Alberto Rodríguez crea con Modelo 77 un drama carcelario con el que cuestiona el éxito de la transición en España y la cultura creada en torno a ella. A través de la lucha interna de los presos en la cárcel de Barcelona nos hará un recorrido por la situación política de esos años. Estreno en salas de cine españolas el 23 de septiembre de 2022.
Crítica de 'Modelo 77'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Modelo 77
Título original: Modelo 77
Reparto:
Miguel Herrán (Manuel)
Javier Gutiérrez (Pino)
Jesús Carroza (El Negro)
Fernando Tejero (El Marbella)
Catalina Sopelana (Lucía)
Xavi Sáez (Boni)
Alfonso Lara (El Demócrata)
Javier Lago (Domingo)
Polo Camino (Rubí)
Iñigo Aranburu (Andrés)
Iñigo de la Iglesia (Agustín)
Víctor Castilla (Rompetechos)
Javier Beltrán (Arnau Solsona)
Año: 2022
Duración: 125 min.
País: España
Director: Alberto Rodríguez
Guion: Rafael Cobos, Alberto Rodríguez
Fotografía: Alex Catalán
Música: Julio de la Rosa
Género: Drama. Thriller
Distribuidor: Walt Disney Studios Motion Picture Spain
Tráiler de 'Modelo 77'
Sinopsis de 'Modelo 77'
Cárcel Modelo. Barcelona 1977. Manuel (Miguel Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre 6 y 8 años, un castigo desproporcionado para el delito cometido. Pronto, junto a su compañero de celda, Pino (Javier Gutiérrez), se une a COPEL, un colectivo de presos que luchará por los derechos de los presos comunes y la amnistía. Se inicia una guerra por la libertad que hará tambalearse al sistema penitenciario español. Si las cosas están cambiando fuera, dentro también tendrán que hacerlo.
Una historia de amistad, solidaridad y libertad, inspirada en hechos reales.
Dónde se puede ver la película en streaming
Un recorrido por la amnistía carcelaria
Modelo 77 es un duro drama carcelario que sirve como espejo de lo que sucedía en el exterior del edificio, en el resto del país. Como ya hiciera en La isla mínima, Alberto Rodríguez se sirve del cine de género para analizar las miserias de una sociedad que olvidó muy pronto el coste de aquellos años de supuestos grandes cambios.
La historia se centra en un grupo de presos de la cárcel Modelo de Barcelona, en lucha por los derechos como reclusos y por un proceso de amnistía, mientras sufren abusos continuos por parte de sus vigilantes. La incesante sensación de injusticia provocada por un sistema que trata de perpetuar el borrado constante de aquellas partes de la sociedad que no quiere incluir se acaba mezclando con escenas de dramas carcelarios más íntimos. Las muestras de brutalidad y errores judiciales en un sistema amañado por la élite gobernante a través del estado policial proporcionan tanto drama como emoción.
Foucault a través de la cámara
Alberto Rodríguez vuelve a contar con Álex Catalán como director de fotografía. En un entorno mucho menos agradecido que los amplios paisajes de La isla mínima pero con una ejecución tan minuciosa como en sus colaboraciones previas. La cárcel Modelo de Barcelona, cerrada en 2017 y ahora convertida en lugar histórico, es un regalo de localización que la producción convierte en un tesoro visual.
Desde el primer plano de entrada a la cárcel, por momentos tan protagonista como los propios reclusos, nos queda clara la estructura diseñada para transmitir la sensación de vigilancia permanente. Como Foucault señaló en varios de sus ensayos, la función de estas instituciones, extendida a otras, es la de creación de poder a través de esa transmisión de la posibilidad de vigilancia constante. Los reclusos nunca saben si los funcionarios están descansando o en sus tareas de observación, lo cual acaba provocando esa marca de control permanente.
La cámara ayuda, creando esa impronta de estar observado en todo momento. Además nos imbuye en un ambiento opresivo y ominoso, que se adhiere a la mente de los prisioneros desde el momento en que ponen un pie en el edificio. Solamente a través de la narrativa visual es capaz de transmitirnos la tortura que supone la privación de libertad. No es necesario que los protagonista nos lo cuenten, para que podamos ver y percibir el ansia que los corroe poco a poco.
Drama interior fallido
La última parte de Modelo 77, en su intento de convertirse en un drama carcelario más común, entra en un bache. El metraje parece alargado en cierto punto, y la relación entre personajes resulta algo forzada. Las amistades se construyen a lo largo del metraje, pero el desarrollo en los últimos treinta minutos acaba acelerando en pos del desenlace elegido.
La pareja de compañeros de celda es todo un clásico en las narraciones carcelarias. Alberto Rodríguez se toma su tiempo para introducirnos a los personajes que la conforman. El momento en que la narración se centra exclusivamente en sus historias personales, utiliza una metáfora interesante sobre quienes quedan atrás, pero no consigue que conectemos con el dúo en esos momentos clave.
Radiografía certera con un primer plano borroso
El director sevillano vuelve a componer una película con una factura técnica impecable, a la que no se puede señalar ningún error. El problema lo encontramos en la parte del fondo narrativo. Mientras se dedica a señalar de forma indirecta al olvido que el sistema siempre muestra por los grupos más desfavorecidos funciona muy bien. Sin embargo, cuando trata de convertirse en una historia personal resulta fallida e impostada. Todo lo que resulta interesante como metáfora del ambiente en el país, acaba en cliché dramático cuando se traslada a lo individual.
Hay un futuro, parece decir Modelo 77, pero tiene que ser forjado, literalmente, por uno mismo. Una imagen recurrente, vista desde la ventana de la celda, es un cartel luminoso de neón que insta a sus destinatarios a "saltar al color"; puede que el anuncio de los televisores sea un poco exagerado, pero resume la visión de Alberto Rodríguez acerca de una España que intenta abrirse camino, hacia la luz, y para ello ha de saltar al vacío.
Reportaje de Modelo 77 en Días de Cine TVE
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