El famoso autor austríaco Arthur Schnitzler dijo: “Estamos hechos para concebir lo inconcebible y soportar lo insoportable. Eso es lo que hace nuestra vida tan dolorosa y al tiempo tan inagotablemente rica”. Entre sus obras más importantes, está la novela Morir, publicada en 1894, y cuya premisa sirvió de inspiración a Miguel del Arco para su nueva producción teatral: La Patética.

La Patética es una reflexión sobre el amor, la vida y la muerte, sólo que cambiando el escenario, el espíritu del protagonista y dejando un poso de cierta denuncia social en su mensaje. Ambientada en el Madrid de este 2025, narra los últimos meses de vida de Pedro Berriel, un director de orquesta de 53 años que está en medio de la grabación de su propia versión de la Sinfonía No. 6 de Chaikovski, llamada La patética. Se podrá ver hasta el 22 de junio de 2025 en la Sala grande (Teatro Valle-Inclán) del Centro Dramático Nacional.



La Patética obra de teatro

Crítica de 'La Patética'

Ficha Técnica

Título: La Patética
Título original: La Patética

Reparto:
Jimmy Castro (Jon)
Inma Cuevas (Anna, Madre, Irina, Loli y La Gloria)
Israel Elejalde (Pedro)
Jesús Noguero (Chaikovski)
Juan Paños (Putin, Padre, Muerte y Samu)
Manuel Pico (Músico, Montaigne, Kali y Comercial)
Francisco Reyes (Crítico y Doctor)

Año: 2025
Duración: 120 min
País: España
Texto y dirección: Miguel del Arco
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Ana Garay
Sonido: Sandra Vicente
Composición musical: Arnau Vilà
Coach de dirección orquestal: Asier Eguskitza
Ayudante de dirección: Pablo Ramos Escola
Ayudante escenografía: Sandra León
Ayudante de iluminación: Daniel Aranda
Ayudante de vestuario: Juan Cruz
Ayudante de sonido: Benigno Moreno
Asistentes en prácticas: Yajaira Barrena, Anna Ďurišíková, Guillermo de la Rosa y Anastasia Shchelkanova
Producción: Centro Dramático Nacional y Teatro Kamikaze
Distribución: Caterina Muñoz Luceño

Tráiler de 'La Patética'

Sinopsis

Madrid, 2025. Pedro Berriel, un director de orquesta de 53 años, se encuentra inmerso en la grabación de la Sinfonía Nº 6 de Chaikovski. Tan concentrado está en su tarea, que asume con naturalidad que el compositor ruso siga con atención los ensayos a su lado. Pero tal vez, la verdadera razón de este delirio sea que el director se encuentra en la fase terminal de una terrible enfermedad. La angustia por culminar la obra artística que, de alguna manera, suponga una resistencia a su propia muerte, se mezcla con la angustia real que esta le produce.

Jon, el marido de Pedro, lo fuerza a seguir el tratamiento médico sin rendirse a la desesperanza, a pesar de que la agresividad del mismo imposibilite su empeño artístico. En un momento en el que parece que su estado mejora, y preso de una arrolladora energía vital, Pedro decide aceptar la invitación del Concurso Internacional Chaikovski para dirigir La Patética en Moscú durante la gala de clausura. El presidente Putin será la autoridad que presida el evento. Pedro concibe una idea: si finalmente no puede terminar la grabación destinada a convertirse en su legado artístico, al menos intentará llevar a cabo una acción frente al homófobo presidente que haga que su dirección en vivo de La Patética pase a la historia. Aunque no sea precisamente a la historia del arte.



La (casi) imposible separación de la obra y el artista

Realmente, se trata de una grabación a contrarreloj, dado que Berriel tiene una enfermedad terminal y le queda poco tiempo de vida. Después de que un periodista y polemista haya hecho pública su situación de salud, el maestro se verá con el dilema de aceptar la propuesta de Jon, su marido, de enfrentarse a tratamientos agresivos para alargar su vida, a costa de perder su empeño artístico, o de dejar cualquier tipo de esperanza y aceptar dirigir La Patética, en la gala de clausura del Concurso Internacional Chaikvoski de Moscú, con el presidente Putin liderando el evento.

