Los proyectos basados en hechos reales, pueden ser trabajos de doble filo en el ámbito cinematográfico. Por un lado, puede perderse la contextualización de la historia, filtrando elementos en favor de una ficción que sobredimensiona los acontecimientos. Y por otro, en ofrecer solo una visión maniquea o tremendista del material dramático subyacente. Afortunadamente, este no es el caso de Me llamo Juan, de Francisco Yélamos Martín (“13 años”).
Crítica de 'Me llamo Juan'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Me llamo Juan
Título original: Me llamo Juan
Reparto:
J.J. Sanz (David)
Pedro Nistal (Juan)
Abraham Montufo (Policía)
Rodríguez López Rafael (Inspector)
Morales Fernández Cristina (Juez)
Lila Facer (Hija)
Año: 2022
Duración: 15 min.
País: España
Director: Francisco Yélamos Martín
Guion: Francisco Yélamos Martín
Fotografía: Pepe de la Rosa
Música: Angel Lopez Carreño
Género: Drama. Intriga
Productores: Isaac Masip, Francisco Yélamos Martín
Diseño de producción: Emi Bellia
Maquillaje: Sandra Kerra
Director de Segunda Unidad o Subdirector: Marta Lario
Departamento de sonido: Martín Romero
Vestuario: Sandra Kerra
Productora: Yelmar Films
Tráiler de 'Me llamo Juan'
Sinopsis
Poco después de que Juan empezase a vivir en su casa, le confesó que era un asesino buscado por la justicia. David, un joven y solitario yonqui, tendrá que hacer lo imposible para que se marche antes de que le mate a él también. (Yelmar Films)
Cautivos de la huida
Ya solo por su puesta en escena inicial, Me llamo Juan consigue hacer lo que muchos trabajos audiovisuales no consiguen cuando abordan el denominado cine basado en hechos reales: generar un universo propio a través de una imagen simbólica. En este caso, un crucifijo en una habitación, signo de sacrificio y de redención.
Por supuesto, también peca del tópico de introducir que la historia que se está narrando está basada en hechos reales. Una baza que es complicada de evitar en estas circunstancias, y más tratándose del formato cortometraje, en el que cada segundo, cuenta. Si bien es cierto, que no es un impedimento, el plano secuencia inicial, de casi giro completo, centrándose en unas manos y una voz en off, la del auténtico protagonista, David (estupendo J.J. Sanz). Hechas las presentaciones, entonces sí habría sido interesante mostrar la veracidad de la historia; todo ya está inventado, cierto, pero también es preciso saber decidir cómo emplear la herramienta adecuada en el momento oportuno.
La fotografía en ocres, sombras, marrones y endebles claroscuros de Pepe de la Rosa, favorecen el trasladarnos a otra época, no muy lejana; quizás los 2010s (dado que hay presencia de un Smartphone). La impronta de tonos apagados y de cierta desaturación también ayuda a remarcar el género, dejando implícito también el tono dramático. Un tono que viene marcado por la voz a ratos tímida, a ratos evocadora del propio David que nos narra este drama carcelario (sin cárcel); pues la cárcel, o la idea de presidio, está únicamente en la cabeza de su falso protagonista, Juan (magnífico Pedro Nistal).
El guion del propio Francisco Yélamos, favorece un avance progresivo, y el detenerse a que conozcamos la rutina de ambos personajes. Esto favorece que empaticemos con la circunstancia particular de cada uno de ellos: un huido adolescente y un prófugo de la justicia. El principal defecto viene derivado de que voz en off e imagen, sobreexponen la información casi de seguido en contadas ocasiones. Se produce tanto en la secuencia posterior del primer arrebato de Juan frente al coche de policía, y su posterior confesión del porqué de su temor. Así como en la presentación del personaje de la hija, dado que ya se ha verbalizado previamente por el propio Juan en qué punto está la relación paterno filial.
Y aún con ello, la trama progresa adecuadamente, favorecida por la puesta en escena, bien concebida y en donde el espacio aprisiona a ambos personajes, potenciando el trabajo actoral; facilitando el que este aspecto, en gran medida, sea el conductor de los sucesos.
Prescripción-expiración
Otro detalle interesante en la constitución del todo del corto, es cómo Francisco Yélamos se centra en las manos de los personajes. Cualidad bressoniana, con la que se consigue inducir a generar tensión. Hay diversos ejemplos: en la primera escena con las manos que sujetan la silla, las manos de Juan utilizando la taladradora, más tarde con su navaja, las manos de la hija sosteniendo la fotografía de Juan…
Parece haber oculta una idea soterrada de interconexión cuasi providencial entre estos tres personajes, en un triángulo de vínculos comunes. De igual manera, el peso de la huida, suscita de forma indirecta una impresión de penitencia, que lleva a que Juan, disfrute de una falsa idea de libertad, fingiendo una sensación de comodidad inexistente; así como le sucede a David, ocultándose de la influencia de su madre.
Sin embargo, más que buscar la austeridad, el diseño de producción insiste en intentar conferir una estética realista/marginal, que hasta pudiera entroncar con el universo quinqui, sin ser el cortometraje de este género. Un aroma a thriller callejero, pero que da pie a una floración dramático-emotiva, basada en las miradas y en lo que no se dice, que recuerda a la incapacidad de comunicar realmente lo que se quiere expresar, tan propia de los personajes del cine de Alberto Rodríguez.
Y aún con ello, Bresson vuelve a asomar en una secuencia que parece aludir en parte a “Un condenado a muerte se ha escapado”, 1956. Si bien es cierto que Francisco Yélamos trata por todos los medios de generar una expectativa de amenaza, este factor queda diluido en el momento en que el policía realiza comentarios acerca de Juan, y de cómo su reacción se torna harto de fuera de lugar; no se corresponde al carácter de alguien que lleva 19 años huyendo de las autoridades, ¿Dónde queda la frialdad? ¿la astucia del prófugo?
El resultado, se debe en buena parte, a que no se refuerza de forma orgánica las sospechas de la policía sobre el propio Juan, los diálogos vagos y poco concisos no ayudan, y la desmesurada acción-reacción, tampoco lo hace plausible. Aún con ello, la secuencia queda bien resuelta, y el trabajo de cámara es eficaz y operativo en todo momento de acuerdo a lo que se quiere trasladar y contar.
La trama es cerrada, prácticamente de forma circular, así como se inició, culminando este ciclo de fuga penitente con inminente fecha de prescripción, con consecuente expiración y determinante redención.
Conclusión de 'Me llamo Juan'
Me llamo Juan, supera el ejercicio de estilo dentro del género de historia basada en hechos reales, gracias a la labor interpretativa de sus dos actores principales. Francisco Yélamos demuestra una notable habilidad para la puesta en escena, en la funcionalidad del lenguaje cinematográfico y un práctico quehacer en el montaje para que el ritmo no decaiga.
No obstante, falta un trabajo más profundo y sólido en el apartado de escritura de guion, si bien aquí se cumple con creces el objetivo a alcanzar, asomando la temática en todo momento a la superficie y siendo espectadores de una historia compleja, que se mueve entre el drama, lo intimista, lo carcelario y el thriller con intencionalidad de suspense. El conjunto se sostiene con buen acabado, teniendo seguramente un positivo recorrido en festivales, como ya le sucedió en la pasada edición de los Premios Lorca de Granada, donde se alzó con el Premio al Mejor Cortometraje y Nominación a Mejor Actor Principal para Pedro Nistal.
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