Siguiendo el éxito inesperado de la novela "Banka", el maestro Heinosuke Gosho se encargó de Elegía (Northern Elegy), ambiciosa adaptación que explora las infidelidades, mentiras, juegos de roles y encuentros sexuales de un insatisfecho matrimonio y sus respectivos amantes en el gélido escenario de Hokkaido con resultados trágicos. Su reparto, que contó con algunos de los rostros más populares del momento (como la joven Yoshiko Kuga, los veteranos Tatsuo Saito y Masayuki Mori o la estrella del cine dramático y de la canción Mieko Takamine), los temas de la propia historia y su estilo, tan propio del melodrama occidental, le aseguraron unos enormes ingresos de taquilla. Se estrenó en Japón el 1 de Septiembre de 1957.



Elegía (Northern Elegy) película

Crítica de 'Elegía'

Ficha Técnica

Título: Elegía
Título original: Banka / Aijo no keifu / Northern Elegy

Reparto:
Yoshiko Kuga (Reiko Hyôdô)
Masayuki Mori (Setsuo Katsuragi)
Tatsuo Saito (El padre de Reiko)
Kumeko Urabe (La anciana criada de Reiko)
Chikako Kaga (Tomoko, sobrina de Setsuo)
Mieko Takamine (Akiko Katsuragi)
Etsuko Nakazato (Kumiko Katsuragi)
Masahiko Naruse
Teruo Matsuyama
Akira Ishihama (Mikio Fusada)
Fumio Watanabe (Tatsumi Furuse)
Atsuo Takasaki (Nobuhiko)

Año: 1957
Duración: 116 min.
País: Japón
Director: Heinosuke Gosho
Guion: Toshio Yasumi, Shigeko Yuki. Novela: Yasuko Harada
Fotografía: Junichi Segawa (B&W)
Música: Yasushi Akutagawa
Género: Drama romántico
Distribuidor:

Filmaffinity

IMDB

Sinopsis de 'Elegía (Northern Elegy)'

Cruce de destinos en un triángulo amoroso formado por una adolescente atormentada y algo perversa y un matrimonio carcomido por el aburrimiento y la incomunicación.



Una historia de Hokkaido

A sus 28 años Yasuko Sasaki, tras un largo esfuerzo escribiendo sólo relatos cortos, lograría un éxito sin precedentes poco después de publicarse su novela de casi 800 páginas "Banka". Ésta, influenciada por el drama romántico europeo y por la literatura de Françoise Sagan, de la que era una fanática, sorprendió a los lectores japoneses (en especial al público femenino) planteando una historia adelantada a su tiempo en todos los sentidos.

Cientos de miles de copias, varios galardones y el aplauso de críticos y autores veteranos se sucedieron para una autora casi desconocida. Tal fue el impacto de esta obra que estimuló el auge del turismo en Hokkaido y en la neblinosa y húmeda ciudad portuaria de Kushiro, donde tenían lugar los hechos.

A todo esto ayudó la decisión de la editorial de vender los derechos a Shochiku y preparar, después de cambiar mucho de manos la responsabilidad de la producción, una adaptación que terminó aceptando el genio de los dramas Heinosuke Gosho, en ese momento en la cumbre de su carrera y disfrutando de la acogida de "Yellow Crow", poco después premiada con el Globo de Oro, a quien entusiasmó la audacia del texto de Sasaki.

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Tradiciones y deseos

El inicio de Elegía (Northern Elegy), en un bello entorno natural bañado en el vaporoso blanco y negro de la fotografía de Junichi Segawa, establece los principios del melodrama, así como la guía a través de la historia gracias a la muy novelesca narración en primera persona de la protagonista, encarnada por la joven estrella Yoshiko Kuga.

Es el final de los '50 y se notan los vientos de cambio en la tradicional sociedad japonesa, y uno de los principales temas aquí es el gran contraste entre generaciones; la vital, independiente, romántica y algo perversa Reiko, miembro de un grupo de artistas bohemios, es una fuerza de choque que lo ejemplifica a la perfección.

Y un hombre maduro (Setsuo, un arquitecto y veterano de la 2.ª Guerra Mundial) es el motivo de su deseo, así el conflicto generacional se eleva a razones sentimentales. Con su habitual sobriedad tras la cámara, Gosho se desliza por los mismos escenarios cotidianos hasta hacernos parte de ellos, y adopta un estilo deudor del melodrama occidental tanto en forma y técnica como en el desarrollo de la historia y la caracterización de personajes.

No tardamos en ser absorbidos en la tela de profundos deseos, secretos no confesados y romances furtivos que ronda al cuarteto principal: el matrimonio Setsuo y Akiko Katsuragi y sus dos amantes, Tatsumi (un joven estudiante de medicina) y Reiko. Se produce una doble traición al conservador núcleo familiar nipón.

