Eloy de la Iglesia, adicto al cine es un documental dirigido por Gaizka Urresti, especializado en este género con películas como El último guion (2008) sobre Buñuel o Labordeta, un hombre sin más (2022), ganadora del Goya. Urresti crea un documento inédito a través de imágenes de archivo y testimonios de quienes trabajaron con él, para redefinir la figura tan compleja y fascinante del cineasta Eloy de la Iglesia. Entre los testimonios, destacan los de José Sacristán, Ángel Pardo, Fernando Guillén Cuervo, Gaspar Noé, José Luis Garci o Luis E. Parés. Estreno en salas de cine españolas el 25 de diciembre de 2025.

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Eloy de la Iglesia, adicto al cine

Crítica de 'Eloy de la Iglesia, adicto al cine'

Ficha Técnica

Título: Eloy de la Iglesia, adicto al cine
Título original: Eloy de la Iglesia, adicto al cine

Reparto:
Eloy de la Iglesia
José Sacristán
Ángel Pardo
Fernando Guillén Cuervo
Gaspar Noé
José Luis Garci
Fernando Méndez-Leite
María Luisa San José
Luis E. Parés
Marisol Morcillo
Pedro Olea
Claudia Gravy

Año: 2025
Duración: 95 min.
País: España
Director: Gaizka Urresti
Guion: Gaizka Urresti, Moisés Garrido, Juan Barrero
Fotografía: Pepe Añón
Música:
Género: Documental
Distribuidor: Urresti Producciones

Filmaffinity

IMDB

Tráiler de 'Eloy de la Iglesia, adicto al cine'

Sinopsis

Un director de cine valiente, un enfant terrible en sus inicios, combativo contra la censura, buscando siempre los límites de la libertad de expresión, cronista dela parte más oscura de la Transición, caerá en los infiernos de la drogadicción y durante más de una década será olvidado y en ocasiones repudiado, pero logrará salir del ostracismo para volver a hacer cine, esa adicción de la que jamás pudo desengancharse. (Urresti Producciones)

Dónde se puede ver el documental en streaming



Vida y obra de un hombre libre  

Eloy de la Iglesia nació en 1944 en un pueblo de Guipúzcoa, aunque se crió en Madrid. Estudió filosofía y pronto mostró una gran inquietud por la narrativa visual. Tras varios trabajos televisivos, en 1966 debutó con su primer largometraje, Fantasía 3. 

El documental Eloy de la Iglesia, adicto al cine muestra cronológicamente las diferentes etapas vitales de Eloy y cómo sus películas reflejan su forma de contemplar el mundo en cada momento. Su carrera abarca desde el franquismo y la censura —que sufrió especialmente— hasta el cine quinqui, que lo llevó a convertirse en el protagonista de una de sus narraciones, difuminando la delgada frontera que separa la realidad de la ficción. Tras años aislado y separado de la esfera pública por problemas de drogadicción, Eloy regresó con energía para retomar su otra adicción: la cinematográfica. Por desgracia, no vivió los años suficientes para superar la cumbre que alcanzó con algunas de sus obras pasadas. Militar en el partido comunista, junto con su homosexualidad abierta, le acarreó problemas con los censores y una reputación de artista incómodo.

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Eloy de la Iglesia, adicto al cine

Temas recurrentes 

Eloy de la Iglesia abordó temas que sus contemporáneos evitaron y que incluso hoy día resultarían controvertidos. De hecho, su cine fue tan provocador que se le ha comparado con directores como Pasolini o Fassbinder. Destacan La semana del asesino (1972), El diputado (1978), Navajeros (1980), El pico (1983) o La estanquera de Vallecas (1987).

El documental de Gaizka Urresti enfatiza cómo su manera de vivir marcó su cine. Para Eloy de la Iglesia el cine era resistencia, un trampolín para dar visibilidad a realidades silenciadas por el régimen franquista. Al mismo tiempo, es un cine social que pone en entredicho a las estructuras de poder y moral que imperaban. Urresti consigue entablar un diálogo vivo con la identidad de un país y de un pueblo que acudía y respondía con admiración a cada estreno del director. 

Urresti articula Eloy de la Iglesia, adicto al cine a través de un montaje fluido que alterna entre fragmentos fílmicos y entrevistas con material de archivo, relacionando el cine del director con los cambios sociales y políticos que se estaban produciendo. En ocasiones, el enfoque es analítico, describiendo el cine de Eloy como más impuro y visceral; en otras, se centra en la parte más emocional, sostenida por las anécdotas de quienes lo conocieron. El resultado final es el de un cineasta que filma desde la admiración, sin intentar ocultarlo, creando un retrato sin distancia crítica con la obra de Eloy de la Iglesia.

Eloy de la Iglesia, adicto al cine

¿Adicto a vivir?

Otro asunto que marcó su vida y su filmografía fue la relación que mantuvo con el actor José Luis Manzano. Desde que lo conoció, se transformó en su pupilo. A partir de ahí lo cuidó y dio el papel protagonista en sus futuras producciones. Hasta que Eloy de la Iglesia decidió exhibir cómo se vivía en los márgenes de la sociedad y cómo los héroes quinquis eran tratados como Robin Hood de la ciudad. Durante ese período surgieron algunas de sus películas más conocidas y, tristemente, fue su período más oscuro.

El mundo de drogadicción, que tan bien se dibujaba en la pantalla, manifestaba literalmente lo que sucedía detrás de ella. Las drogas y los excesos en el rodaje se convirtieron en algo habitual y pocos salieron ilesos de esa situación. El cineasta cayó preso de la heroína y con él su amante, Manzano, que murió en casa del director de una sobredosis. 

Los placeres ocultos

Conclusiones de 'Eloy de la Iglesia, adicto al cine'

Eloy de la Iglesia, adicto al cine es un documental imprescindible para cualquier amante del cine. No solo porque rescata al director, tal vez, más irreverente y menos complaciente con el sistema artístico, político y social de su época, sino porque nos invita a pensar el cine como un refugio. Eloy de la Iglesia no renunció a su libertad creativa incluso cuando eso le costó la incomprensión y el rechazo de quienes tenía más cerca.

Más que una biografía convencional, este documental es un retrato íntimo de un artista que transformó el cine en su obsesión. Su mirada transgresora e incómoda sigue siendo esencial para comprender el cine de las décadas de los años 70 y 80. No obstante, y como fiel admiradora, me pregunto si la sociedad actual estaría preparada para revisitar algunas de sus películas sin sentir cierta incomodidad.

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