El pasado 14 de enero se reestrenó Los planes de Dios, de Viviseccionados, en Nave 73. Esta producción estuvo en la 38ª edición del Festival de Otoño, siendo su estreno original en Réplika Teatro. Representada en distintas ciudades españolas, como Tenerife, Valencia o San Sebastián, apuesta por un estilo diferente y rompedor. Dirigida, escrita y protagonizada por José Andrés López, cuenta con la colaboración artística de Carlos Gorbe. Se pudo disfrutar hasta el 22 de enero en Nave 73.



Los planes de Dios

Crítica de 'Los planes de Dios'

Ficha Técnica

Título: Los planes de Dios
Título original: Los planes de Dios

Reparto:
José Andrés López
Carlos Gorbe

Duración: 65 min. apróx.
Dirección: José Andrés López
Dramaturgia: José Andrés López
Artista sonoro: Carlos Gorbe (Tiananmen)
Videocreaciones y fotografía:
Virginia Rota
Plástica:
Llé Godoy
Asistencia de creación:
Román Méndez de Hevia
Asistencia de movimiento: Silvi Mannequeen
Iluminación: Antiel Jiménez y Jorge Colomer
Comunicación y prensa:
Amanda H C - Proyecto Duas
Producción: Festival de Otoño y Viviseccionados

Tráiler de 'Los planes de Dios'

Sinopsis de 'Los planes de Dios'

Los planes de Dios es una pieza nacida durante el confinamiento, en la que se tratan temas como el concepto de enfermedad, la soledad, la sexualidad o el amor a través de la palabra, el movimiento, la música y el audiovisual. Un viaje de acercamiento desde la oscuridad del aislamiento a la sociedad con sus luces cegadoras y autoritarias.

Producida gracias al Festival de Otoño, la obra ha sido definida por la crítica como «un vómito creativo provocado por una situación adversa» y «una obra concebida como una bomba de relojería preparada para explotar cada dos minutos.». (NAVE 73). 



Los planes de Dios
Foto de "Los planes de Dios" (Virginia Rota)

La quimera emocional

La pandemia mundial se ha convertido, inevitablemente, en uno de los temas de conversación más importantes de los últimos años. Esa experiencia universal compartida ha permitido que los espectadores desarrollen una simbología común en torno a la COVID-19. Sin embargo, José Andrés López transfiere las inquietudes surgidas durante el confinamiento para llevar ante el escenario su concepción de temas vitales como el sexo, la liberación o la confusión. Por tanto, durante la pieza va expresando su sentir, así como aquello con lo que se identifica. No es tarea fácil a la hora de buscar entre lo íntimo, establecer diversas reflexiones que lleven más hacia una empatía universal. Con lo cual, el texto se guía con un desorden, que coincide con las intenciones de sorpresa y extrañeza que van apareciendo a lo largo de Los planes de Dios.

El concepto se comprende y se puede conectar con él, así como con varios de los mensajes que hay en la aparente superficialidad estrambótica. Por ende, hay una utilización de las metáforas, y también de la literalidad de las palabras, que gozan de un trasfondo interesante. Aun así, el conflicto reside en una difuminación de lo que realmente se quiere contar al público. En consecuencia, hay varias partes que llevan a un soliloquio en el que no se percibe una estructura clara. Asimismo, se encuentran algunas partes en un formato desordenado, que pierden la intensidad con la que se abordan otros conceptos. Pese a ello, hay un universo interesante, que indica una inteligencia artística cautivadora. Por lo que, podría seguir evolucionando el concepto, de manera en la que sacara mayor fuerza de aquellos elementos más abstractos, pero dentro de una fluidez plausible.