Surge así un viaje por la mente de un protagonista que se enfrenta a sus demonios en medio de una travesía de aceptación de la muerte y de cómo cuando se tiene certeza del fin de vida es cuando, paradójicamente, se inicia un extraño y angustioso proceso en el que surgen todas esas preguntas que no se suelen hacer cuando se considera que la muerte es algo lejano.

Miguel del Arco, uno de los dramaturgos más importantes de la escena contemporánea española, ahonda en este descenso a lo más recóndito de la mente de un artista, el cual hace una profunda reflexión sobre su vida, de cómo una infancia traumada por la homofobia del momento (y vivida justo en los primeros momentos de la Transición) puede tener diferentes visiones.

Eso sólo es una pequeña parte de una propuesta que no hace un recorrido cronológico por la vida y obra de Berriel y al que le acompaña una especie de espíritu de Chaikovski, quien murió también a los 53 años y cuya causa de muerte -oficialmente por cólera- sigue cuestionándose como un suicidio, dados los tormentos personales que tuvo en vida el compositor ruso, quien era homosexual.

Jimmy Castro

Miguel del Arco ofrece una de sus mejores obras

A través de esos pensamientos, puede verse la inspiración de Morir de Schnitzler, en lo referente a cómo saber que una pareja va a morir trastorna completamente una relación. Esto se ve con Jon, quien inicialmente implora por su amor, señalando que es capaz de quitarse por la vida si se confirma que no hay solución para la enfermedad de su marido, a ir aceptando paulatinamente que tendrá que sobrevivirle y, por ello, rehacer su vida con otra persona.

En ese proceso, se ve el propio miedo de Berriel, cuyas reflexiones sobre su matrimonio, tras un viaje de desconexión a Italia, desembocan en una extraña pesadilla en la que va dándose cuenta de que su esposo amará a otro hombre y que eso puede implicar que ya no esté en sus pensamientos, lo que realmente termina de matar a una persona, cuando deja de estar en la memoria de los que le sobreviven.

Por supuesto, no puede faltar la denuncia social. Ya el propio hecho de que el protagonista sea gay condiciona su punto de vista y la relación que tiene con La Patética de Chaikovski. El propio Miguel del Arco es consciente de ello e ironiza ligeramente cuando el director de orquesta interactúa con ese clásico periodista que pone en cuestión su metodología o talento.

Del Arco crea paralelismos con Chaikovski, quien vivió con culpabilidad y tormento su propia sexualidad, Antonina, quien fue profundamente infeliz al lado de un esposo que nunca la deseó. Eso desemboca en señalar a Berriel la importancia no sólo de la visibilización de su realidad, sino de cómo ésta está sumamente amenazada. Ejemplo de ello es el dilema que hay de tocar frente al homófobo Putin, quien creó campos de concentración para la comunidad LGBT en Rusia.

La Patética obra

El homenaje a Chaikovski

El dramaturgo sabe rendir homenaje también al propio Chaikovski, dándole una especie de oportunidad metafórica de vivir lo que no pudo a través de Berriel. De la misma manera, es admirable lo arriesgado de la propuesta en optar por narrar esta aceptación de la muerte con un tono cómico e irónico. Quizás, precisamente, sea la manera más digerible de aceptar un destino que le espera a todo ser viviente: el deceso.

En medio de esta poderosa reflexión, una de las obras más redondas de Miguel del Arco, está un sensacional Israel Elejalde, en una de las mejores interpretaciones de esta temporada teatral 2024-2025. No es el único, tanto Inma Cuevas como Jimmy Castro, Jesús Noguero, Juan Paños, Manuel Pico y Francisco Reyes brillan con los muy polivalentes personajes que defienden.

Con una escenografía brillante, firmada por Paco Azorín, así como una iluminación y sonidos más que notables, con David Picazo y Sandra Vicente a la cabeza, Miguel del Arco dirige una de sus obras más potentes, a la altura de su interpretación de El misántropo o de Antígona.

La patética obra de teatro

Conclusión

La Patética se despide del público del Centro Dramático Nacional este 22 de junio, lo hace por la puerta grande, dejando una de las piezas más espléndidas que ha pasado por el teatro en esta temporada.

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