"Hechos y faltas": La razón de los contrarios

Hechos y faltas nos presenta al reputado autor John D’Agata, que ha escrito una crónica sobre la tasa de suicidios en Las Vegas para una de las mejores revistas del país. Emily, su redactora jefa, encarga al becario Jim Fingal la verificación de hechos del escrito pero pronto se encuentra con un “pequeño” problema: gran parte de ellos se los ha inventado. Lo que empieza como un trabajo más, pronto se convertirá en una hilarante historia sobre los límites que separan la libertad narrativa de la ficción. (TEATRO PAVÓN). 

El hecho a escena

El 15 de julio de 2002, Las Vegas Sun publica el siguiente suceso “Un joven de 16 años de Las Vegas saltó hacia su muerte después de escalar dos vallas en el piso 109 de la Torre Stratosphere el sábado por la noche”.

El Teatro Pavón abre sus puertas y la platea comienza a llenarse hasta pasada la hora de la función. Hay expectación, saludos y emoción no siempre contenida por parte de un público que parece dispuesto a disfrutar. El público, mucho antes de que empiece la función, dice mucho de la obra que se va a ver. Solo hay que saber observar. El telón permanece abierto y la escena queda expuesta ante los ojos del honorable minutos antes de que comience la función. Sobre el escenario, al fondo, unas estructuras de madera a modo de estanterías, una mesa, dos sillas de trabajo y un sofá tipo Chester en color negro del que aún lo ignoramos todo. La escenografía se completa con unos letreros luminosos que nos sitúan en los diferentes espacios desde los que hablan los personajes: Nueva York y Las Vegas.

Mientras ocupo mi butaca recuerdo e imagino, respectivamente, esas dos ciudades para instalarme en el contexto de Hechos y faltas, la primera adaptación española de "The lifespan on a fact". Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer recrean el despacho de Emily Penrose, editora de una prestigiosa revista en la que está a punto de publicarse la crónica del año. Un texto de 15 folios que reflexiona sobre los índices de suicidio en Las Vegas, tras el suceso del suicidio de Levi Presley, de 16 años. La escenografía también recrea la casa de John D’Agata, desde la que el autor y el joven becario Jim Fingal mantienen conversaciones en la distancia, pero también cara a cara.

Las cosas no son como son ¿o sí?

Pienso en la frase de Umberto Eco “No todas las verdades son para todos los oídos” en cuanto comienza la trama de Hechos y faltas en la que Ángeles Martín interpreta a la astuta y mordaz editora Emily Penrose que asigna lo que cree que será una tarea sencilla a Jim Fingal, interpretado por Juan Grandinetti. El joven becario resulta ser extremadamente puntilloso con los hechos y Antonio Dechent, que nos regala el papel del escritor idolatrado John D’Agata, es, a su vez, extremadamente puntilloso con su escritura. ‘No me importa la verdad, me importa la veracidad’ dice el personaje de D,Agata en un momento de la obra, rotundo y elocuente desde el inicio.

Dispuesto a defender la profundidad y el ritmo de su texto por encima del rigor periodístico, Jonh D’Agata no da su brazo a torcer ante la batería de correcciones a las que es sometida su mejor crónica. Unas correcciones que dan lugar a un texto de más de cien folios con los que Emily tendrá que lidiar antes de la publicación. La verdad queda suspendida en el aire, supeditada en gran parte al estilo literario. Los hechos se moldean para gloria de su autor, pero también de la revista y de sus lectores. No es así como lo ve el joven becario Jim Fingal, que acomete su tarea con gran precisión y se atreve, incluso, a viajar a Las Vegas para realizar trabajo de campo.

Conclusión

Hechos y faltas se adentra en el fangoso límite entre la realidad y la ficción y, sin despistarse de este argumento central, resulta altamente divertida. Los contrincantes defienden sus puntos de vista en un debate que marca dos posturas antagónicas, difícilmente irreconciliables, pero cargadas de razón.

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