio casi onírico.
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