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Amantes parásitos

La esposa y el marido caen presa de su incontrolable pasión y la lucha contra el tedio del matrimonio, que hallan en almas jóvenes y enérgicas, incapaces de comprender la estoicidad, abnegación y empeño en guardar las apariencias de la vieja generación.

No existe lección ética ya que todos tienen su parte de culpa, sin embargo Reiko se desvela una instigadora, una cuidadosa manipuladora de intenciones poco comprensibles y actos inesperados, que usa su paralizado brazo derecho y la ausencia de una madre como escudo y a la vez para alimentar su victimismo.

Y cuando el tema de la aventura amorosa pudiera estancarse en lo repetitivo, el guión vira en redondo: mientras Setsuo es transferido a otra ciudad Reiko invade su hogar, incluso entabla una relación de amistad con su esposa, aún carcomida por la culpa de la infidelidad.

De este modo, jugando con la ignorancia de Akiko, ella parece hinchar su egoísmo, sensación de poder y envidia...quizás por no poder aspirar al mismo sufrimiento por amor, soportado con esa silenciosa dignidad, o por no conocer las maneras de una esposa al carecer de un referente materno. Y esa envidia la lleva, sin darse cuenta, a la admiración.

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La fatalidad como único destino

No cuesta sentir repulsión por este personaje parasitario, que, al encontrar en Akiko a una madre sustitutiva, pretende dignificarse despreciando a Tatsumi (que no es sino su homólogo), mientras continúa conspirando contra ella (lástima que esa madre "de reemplazo" no sea la amante de su padre, más importante en el texto pero aquí relegado por obligación de acortar la trama).

Gosho atrapa a los personajes en una atmósfera de niebla y frío perpetuo y escenarios pequeños y cerrados, haciendo que cada encuentro entre ellos (sobre todo los de Setsuo y Reiko) sea una explosión de emociones en pantalla.

Las emociones se sienten a flor de piel, la mano maestra del cineasta las hace chocar en una tormenta sentimental de tensión creciente cuyo único destino es la fatalidad, pero conduciéndose por una serenidad clásica. Es la serenidad de Akiko la que influye y se instala en la historia.

De ahí que la maravillosa Mieko Takamine acapare más protagonismo en Elegía hasta ser la verdadera fuerza impulsora del argumento, por mucho que los movimientos de mayor importancia pertenezcan a Reiko, quien terminará siendo víctima de sus traiciones, aun estando en posesión del hombre que una vez anheló...

Conclusión de 'Elegía'

A pesar de su poder emocional y un giro de guión impactante, el epílogo de Elegía (Northern Elegy) parece demasiado largo, innecesario y no sirve para que simpaticemos con Reiko (si bien eso ya era imposible). No se llega a ninguna conclusión clara, ni satisfactoria...

Porque no hay perdón, redención, piedad ni despedida amorosa, sólo sacrificio, amargura y el eco de los recuerdos flotando en las montañas de Kushiro.

Como de costumbre en sus turbulentos melodramas Gosho se muestra aquí implacable, y aunque a finales de aquellos años '50 éstos y su estilo clásico empezaron a ser sustituidos por películas mucho más provocativas sobre apasionados romances juveniles, "Banka" también lograría un tremendo éxito de público y crítica.

Nuevas versiones de la novela serían producidas tanto para el cine como para la televisión, siendo la más destacada la de 1976, protagonizada por Tatsuya Nakadai y Kumiko Akiyoshi.

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Chris Jimenez
Amante del cine desde siempre, de cualquier época, país o género, pero en especial del cine asiático. Realizador de cortometrajes y películas por pura afición. En proceso de un curso de formación profesional de escritura de guión.
elegia-northern-elegy-critica-peliculaA pesar de su poder emocional y un giro de guión impactante, el epílogo de Elegía parece demasiado largo, innecesario y no sirve para que simpaticemos con Reiko (si bien eso ya era imposible). No se llega a ninguna conclusión clara, ni satisfactoria... Porque no hay perdón, redención, piedad ni despedida amorosa, sólo sacrificio, amargura y el eco de los recuerdos flotando en las montañas de Kushiro. Como de costumbre en sus turbulentos melodramas Gosho se muestra aquí implacable, y aunque a finales de aquellos años '50 éstos y su estilo clásico empezaron a ser sustituidos por películas mucho más provocativas sobre apasionados romances juveniles, "Banka" también lograría un tremendo éxito de público y crítica. Nuevas versiones de la novela serían producidas tanto para el cine como para la televisión, siendo la más destacada la de 1976, protagonizada por Tatsuya Nakadai y Kumiko Akiyoshi.

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