La imatge permanent, ganadora de la primera Espiga de Oro de la Seminci para una directora española, es un divertido ensayo que reflexiona sobre la emigración, la clase trabajadora, la ausencia familiar o la representación interior que de ella hacemos, retando al espectador con una propuesta llena de simbolismos y conexiones que supone un atrevimiento entre la narrativa habitual. Estreno en salas de cine españolas el 17 de noviembre de 2023.
Crítica de 'La imatge permanent'
Resumen
Ficha Técnica
Título: La imatge permanent
Título original: La imatge permanent
Reparto:
María Luengo
Rosario Ortega
Saraida Llamas
Claudia Fimia
Dolores Martínez
Mila Collado
Año: 2023
Duración: 94 min.
País: España
Director: Laura Ferrés
Guion: Laura Ferrés, Carlos Vermut, Ulises Porra
Fotografía: Agnès Piqué Corbera
Música: Sergio Bertran, Fernando Moresi Haberman
Género: Drama
Distribuidor: La Aventura Audiovisual
Tráiler de 'La imatge permanent'
Sinopsis
En un pueblo del sur, Antonia, una madre adolescente, desaparece en medio de la noche. Cincuenta años más tarde y muchos kilómetros al norte, Carmen, una directora de casting algo introvertida, debe encontrar personas que cuenten sus recuerdos tras cambiar de ciudad. Durante su búsqueda, Carmen conoce a Antonia, una mujer impulsiva que invade su soledad. ¿Quién dijo que el tiempo cura todas las heridas? (La Aventura Audiovisual)
Dónde se puede ver la película en streaming
Una vida auténtica
En ocasiones, la imagen que formamos alrededor de nuestros recuerdos contiene detalles surrealistas y fabulaciones imposibles. Hay en ellos una exageración, una performance que responde a un bagaje y a unos códigos indescifrables, pero a la vez perceptibles, que generan una mirada propia, un mundo personal que no se pretende recrear fielmente, sino recordar con claridad. Y hay en nosotros un intento reiterado de revivirlo.
En La imatge permanent, una historia de mujeres distanciadas de sus lugares de origen y que se encuentran en escenarios ajenos y complejos, del dolor de la ausencia y los recuerdos del pasado, así como de lo imaginado, se escenifican como trampantojos juguetones y variados, aun a riesgo de no ser descifrados, pero con unos hilos emocionales muy latentes.
La imatge permanent se estructura en dos partes: la inicial, durante los años de posguerra, en la que el film salta de la penosidad a la irreverencia con muchísima gracia, marca las bases de entendimiento de la película. En su segunda parte, Carmen, cincuenta años después y en un barrio de Barcelona, tendrá que encontrar en un casting para la agencia de publicidad en la que trabaja a “una persona normal”, alguien “con una miseria honesta”. Así, descubre a una mujer que vende perfumes y que encaja con la imagen que la campaña de publicidad busca. El guion no desaprovecha la oportunidad de hacer una crítica sobre los cimientos en los que la realidad se asienta, mostrados en la primera parte, y que ahora parecen reducidos a un instrumento publicitario.
La visión recreada
Con una apariencia de falso documental, empleando bodegones y sin apenas diálogos que verbalicen su temática, incluso con sensación de ensayo grabado que irritará a quienes consideren este tipo de vanguardias formales una pantomima alejada del cine verdadero, La imatge permanent exige un esfuerzo de comprensión (aunque no por ello haya necesidad de entender todo lo que vemos) que en realidad no es tal si te olvidas del lenguaje más académico y superficial.
Ya con su cortometraje Los desheredados (2017), premiado en Cannes y en los Goya al Mejor cortometraje documental, Laura Ferrés, directora y coguionista de La imatge permanent, había demostrado que podía hacer de la artificiosidad un camino convincente hacia la sencillez y la honestidad. Esa naturalidad escénica se amplía con su primer largometraje, engrandecido por unos dignísimos y no profesionales intérpretes, que consiguen una teatralidad llena de verdad, gags y humor auténtico.
Resulta fascinante ver cómo numerosos cineastas (Kaurismäki a la cabeza) llevan años experimentando con la puesta en escena siguiendo caminos no convencionales, buscando códigos de narración sorprendentes, despojando de pretenciosidad y aparatosidad aquellas historias que, aunque de ficción, son parte de un óleo reconocible que no necesita más imitaciones, como si no fuera siempre necesaria la credibilidad en lo ficcionado para transmitir verdad ni para lograr emocionar. Había en el corto nobleza, dignidad y un tierno acercamiento a una realidad muy particular, que recogía el fin de la empresa de su padre, pero que, como aquí, a la vez hablaba de mundos reconocibles.
El hito de un gran debut
La imatge permanent pasará a la historia por ser la primera película española dirigida por una mujer que gana la Espiga de Oro a la Mejor película en el Festival Internacional de Valladolid (Seminci), siendo la segunda película española en conseguirla en sus 68 ediciones. Esta semana se estrena marcada por el propio reconocimiento recibido, al que algunos críticos, detractores del cine más experimental que parecen no querer comprender, han puesto en duda hablando de banalidad, de impostura o de aunar unos requisitos de moda para ser premiada.
Sin embargo, y aunque no es una película ideal para públicos palomiteros, es su audacia como ensayo, acorde a lo que se debería buscar en los festivales de cine como laboratorio de propuestas, en este caso radical y de imperfecta sociología, lo que incomoda como debut de una directora que transmite evolución e ironía, y que a la vez deja muy presentes temáticas contemporáneas de valor, como el retrato social, el mundo laboral o la religión, derrochando además una cultura audiovisual que le permite apostar por códigos que no atienden a lo esperado.
Conclusión de 'La imatge permanent'
La imatge permanent parece estar en continua búsqueda, en un proceso vivo hacia la foto fija de los recuerdos y las ausencias, formando una visión de clase muy personal que logra ser común especialmente cuando no hay estrategia narrativa, cuando la escena no busca el flashazo llamativo y la naturalidad escénica de lo que parece impostado se engrandece con unas intérpretes libres, partícipes de unos vínculos que las unen con toda lógica. Una historia de fabulaciones, de mujeres, de las partes de la vida que les faltan, del transcurso del tiempo y de las imágenes espontáneas que permanecen en nosotros, y que hacen reconocernos entre las caras, sean pájaros o perros. O mientras nos comemos un plátano.
Reportaje de La imatge permanent en Días de Cine TVE
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