Dentro de la programación del Festival de Mérida en Madrid, el Teatro Bellas Artes acoge La tumba de Antígona de María Zambrano con dirección de Cristina D. Silveira. Encabeza el elenco Ana García, como Antígona. Junto a ella, la corte tebana es interpretada por Cristina Pérez Bermejo, Lara Martorán, Camilo Maqueda, Mamen Godoy, Tania Garrido, Jorge Barrantes, Fermín Núñez, Iván Luís, Francisco García. Aolani Shirin los acompaña al violín.
Título: La tumba de Antígona Título original: La tumba de Antígona
Reparto: Ana García
Cristina Pérez Bermejo
Lara Martorán
Camilo Maqueda
Mamen Godoy
Tania Garrido
Jorge Barrantes
Fermín Núñez
Iván Luís
Francisco García
Duración: 100 min. apróx. Dirección: Cristina D. Silveira Versión: Nieves Rodríguez Rodríguez y Cristina D. Silveira Autoría original: María Zambrano
Violín: Aolani Shirin
Colaboración artística: Susana de Uña
Escenografía: Amaya Cortaire
Vestuario: Marta Alonso Álvarez
Composición musical: Álvaro Rodríguez Barroso
Iluminación: Fran Cordero
Ayte. dirección y regiduría: Carlos Sañudo
Realización de escenografía: Antonio Ollero y La Nave del Duende
Realización vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno
Dirección de producción: David Pérez Hernando Producción: Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Karlik Danza-Teatro
Tráiler de 'La tumba de Antígona'
Sinopsis de 'La tumba de Antígona'
Antígona, en verdad, no se suicidó en su tumba, según Sófocles, incurriendo en un inevitable error, nos cuenta. Con estas palabras inicia María Zambrano su obra La tumba de Antígona (1967), una pieza teatral que aúna filosofía y literatura. En esas palabras iniciales se despliega el sentir zambraniano en todo su esplendor: esperanza, tiempo, delirio, amor. (TEATRO BELLAS ARTES).
El exilio
María Zambrano escribió La tumba de Antígona en su exilio en La Pièce en Francia. Se publicó en México en 1967. Fue este un periodo especialmente decisivo y fecundo para la filósofa y fue también cuando empezó a recibir atención en España. En esa casa apartada en el bosque, en las montañas del Jura francés y próxima a la ciudad suiza de Ginebra, en contacto estrecho con la naturaleza, María Zambrano recupera a la heroína de Sófocles para lanzar una nueva mirada sobre el mito en una propuesta que conjuga poesía y filosofía.
La Antígona de Zambrano se desarrolla en el interior de la cueva donde la ley de Creón la ha condenado y donde en la versión clásica se da muerte. Este espacio liminal, que no pertenece ni a los vivos ni a los muertos, es el lugar donde la heroína decide permanecer, acompañada de sus heridas y de sus recuerdos. Es en la más profunda oscuridad y abandono que Antígona logra encontrar la palabra que ilumina y purificar los crímenes de la casa tebana. Su sacrificio se vuelve de este modo místico.
Los fantasmas y la purificación
Antígona, interpretada de manera sobresaliente por Ana García, recibe en la soledad de la cueva la visita de los protagonistas de su tragedia, que son a la vez fantasmas, sueños y recuerdos. La atmósfera onírica es subrayada por el tratamiento de una luz, a cargo de Fran Cordero, que transita entre la oscuridad y el deslumbramiento. La antítesis y la paradoja conforman el personaje y la historia de Antígona.
Edipo, interpretado por Camilo Maqueda, es su padre y a la vez es su hermano. Yocasta, su madre, es menos madre que la propia cueva en la que se encuentra. Los cuatro hermanos conforman dos parejas antitéticas y complementarias. El trabajo de vestuario de Marta Alonso Álvarez juega con los colores de manera simbólica. Rojo para Etéocles y Polinices, la violencia, la sangre, la sinrazón. Blanco y negro para Antígona e Ismene, la pureza, las nupcias y la inocencia frente al luto y la culpa.
La condena y la ley
El montaje conserva su esencia clásica en su estructura y en la integración de música y danza, aunándola con una estética contemporánea. Aolani Shirin ofrece al violín las composiciones de Álvaro Rodríguez Barroso. A su ritmo, el coro ejecuta su danza que en ocasiones recuerda a la de los derviches. La coreografía corre a cargo también de la directora Cristina D. Silveira y acompaña al texto en la construcción del significado.
Esta versión de La tumba de Antígona nos deja una profunda huella en el pensamiento y en la retina. Antígona, uno de los personajes más queridos y conocidos del imaginario clásico, crece, en la pluma de Zambrano, en dignidad y majestuosidad. Asume la condena, porque desprecia la injusticia de la ley de la que emana. En el mundo de Creón no hay lugar para Antígona. Una nueva Antígona, dueña ya de su discurso, renace en la cueva purificada gracias al amor de las faltas de su estirpe.
Conclusión
La tumba de Antígona de María Zambrano es un texto profundo, complejo y bellísimo. La propuesta de Cristina D. Silveira aúna la palabra con la danza y la música con un resultado elegante y transformador. Nos ofrece así la oportunidad de acercarnos al pensamiento y la obra de una autora fundamental del siglo XX que permanece prácticamente desconocida para el gran público.
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