Nave 73
Foto de "Los planes de Dios" (Virginia Rota)

El baile y la explosión

Además de escribir Los planes de Dios, José Andrés López se convierte en el principal protagonista de la pieza. Durante las primeras escenas se deja llevar por una expresividad corporal de gran nivel. Después, va aumentando la potencia del lenguaje no corporal, siendo uno de los puntos mejor valorados de la obra. También hay que subrayar el despliegue de potencia, que matiza aquellas partes que necesitan de un concepto más basado en el estímulo que en la palabra textual. No obstante, López también hace uso de la palabra, de una forma en la que deja salir un desparpajo natural, unido a una afilada lengua que no busca lo políticamente correcto. No había nadie mejor que explorase una propuesta personal como su propio autor. Por ello, pone toda la carne en el asador y no escatima en las dosis de energía que gasta en ello.

Por otro lado, Carlos Gorbe, Tiananmen, realiza el acompañamiento sonoro, al mismo tiempo que completa el reparto, de alguna forma. No son muchas las intervenciones que va realizando durante la obra, pero tiene un carisma especial que hace que su presencia se sienta en todo momento. Al igual que López, Gorbe utiliza su cuerpo para expresar y llevar al espectador ante sus sensaciones. Además, hay que recalcar una naturalidad en los diálogos junto a López, lo que hace que Gorbe se robe la escena en muchos momentos. Entre los dos fluye una química que rema a favor en ambos sentidos, lo que permite que se alimenten mutuamente. Gracias a ello, tanto Gorbe como López obtienen un momento en el que brilla individualmente, sin desfavorecer a su compañero en escena. Aun así, en el caso de Gorbe, al estar perpetuamente en el escenario, se justifica su presencia satisfactoriamente.

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Foto de "Los planes de Dios" (Virginia Rota)

El enigma de la música

Cada vez son más las propuestas que se arriesgan en abrir horizontes en el lenguaje teatral para combinarlos en distintas simbiosis con diferentes disciplinas artísticas. En Los planes de Dios se dibuja una performance continúa, donde el baile y el cuerpo fundamentan el principal vehículo de expresión de la obra. Además, se acompañan de una creación musical envolvente, que encandila a los espectadores y se convierte en uno de los mejores factores de la pieza teatral. Por ende, el efecto que produce ese espacio sonoro, logra que fluya la música entre los asistentes, realizando unas caricias sensitivas muy bien ejecutadas. Por otra parte, el cuerpo se convierte en un escaparate de gran nivel, aunque el baile no goza del mismo resultado. Mientras que una gran parte es un desempeño sugerente, hay otras en las que la danza propuesta no tiene una justificación expresiva contundente.

Con lo cual, se lleva a un estilo que toca suavemente el dadaísmo, pero no lo ejecuta hasta el final. Por lo cual, esa extravagancia mengua en el sentido que se busca detrás de la denuncia que se hace sobre las tablas. Por lo que, se desarrolla la posibilidad de no tener ningún sentido, pero al mismo tiempo se reflexiona de una forma en la que se habla de una realidad verosímil. En consecuencia, se produce una mezcla irregular, que otorga cierta confusión sobre lo que se está viendo sobre la escena. Por ende, el ritmo también sufre esa discontinuidad, lo que provoca algún que otro momento de menos intensidad. Pese a ello, se aplaude que haya un cuidado de lo estético y visual, indicando una creatividad ascendente e interesante, como ocurre con el excelente diseño de iluminación.

Los planes de Dios
Foto de "Los planes de Dios" (Virginia Rota)

Conclusión

Los planes de Dios es una combinación de estilos, que mezcla la performance, lo teatral, la denuncia personal y el excentrismo en un cóctel que, como mínimo, sorprende. Hay partes que son realmente prodigiosas, donde la música envuelve al espectador en esa nube sensitiva, acompañada de danzas que engatusan al espectador. Sin embargo, se pierde en una falta de contundencia, o de locura, lo que hace que esté entre dos aguas y no remate hacia el lugar al que quiere llegar. Aun así, el trabajo corporal, expresivo y artístico de José Andrés López y Carlos Gorbe es puro fuego, en especial, el segundo. Una experiencia que contiene partes realmente impresionantes, al mismo tiempo que falta concretar otras. Los estímulos hablan del interior, del exterior y de lo etéreo, en una explosión de sensaciones que llegan en un torrente desbocado.

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