Fuenteovejuna de Lope de Vega abre la temporada en el Teatro de la Comedia de Madrid. Rakel Camacho dirige la versión de María Folguera de esta tragedia que nos habla del abuso de poder y de la fuerza de la cooperación, de la violencia contra las mujeres y, sobre todo, de la dignidad frente a la tiranía.
Título: Fuenteovejuna Título original: Fuenteovejuna
Reparto: Pedro Almagro
Mikel Arostegui Tolivar
Lorena Benito
Carmen Escudero
Mariano Estudillo
Cristina García
Jorge Kent
Pascual Laborda
Vicente León
Lucía López
Cristina Marín-Miró
Chani Martín
Eduardo Mayo
Nerea Moreno
Laura Ordás
Jaime Soler Huete
Fernando Trujillo
Adriana Ubani
Alberto Velasco
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Rakel Camacho Versión: María Folguera Escenografía: Monica Borromello
Dirección musical: Raquel Molano
Lucha escénica: Kike Inchausti
Ayudante de escenografía: Mauro Coll
Especialista en heridas y sangre: Lolita
Iluminación: Pilar Valdelvira
Composición musical: Pablo Peña y Darío del Moral
Asesor de verso: Chelo García
Ayudante de iluminación: Marina Cabrero
Vestuario: Rosa M. García Andújar
Coreografía: Sara Cano
Ayudante de dirección: Marlene Michaelis y Pablo Martínez Bravo
Ayudante de vestuario: Rosa Rocha Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico
Tráiler de 'Fuenteovejuna'
Sinopsis de 'Fuenteovejuna'
Fuenteovejuna es piel, carne, huesos. Es la humanidad lanzando y recogiendo una pregunta imposible de responder: ¿cómo acabar con la violencia? ¿Por qué se perpetúa siglo tras siglo, año tras año, día tras día? Disculpen la osadía, y también la obviedad, ya que no entiendo, ni quiero hacerlo, cómo es posible que en pleno siglo xxi sintamos con tal fuerza el impacto que emana de los versos de esta obra cumbre del Fénix de los Ingenios. Hay quienes han dicho (y hay quienes dicen) que en todas las revoluciones debe correr la sangre para subvertir el orden establecido; yo no lo sé (aunque reconozco haberlo dudado). Creo que Lope de Vega tampoco lo sabe. Él quiso reconstruir los hechos para contarlos al público, escribió esta bella y terrible obra para, como Laurencia, decir: «Luego la infamia condeno». Escribió una historia en la que el amor es castigado.
Esta Fuenteovejuna quiere mirar al pasado para no olvidar. Para comprender nuestros orígenes. Para acercarnos al centro de la esencia humana a través de la música, lo ancestral, la vibración del verso y de los cuerpos conviviendo en una comunidad con la que compartimos historia. (COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO).
Foto de Pablo Lorente
Lo audaz y lo excesivo
El programa de este año del Teatro de la Comedia en colaboración con el Museo del Prado es una joya para atesorar. En el caso de Fuenteovejuna, el cartel recrea el lienzo de autor anónimo llamado Retrato de caballero de la orden de Calatrava. La expresión de la mirada del retratado, el jubón negro, la lechuguilla sugieren un clasicismo austero. Sin embargo, lo que nos encontramos en la propuesta de Rakel Camacho, la primera mujer que dirige esta obra fundamental del repertorio, es todo lo contrario.
El diseño escénico alucinado es lo más destacable del montaje. Y en él radican todos sus defectos y todas sus virtudes. Nos encontramos con una sobrecarga sensorial, una escena repleta de texturas, objetos, colores, accesorios, disonancias. La intención es clara. Sacar de un tiempo y de un espacio concreto la historia, que tiene, por cierto, una base real. Descontextualizarla, para hablar desde lo universal. El escenario se convierte en una especie de Aleph borgiano donde están mezclados todos los tiempos y lugares posibles. Todo a la vez en un solo lugar. Y eso tiene un problema. Dispersa la atención. Cae en la caricatura y, en alguna ocasión, en lo ridículo. Y lo que es peor, nos hace estar más pendientes de la ocurrencia que de la palabra y las interpretaciones.
Foto de Pablo Lorente
Un grito de justicia
Sin embargo, cuando la violencia explícita y la sangre se convierten en protagonistas el montaje alcanza su cénit. Las tres escenas climáticas, el monólogo de Laurencia, la muerte del Comendador y el interrogatorio, se convierten en ritos orgiástico y purificadores. Nos confronta entonces a una lectura renovada del texto.
El pueblo se convierte en horda sedienta de sangre, la pérdida de su humanidad se ve reflejada en el uso de máscaras monstruosas, el paroxismo se revela en convulsiones. El cuerpo social destruido por los excesos del Comendador se entrega a la celebración de la violencia. Este no sanará hasta que se restituya el orden. Lope en ambiguo en su mensaje. Rakel Camacho y María Folguera resuelven la ambigüedad dándole la última palabra a Laurencia. La justicia no nace del perdón, sino del coraje de la víctima.
Foto de Pablo Lorente
La Laurencia de Cristina Marín-Miró
Y es que Cristina Marín-Miró, como Laurencia, eleva la obra a su cumbre. Su interpretación es de una potencia emocional y de una entrega abrumadoras. La metamorfosis es total, de la resistencia altiva al comienzo de la obra a la furia desgarrada que moviliza al pueblo. Su Laurencia es brutal y memorable.
Alberto Velasco se enfrenta al reto de interpretar a un Mengo con diversidad funcional. Esto introduce una dimensión que Lope ni imaginó. Se convierte en el mejor representante del pueblo, que con sus vulnerabilidades es capaz de alzarse contra la injusticia. La crueldad del Comendador hacia él, tan insignificante, es insoportable y su valor es un ejemplo de resistencia.
La horda como forma enferma de justicia
Esta Fuenteovejuna nos obliga a preguntarnos sobre la justicia desde una nueva perspectiva y nos coloca en una posición incómoda como espectadores. La conveniencia del perdón de los reyes que en Lope restituye el orden, aquí resulta insuficiente. ¿Es la horda la única alternativa? ¿Hasta dónde puede un colectivo ejercer como juez y verdugo? La obra nos recuerda que la unión y la cooperación son nuestra mayor fuerza, que las víctimas que exigen la restitución de su dignidad son las heroínas de la historia. Pero nos advierte también de la perdida de la humanidad cuando nos convertimos en horda. Y esto, en el mundo polarizado en que vivimos, es de un riesgo constante.
Foto de Pablo Lorente
Conclusión
Fuenteovejuna de Rakel Camacho es una experiencia intensa. Aunque su estridencia escénica en ocasiones resulta abrumadora, las actuaciones sobresalientes y la nueva lectura que ofrece de este clásico la convierten en una propuesta muy sugerente.
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