En 2016 la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial azotó Europa. Las imágenes a veces grotescas pero ciertas, invadían nuestros ensimismados televisores, nuestras redes sociales… Un número incierto de personas no llegaron a encontrar cobijo, entre ellos niños. Otros, llegaron solos a países desconocidos, casi como si de una moda efímera se trataran, con palabras de apoyo, aplausos y abrazos. Hoy, tres años después, esos niños cuentan sus historias como refugiados en Europa; concretamente en Grecia y Suecia. Silvia Venegas nos lo muestra con Nuestra vida como niños refugiados en Europa, nominado a los Premios Goya.
Crítica de 'Nuestra vida como niños refugiados en Europa'
Ficha Técnica
Título: Nuestra vida como niños refugiados en Europa
Título original: Nuestra vida como niños refugiados en Europa
Año: 2018
Duración: 15 min
País: España
Director: Silvia Venegas
Guion: Silvia Venegas
Fotografía: Alberto González Casal
Género: Documental
Productora: Making Doc
Tráiler de 'Nuestra vida como niños refugiados en Europa'
Sinopsis de 'Nuestra vida como niños refugiados en Europa'
Nuestra vida como niños refugiados en Europa muestra al más de un millón de niñas y niños que han buscado refugio en Europa, muchos de ellos completamente solos. Toda una generación que ha huido de la guerra y que ahora, en vez de ser niños, tienen que enfrentarse a la burocracia, la desconfianza, la espera, la frustración, la incomprensión y el miedo. Este documental mira directamente a sus ojos y escucha sus opiniones, sus sentimientos, sus deseos, sus canciones,… (MAKING DOC).
Un documental personal
Olvidando la polémica social y/o política, Nuestra vida como niños refugiados en Europa narra el testimonio de esos niños. Algunos, aún menores aunque con años de historia en sus ojos, captan ese prisma que solo la infancia puede aportar a nuestros ojos; con sencillez pero crudeza. La mayoría temen que, precisamente esa mayoría de edad recién adquirida, sea la culpable de nuevas pesadillas. Y es que el mensaje es claro; no basta con acogerlos y darnos una palmadita en la espalda.
Su directora, Silvia Venegas, muestra un escenario casi siempre acogedor, lleno de colorido y comodidades que parecen estar a punto de desvanecerse a cada palabra de los testimonios. Esta cineasta dirige la cámara con decisión hacia unos niños temerosos de la burocracia, de la autodenominada justicia social y de un futuro incierto que apenas depende de ellos. No hay promesa del sueño europeo y ya apenas quedan fuerzas para afrontarlo.
Los niños siempre son niños…
Algunos discursos pueden sonar incluso frívolos en Nuestra vida como niños refugiados en Europa. El joven que quiere ser jugador de baloncesto en la selección sueca o la niña que narra lo poco que le gusta a su madre el país que la cobija, pueden despertar el lado más ensombrecido de ciertos individuos de nuestra sociedad que los considera ciudadanos de segunda. Pero no es más que la visión de un niño que se pregunta “¿y por qué yo no?”. Y es que, aquel que no se haya interesado por esta situación, el que acostumbra a mirar hacia otro lado, muy difícilmente va a cambiar de opinión, si es que llega a visionar el documental, por algún tipo de casualidad.
No obtendremos ninguna revelación que abra nuestros vendados ojos ni impactará con una imagen grotesca o algún relato personal y conmovedor. Es más; en general todo el documental navega en círculos alrededor de la misma zona segura sin sumergirse demasiado en casos personales. Estos niños son un ejemplo de la situación de muchos que, independientemente de sus desventuras personales, muestran una situación social al borde del caos y la incertidumbre. No hay una historia más destacable que otra; todas nos llevan a la misma incertidumbre.
Esquivando polémicas
Tan solo durante un pequeño instante parece querer denunciar ciertos aspectos controvertidos, como la salida de la delincuencia como solución para muchos; un mítico “el buscarse la vida” reina en la sombra de Nuestra vida como niños refugiados en Europa. Pero, con delicadeza, retrocede de nuevo con algunos planos realmente bonitos y estudiados, que bien podrían sustituirse por una explicación burocrática que nos despejara algunas dudas que, desde su propio desconocimiento, no pueden aclararnos los narradores del relato. Y es que los niños…son niños. Y solo se preguntan por qué les ha tocado vivir esta situación.
Una canción sin emoción
El espectador tiene que esforzarse por buscar esa conexión que se siente obligado a percibir. Cree encontrar incluso incoherencias y posados que, a la corta, dan sensación de distancia, de estar observando desde el otro lado de un escaparate. El tono informativo es palpable aunque cómodo. Pero, ante semejante tema, no era comodidad lo que esperábamos.
Nominado en los Premios Goya como mejor cortometraje documental Nuestra vida como niños refugiados en Europa está hecho por y para esos niños en idéntica situación. Y ojalá todos ellos tengan la oportunidad de verlo. Se sentirán algo más arropados y acompañados e incluso puede que la esperanza les invada. Para el resto de mortales es la muestra de una situación que no expone nada que no sepamos ya. De un modo algo acartonado a veces, pero desde el cuidado, y con un esmero y una profesionalidad dignas de esa nominación, este cortometraje documental no tenía tantas pretensiones como metas ha alcanzado.
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