El Teatro Infanta Isabel estrenó el pasado 13 de noviembre de 2020 la última temporada de la obra de teatro La golondrina, escrita por Guillem Clua. Después de varios años de éxito, se despide en el famoso teatro del barrio de Justicia. Este año, también, el dramaturgo fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura Dramática de 2020, por la obra "Justicia". El texto se ha convertido en una de las obras más emocionantes del panorama teatral. Además, cuenta, en esta ocasión, con Carmen Saura y Dafnis Balduz como los protagonistas de la obra. Se podrá disfrutar de ella hasta el 10 de enero de 2021.
Título: La golondrina Título original: La golondrina
Reparto: Carmen Maura (Amelia) Dafnis Balduz (Ramón)
Duración: 75 min. apróx. Dirección: Josep María Mestres Dramaturgia: Guillem Clua Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía: Alessio Meloni
Vestuario: Tatiana Hernández
Dirección técnica: Alfonso Ramos Música: Iñaki Salvador Diseño gráfico y fotografía: Javier Naval Vídeo: Rubén Hernández Ayudante de dirección: David Blanco Ayudante de producción: Elisa Fernández y Sara Brogueras Producción ejecutiva: Jair Souza Dirección de producción: Miguel Cuerdo Producción: LaZona Teatro
Tráiler de 'La golondrina'
Sinopsis de 'La golondrina'
La golondrina reúne a dos personajes, Amelia y Ramón. La primera, una severa profesora de canto, recibe en su casa a Ramón, quien desea mejorar su técnica vocal para cantar en el memorial de su madre fallecida recientemente. La canción elegida tiene un significado especial para él y, al parecer, también para la mujer quien, a pesar de sus reticencias iniciales, accede a ayudar al joven alumno. (TEATRO INFANTA ISABEL).
Las apariencias engañan
Guillem Clua presenta el encuentro de Amelia y Ramón, una severa profesora de canto y un joven que desea mejorar la forma de cantar para un evento muy especial. Así es la premisa principal de La golondrina, una obra de teatro fundamental. Los giros que propone la dramaturgia están claramente definidos y con una coherencia muy cuidada que dejan cautivado al espectador en todo momento. Asimismo, es una continua sorpresa, que desencadena en situaciones que no se veían venir. A la par, propone unos debates sociales y de plena actualidad, que convierten esta pieza teatral en necesaria por el mensaje que transmite. De esta manera, deja un poso reflexivo de gran profundidad, que se queda marcado en el público y desprende un sentimiento muy fuerte. Como apunte, hay pinceladas de humor, que encajan en el instante exacto. Por lo que, triunfa por la magnificencia de una historia de pura verdad.
Los dos personajes se abordan desde una visión externa, que va cocinándose poco a poco para ir desengranando lo que hay dentro de ellos. Lo que parece una situación con pequeñas dosis costumbristas, pronto se ve envuelta en una vorágine emocional desgarradora. De igual manera, se desnuda todo ese mundo interior, regalando partes en las que es imposible no emocionarse. Las lágrimas están aseguradas, pero por la empatía que se ofrece, donde no hay ni buenos ni malos, sino una comunicación que debe ser escuchada. Gracias a esa exposición, Clua llega ante un relato de una calidad excelente, que merece disfrutarse mínimo una vez en la vida. Aquello que se denuncia, se hace desde una perspectiva que halla su fuerza en la humanidad y el realismo con las que se posan las palabras.
Solo dos
Ver sobre el escenario a Carmen Maura es un auténtico espectáculo por el torrente de personalidad del que goza la actriz. Con lo cual, su Amelia en La golondrina comienza con un carácter muy cotidiano, que sabe llevar ante una cercanía estupenda hacia el público. Igualmente, teje una identidad en la que se observa esa severidad, esa distancia social, que le da forma y consistencia a la personalidad que debe tener. La transformación que se observa sobre las tablas lleva a la actriz desde un punto más emotivo, templado, hasta la visceralidad del momento o la fragilidad que requiere la escena. Por tanto, esa versatidilidad y ese huracán de vivencias consiguen que Maura exprima al máximo su trabajo sobre la escena. Una vez más demuestra por qué es una de las actrices mejor valoradas de la industria española.
Luego, el otro gran intérprete de la obra es Dafnis Balduz, que se mete en la piel de Ramón. Ya desde las primeras escenas se puede ver esa luminosidad, que después consigue unos matices muy bien desarrollados. Al principio, construye su interpretación desde un espacio más ligero, que despista al espectador. Así, cuando realiza su metamorfosis, impacta más verle exponer todo ese bagaje experimentado en su personaje. Sabe usar la expresividad para ello, y corresponde en su totalidad los estímulos que desencadena la conexión con su compañera. Además, tiene un control exacto de los niveles de energía, dado que es un continuo vaivén sensitivo y no se pierde ante todo ese remolino vibrante. Tanto Maura como Balduz conmueven al público y terminan por ser un tándem sinérgico que encandila hasta el final.
El sentimiento de la canción
Alessio Meloni ha sido el encargado de realizar la escenografía de La golondrina, que se compone de una aparente sencillez, donde la elegancia perdura. A través de ese espacio muy estético, goza de un estilo que transmite esa rectitud a la par que esa calidez que demanda el texto. El atrezzo que se utiliza no se limita a colocar objetos sobre la escena, sino que su composición luce por la brillante disposición de los mismos. Asimismo, hay que subrayar del espacio que se deja, para poder desarrollar un movimiento que aporta más dinamismo sobre lo que ocurre en el escenario. Aun así, cabe decir que este plan de acción es más un acompañamiento sutil hacia el gran poder que desprenden las palabras. Todo ese sentir se ve bien reflejado entre la conjunción de los elementos narrativos, plásticos y visuales.
El montaje tiene un ritmo preciso, en el que no hay ningún ápice de irrupción y se mantiene en un nivel óptimo perpetuamente. No obstante, no se busca una linealidad o vertiginosidad, sino que se van mezclando los momentos de mayor tensión dramática con aquellos de una tranquilidad necesaria. Gracias a ese equilibrio, el espectador tiene esas pausas de asimilar todo lo que percibe. La razón no es otra que se apuesta por una ambientación que va expresando esa crudeza directa, pero no cae en dramatismo innecesario. También hay que apreciar la utilización de la música concreta, con ese leitmotiv personal, que se convierte en todo un símbolo en sí mismo. Para terminar, expresar la extraordinaria combinación de elementos técnicos y artísticos, que ensalzan el espíritu de la propia obra e impresiona enteramente.
Conclusión
La golondrina es una obra teatral llena de exaltación sensitiva, con un mensaje imprescindible, que se aborda desde una sensibilidad y profundidad exquisitas. La historia se equilibra por la humanidad con la que se presenta, frente a la sencillez y sinceridad con la que se adereza. Asimismo, Carmen Maura y Dafnis Balduz están inmensos, culminando toda esa vorágine de sensaciones en sus trabajos interpretativos. La puesta en escena es elegante, que invita al espectador a ser uno más dentro de este mundo interior. La disposición de los objetos y la coreografía relucen aún más ese efecto conmovedor y sugestivo. Una pieza teatral que es pura verdad, imprescindible y verdaderamente cautivadora, donde es imposible no caer rendido ante ese torrente de emociones.
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