El pasado 27 de abril fue el estreno de Jäger, fuet y una última canción en el Teatro Lara. Después del éxito de "Yo, nunca", Sara Ruiz Sardón regresa a los escenarios como directora y dramaturga de esta historia. Producida por Producciones con K, en colaboración con la Fundación Smedia, pone en el foco el avance vital en la juventud. Además, cuenta con el trabajo interpretativo de María Valero, Jesús Redondo, Delia Seriche y Adrián Pemau. Se puede disfrutar todos los miércoles a las 22 horas hasta el 29 de junio en el Teatro Lara.
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Sara Ruiz Sardón Dramaturgia: Sara Ruiz Sardón Escenografía: Silvia Romero
Fotografía: Marina Neira
Vídeo: Gonzalo Muratel Producción: Producciones con K en colaboración con Fundación Smedia
Tráiler de 'Jäger, fuet y una última canción'
Sinopsis de 'Jäger, fuet y una última canción'
Jäger, fuet y una última canción nos presenta a Eme, Cris y Jota, tres amigos que se han enfrentado juntos a todas las etapas de su vida. Compartieron sus primeras veces, sus primeros besos, sus primeros botellones, sus primeros suspensos y sus graduaciones, los primeros créditos en el banco, las primeras malas decisiones, los primeros para siempre y sus primeras despedidas. Se llenaron de esperanzas mientras construían un futuro decente con grados universitarios y trabajos estables y se engañaron creyendo lo jodidamente maravillosa que sería su vida… “cuando fueran mayores”.
Hoy, cerca de los treinta, viajan a unas vacaciones como “las de siempre” pero con muchos reproches escondidos, corazones que ya no volverán a ser los mismos y ganas de dejarlo todo atrás. (TEATRO LARA).
El festival del adiós
Sara Ruiz Sardón firma su nueva obra teatral bajo el nombre de Jäger, fuet y una última canción. Después de "Yo, nunca", la dramaturga parte de una premisa diferente, que convive con el leitmotiv de la juventud y su crecimiento personal. En esta ocasión, apuesta por los cambios vitales y el paso del tiempo como principal propuesta. Por lo cual, expone una historia que tiene un componente muy actual, transmitiendo la dificultad de saber las metas y el camino personal en las distintas etapas de la vida. Así logra un texto en el que se despierta varios puntos interesantes, en especial, en el tratamiento de no querer dejar atrás la juventud, pero al mismo tiempo ver la necesidad de decir adiós a ciertas partes de la vida. Su mayor fuerte se halla en el tratamiento de la amistad entre los tres protagonistas.
Sin embargo, lejos de aprovechar el tirón y las personalidades extremas, pero verosímiles, de sus personajes, realiza un cambio de rumbo que puede distraer de lo que aparentemente iba la obra. En consecuencia, la manera de abordar el trauma escenifica distintos frentes que se vuelven totalmente complejos. Por lo cual, para profundizar en ellos debe sacrificar otros aspectos importantes de la pieza, lo que conlleva a una difusión entre las líneas narrativas principales y, por ende, cae en una mezcla de contenidos que no encuentran un orden bien planteado. Al hablar de términos como la pérdida, los efectos psicológicos que conllevan una experiencia traumática, se abre un abanico que no logra concluir de una manera efectiva y es previsible en cuanto se ven las costuras. Con lo cual, habría que reconducir la mirada del espectador, para que pueda ir uniendo las piezas desde un prisma más orgánico.
Los amigos del barrio
A nivel interpretativo se presenta un elenco formado por actores jóvenes, una muy buena elección, al dar mayor coherencia al texto y a sus personajes. En primer lugar, Delia Seriche es el alma vibrante de Jäger, fuet y una última canción con una energía en continuo movimiento. La actriz sabe cómo jugar con la escena y hasta con los asistentes, lo que le permite brillar gracias a todo ese maremoto dinámico que ofrece con su labor. Asimismo, hay una naturalidad que hace que ese histrionismo siga manteniéndose dentro del realismo que se busca. Después, Jesús Redondo regala una interpretación creíble, acorde a la personalidad que le pide su personaje. Además, es el perfecto enlace y equilibrio entre sus compañeras de reparto, lo que hace que tenga una función fundamental. Así cumple con su fin y llega a emocionar en varias partes.
María Valero tiene uno de los retos más complicados en esta obra, lo que hace que se valore la concentración y la manera de ir a por ello. Desde el principio se ve una sensibilidad bien planteada, haciendo que el espectador pueda conectar fácilmente con su personaje. También hay que aplaudir que no ponga toda la carne en el asador desde el primer momento, ya que entonces sería posible que cayera en el tópico y en la obviedad. Por lo tanto, a pesar de una construcción irregular desde el guion, su trabajo dramático cumple. Para terminar, Adrián Pemau realiza una colaboración agradable, aunque no destaca todo lo que pudiera. El problema es que se halla en un solo tono, lo que hace que se vea la falta de aristas y termine por dar una actuación más plana.
Crecer a ritmo de reggaetón
Un festival de música se convierte en el telón de fondo de Jäger, fuet y una última canción. La construcción del espacio se realiza de una manera eficiente y lo eleva al llevarlo hasta el patio de butacas. Por lo tanto, la estética y la ambientación tienen un acabado estupendo, que facilita que los asistentes entren de lleno en la historia. Gracias a ello, la dramaturgia se ve acompañada por una puesta en escena atrayente, que adorna con una iluminación pertinente y muy efectiva. También se valora la forma en la que dibuja los cambios de espacio, para otorgar la independencia que necesita al verse distintas acciones en paralelo y no haya confusión en cómo se produce. Por otro lado, la música que se escucha en el montaje concuerda con el panorama musical más comercial, por lo que será reconocible para una gran parte de los espectadores.
Las partes en las que se rompe la cuarta pared son un soplo de aire fresco, llevando a las carcajadas a los espectadores. Por este motivo, se ven las flaquezas que muestra el texto, ya que tiene suficiente potencial en su idea primigenia, que podrían potenciarlo hacia esa dirección para brillar más. Aun así, a nivel técnico no se pierde la coherencia con la personalidad que se quiere dar a la pieza teatral. La sensación de estar en ese festival de confesiones y perreo se consigue. Después, el ritmo mantiene una sintonía agradable, dada su duración concentra varias situaciones, lo cual es un acierto al no alargarse innecesariamente. Únicamente, hay algunas veces en donde la música se come los diálogos, así como la necesidad de los actores de mejorar la proyección de su voz para hacer más fácil la escucha.
Conclusión
Jäger, fuet y una última canción reflexiona sobre el paso del tiempo y el camino vital, así como el avance de la amistad al verse cambiada por el escenario personal. Su mayor fuerte se halla en la construcción narrativa de la amistad, pero se pierde en un giro de guion que demanda una complejidad que no consigue. Por otra parte, el elenco es solvente, destacando una estupenda Delia Seriche. También hay que mencionar la puesta en escena, que lleva al espectador a ese festival de música. Por lo que, estéticamente y artísticamente, logran establecer una personalidad bien definida de lo que es el espectáculo. Un remix de vivencias que en su punto más álgido cambia de canción, lo que hace que se viva una experiencia perfectible.
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