"Extremo": La tentación de tomarse la justicia por su mano

Extremo es un thriller trepidante que plantea un debate moral importantísimo y profundo en la sociedad actual en la que las leyes sobre la violencia sexual están en constante transformación y dialogo de la agenda política y social.

La magnitud de las consecuencias psicológicas y emocionales de una agresión sexual se cuentan perfectamente en el texto de Mastrosimone, que elige una situación extrema para que podamos entender el proceso y reafirmemos la necesidad de fortalecer las leyes contra la violencia sexual. (TEATRO LARA). 

Las costuras del sistema respecto a los delitos sexuales

Extremo tiene el reto de ser un thriller sobre las tablas, en el que la tensión deba mantenerse hasta el final. La versión de López-Tagle, quien también dirige la pieza, sabe crear una propuesta a caballo entre lo puramente teatral, lo minimalista (al carecer de complejos decorados) y lo cinematográfico, al introducir secuencias fuera de escena que son mostradas en la pared del escenario. Propuesta atrevida, cercana al espíritu cinematográfico y que ahonda, más si cabe, en esa sensación de angustia que plasma el dramaturgo.

Y lo logra con una propuesta muy física, en la que la propia advierte de que lo que se ve es pura ficción y una serie de coreografías ensayadas por el elenco. La propuesta empieza con Marjorie, una veinteañera que está sola en casa. Aprovechando esto, entra en escena Raoul, un tipo tenebroso que intentará violarla. Pero la joven logra zafarse y encerrarlo en la chimenea.

Situación límite

Con un clima de tensión que se siente casi nada más comenzar la obra, López-Tagle va adentrándose en una situación límite, en la que se muestra a un grupo de tres chicas, compañeras de piso, convertidas en juez, fiscal y jurado. La obra, de 1982, plasmaba la impunidad que existía ante un intento de violación, dado que la protagonista, al lograr huir, no podía demostrar que su atacante intentase agredirla sexualmente y matarla. A lo largo de la pieza, se van planteando dilemas relacionados con la credibilidad de la víctima y cómo su verdugo puede salir impune, evidenciando así las costuras del sistema judicial.

Dado que tiene que llevarlo a la actualidad y ante un sistema judicial ajeno al español, López-Tagle reinterpreta la obra con las costuras que existen todavía en la justicia estadounidense, en la que se tiende mucho evitar ir a juicio y los acuerdos fuera de tribuna. Además, esta versión plasma cómo las tres amigas viven en una fina línea de confianza o desconfianza, de cómo la situación límite las lleva a confesar lo que ninguna sabía de la otra.

Un thriller en máxima tensión hasta el final

Por otro lado, se muestra el lado más primario del ser humano, especialmente del “monstruo”, de cómo el verdugo encerrado busca fingir ser un cordero, de cómo se aprovecha de la ausencia de pruebas para provocar desconfianza en el grupo. También el otro lado, el de la víctima que termina siendo presa del odio y corre el riesgo de ejercer un papel victimario. En medio, dos posiciones que intentan introducir raciocinio en esta espiral digna de títulos como Big Bad Wolves.

López-Tagle crea un sublime thriller, que deja poso en el público, con unos actores que se entregan en cuerpo y alma a una producción que mantiene la tensión hasta el final y que vuelve a recordar que, a pesar de los avances, las agresiones sexuales a mujeres son delitos demasiado presentes en la sociedad (la obra recuerda que siguen muy presentes en la española). Además, Extremo deja en evidencia la nula asistencia de las víctimas, de cómo la justicia se enfoca sólo en enjuiciar al agresor, dejando a las damnificadas vulnerables en materia de salud mental.

Conclusión

Con cuatro actores espléndidos, Claudia Galán, Paula Iglesias, Irene Rojo y Javi Hernández, Extremo es un thriller magnífico, de esos que se deleita por su dosificado suspense y su capacidad de atrapar. Supera, inclusive, a la adaptación cinematográfica producida en 1986, que dirigió Robert M. Young y protagonizaron Farrah Fawcett, Alfre Woodard, Diana Scarwid y James Russo. Una soberbia adaptación que recuerda, tristemente, que un tema abordado en 1982 continúa vigente 41 años después.

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