Carlos Aladro llega al Teatro de la Abadía con el estreno de El pato salvaje, de Henrik Ibsen. En esta ocasión, la versión corre a cargo de Pablo Rosal. Se podrá disfrutar desde el 17 de mayo hasta el 19 de junio en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía.
Estreno de 'El pato salvaje'
En 1982 fue el estreno original de El pato salvaje en el Teatro María Guerrero de Madrid, con versión de Antonio Buero Vallejo y dirección de José Luis Alonso, adaptación de una de las obras maestras de Henrik Ibsen. Desde entonces no se había vuelto a representar en España. Cuarenta años después, Carlos Aladro vuelve a dirigir el texto de Ibsen con versión de Pablo Rosal a partir de la traducción de Cristina Gómez-Baggethun, en una producción propia de Teatro de La Abadía.
Este montaje será el primer Ibsen de La Abadía, siguiendo la tradición de la casa de poner en escena grandes textos de la historia del teatro. Y será el segundo Ibsen en la trayectoria de Aladro, que hace años dirigió "El maestro constructor Solness" en Lisboa. «El pato salvaje se alza como una desvergonzada maquinaria que pone en duda la pervivencia del drama mismo y la vigencia de nuestros endebles valores —afirma el director—. Un mensaje cargado de perplejidad y conciencia para el futuro».
El elenco de la obra está compuesto por Ricardo Joven (el capitán Ekdal), Juan Ceacero (Hjalmar Ekdal), Eva Rufo (Gina Ekdal), Nora Hernández (Hedvig Ekdal), Jesús Noguero (el director Werle y el doctor Relling), Pilar Gómez (Berta) y Javier Lara (Gregers Werle). El equipo lo completan Eduardo Moreno (espacio escénico), Almudena Bautista (vestuario), Pau Fullana (diseño de luz) y JUMI (espacio sonoro).
En palabras de los autores
“Montar una obra de Ibsen en ya pleno siglo XXI es un acto de responsabilidad cultural y devoción teatral que debe ser celebrado. Es, si cabe, un acto de resistencia extremadamente útil y necesario, y es que, quizá, no hay nada que defina mejor nuestro tiempo que el consumo hiperindividualizado de complejos dramas: y en eso, Ibsen, tiene sustancial y fundacionalmente bastante que contarnos. En un mundo que perdía referencias y valores de forma precipitada y terminal, el autor noruego consolidó una forma dramática que conseguía abrazar la confusión moderna que se expandía sin freno. Su Drama conquistó a la humanidad y se ha diseminado infinitamente en todo hasta nuestros días. Montar un Ibsen es un acto de clarividencia desesperado”.
Pablo Rosal
“El pato salvaje es un enigmático drama, aislado dentro de la indisoluble dupla vida-obra que fue la existencia y trayectoria de Ibsen. Marca un punto de inflexión y concita una desconcertante mezcla de temas y géneros que multiplica la fascinación por uno de los indiscutibles consolidadores del drama moderno. Adentrarse en Ibsen en el siglo XXI es intentar comprender el poder de subyugación de las ficciones, la multiplicidad de capas que apabullan y perforan la realidad, el indiscernible peso del pasado. El pato salvaje se alza como una desvergonzada maquinaria que pone en duda la pervivencia del drama mismo y la vigencia de nuestros endebles valores. Un mensaje cargado de perplejidad y conciencia para el futuro”.
Carlos Aladro
“El sujeto moderno seducido, y convencido, por su propia individualidad es inevitablemente aplastado por el peso de la herencia cultural. Herido al nacer, ha devastado espiritualmente la realidad, desconfía de la comunidad, y se queja y condena al mundo, exigiendo para sí mismo, aquello que ya ha devastado”.
Sobre la obra de Ibsen
La trama del estreno de El pato salvaje gira alrededor de las mentiras vitales que mantienen en pie a una familia, que se van desvelando al hilo de un reencuentro entre dos amigos de la juventud: Hjalmar trabaja como fotógrafo, sueña con un gran proyecto, está casado y tiene una hija; su antiguo amigo Greger acaba de regresar de un largo aislamiento en el Norte y se empeña en perseguir la verdad. ¿Por qué la relación entre esas dos familias está tan marcada por una sensación de dependencia? No todos ven lo que a la vista está.
Ibsen empezó a escribir El pato salvaje en abril de 1884 y lo publicó en noviembre del mismo año. En enero de 1885 tuvo su estreno absoluto. En algunos apuntes que se conservan, Ibsen escribió sobre la obra: «La metáfora del pato salvaje: cuando están heridos esos tercos animales se van al fondo del agua y con sus picos se sujetan allí abajo—; Pero si tienes un buen perro y si el agua no es demasiado profunda, entonces— Hedvig como pato salvaje— Las experiencias de Gregers en la infancia, las heridas. Ningún mal de amores; no, mal de familia— Lo que hay de doloroso en las escenas del hogar—».
Hacía ya veinte años que Ibsen había abandonado su Noruega natal, un exilio voluntario que pasó en Roma, Múnich, Dresde… Cuando escribió El pato salvaje estaba viviendo en Roma. «El aire italiano y la agradable forma de vivir aquí en el Sur aumentan enormemente mis ganas de crear», escribió en una carta.
Vida familiar
En la obra resuenan ecos de su vida familiar: hijo ilegítimo, la mala relación con su padre, la bancarrota del padre… En otra carta dijo: «Todo lo que he escrito tiene una conexión sumamente estrecha con lo que he vivido, aunque no sean experiencias mías; cada texto me ha servido de recurso para encontrar liberación espiritual y purificación».
En el estreno de El pato salvaje se juntan tres vertientes de la escritura de Ibsen: la crítica social, el drama en el seno de la familia, y un simbolismo que deja entrever otras posibles lecturas. También combina momentos de humor con el evidente dramatismo que atraviesan sus personajes. A menudo se mueven en un estado de patetismo que puede descolocar al espectador. El propio Ibsen resume los temas clave a lo largo de su obra así: «el conflicto entre el anhelo y la competencia, entre la voluntad y la capacidad, el solape de tragedia y comedia sea en un plano general o el plano individual».
FUENTE DPTO. DE COMUNICACIÓN DE TEATRO DE LA ABADÍA
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