Naves del Español en Mataderoestrenó el pasado 3 de marzo Oceanía, obra póstuma de Gerardo Vera, quien no pudo ver el montaje acabado al morir antes de ponerlo sobre las tablas. Por lo tanto, se convierte en un homenaje póstumo, de mano de algunos de sus compañeros y amigos más cercanos. Por un lado, José Luis Arellano asume la dirección, mientras que Carlos Hipólito resucita en su piel las vivencias de Vera. También cabe recordar que la dramaturgia está a cargo de Vera junto a José Luis Collado. Aplaudida por el gran público, se puede disfrutar en la Sala Max Aub hasta el 24 de abril en Naves del Español en Matadero.
Duración: 90 min. apróx. Dirección: José Luis Arellano Dramaturgia: Gerardo Vera y José Luis Collado Diseño espacio escénico y vestuario: Alejandro Andújar
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (A.A.I.) Videoescena: Álvaro Luna con la colaboración de Elvira Ruiz Zurita Composición música original: Luis Delgado Producción: Teatro Español, Carhip5 S.L., Traspasos Kultur S.L. y COART+E
Tráiler de 'Oceanía'
Sinopsis de 'Oceanía'
Oceanía es el testamento artístico y vital de Gerardo Vera.
Es el último proyecto que parió antes de que el coronavirus se lo llevara prematuramente, y sin duda el más ilusionante de los miles de trabajos realizados a lo largo de su medio siglo de carrera en pantallas y escenarios.
Oceanía es el recuerdo de una vida apasionante. Es el retrato de un país y de una época. Es la mirada otoñal de un hombre excepcional que un buen día sintió la necesidad de poner negro sobre blanco la historia de su vida. Cientos de páginas en las que plasmó sin pudor una realidad tamizada por el velo del recuerdo: su infancia privilegiada, la dolorosa ruina de su familia, el nacimiento de su eterno amor por el cine, el descubrimiento del amor, el desgarro del desamor, el compromiso político, el odio al padre, la reconciliación a través de la compasión. Y el germen del teatro, su verdadera pasión que le acompañó hasta sus últimos días. (TEATRO ESPAÑOL).
La mirada de la nostalgia
Gerardo Vera abandonó este mundo antes de ver sobre las tablas Oceanía, obra teatral que repasaba sus memorias, escrita por él mismo junto a José Luis Collado. Después de su triste pérdida, esta obra se convierte en el regalo póstumo del autor, quien invita a los espectadores a formar parte de sus experiencias vitales. A través de una mirada clara y transparente, la dramaturgia se posa por los recuerdos del director teatral, con un lenguaje cercano, efectivo y cautivador. Junto a él, el público va navegando por episodios alegres, cómicos, emocionantes y, sin duda, llenos de emotividad. Hay varias partes en las que es imposible no dejarse llevar por las lágrimas, ante un texto en el que se puede ver el cuidado de quién mira hacia atrás con ternura y amor.
Lo que comienza por ser una exposición de relatos, donde permiten conocer mejor la personalidad de Vera, también se pone sobre la mesa la herencia familiar. Sin embargo, lejos de convertirse en un reclamo, termina por ser una reconciliación y una oda al cambio y al entendimiento. Por ello, se exprime una sensación de paz y de sanación, ya que permite ver a través de esos personajes el perdón que tanto se anhela en familias tan dispares. Asimismo, hay que aplaudir que lo cocine con una comedia campechana, explorando esa idiosincrasia española que hace acto de presencia en varios momentos. Ese universo, en el que se convierte esa Oceanía simbólica, es un perfecto reflejo de ese viaje lleno de sentimiento que hace que el público acabe sumergido en una oda a la vida. Precioso, un epílogo perfecto para Vera y su memoria.
La celebración de la vida
Carlos Hipólito asume el reto de meterse en la piel de Gerardo Vera en Oceanía y transmitir sus memorias. Con la presión que supone realizar la obra póstuma del autor, también se añade el tener que meterse en su piel y en sus carnes. Sin embargo, Hipólito demuestra una vez más ser un auténtico titán de la interpretación. Desnuda su alma sobre la escena y se deja la piel sobre ella, a través de una sensibilidad elegante y alejada de fuegos artificiales. Gracias a ello, no se ve artificio por ningún lado, sino que navega hacia el interior de su personaje y lo exprime al máximo para lograr dar realismo y verdad. Al mismo tiempo, ofrece poética y musicalidad. Por lo tanto, hay esos contrastes que se ejecutan con maestría y auténtica brillantez sobre las tablas.
La dicción de Hipólito vuelve a remar a favor, dado que como maestro de ceremonias se corona a través de la palabra. Por lo tanto, el manejo de la dirección de la voz y la manera de pronunciar su parlamento son muy atrayentes, como si de un narrador-demiurgo se tratase. También hay que aplaudir su movimiento sobre la escena, ya que no se mantiene estático, pero tampoco se traduce en un ejercicio vivaz y en constante movimiento. Por ende, elige aquellos detalles que dan humanidad a su forma de actuar y lo traslada a los dejes de un persona que hace que el espectador lo perciba como de la familia. Como apunte, ver la emoción sobre la mirada de Hipólito es una de esas sensaciones que atraviesa el corazón y el efecto sigue durando durante semanas. Un actor brillante, una exquisitez sobre las tablas.
La emoción del momento
Trasladar el recuerdo de lo que fue sobre las tablas no era tarea fácil en Oceanía, la cual se va dividiendo por distintos episodios. La construcción de la escenografía se equilibra por lo minimalista, en cuanto a objetos, y un uso del audiovisual más entregado. Por lo cual, se intuye una combinación de ambos lenguajes artísticos para ser capaces de realizar un simbolismo de la nostalgia, así como de ilustrar la noción del recuerdo. Sin duda, captan el significado abstracto del término y lo transforman en una composición visual totalmente estética, que consolida la ambientación de la pieza teatral. Aun así, no abusa de su apoyo sobre la proyección, sino que también otorga viveza con elementos como la mesa de la cena familiar, que permiten que evolucione la puesta en escena sin problema.
El ritmo de la obra sigue una ligereza espléndida, que no se atenúa en ningún momento y permite dar lugar a cada parte más emocional o visceral. En esa buena gestión de lo sensitivo, vislumbra una dirección muy bien realizada de mano de José Luis Arellano. Saber medir dónde colocar cada tempo, comprueba la efectividad de las decisiones artísticas sobre las tablas. Además, reparte la energía que se fragua por los diferentes estadios de la pieza teatral. También hay que mencionar la música, una composición que exalta ese cuidado y gusto, consolidando el espacio sonoro con la brillantez de otros elementos de la propuesta. Para finalizar, ese camino hacia el final se convierte en un pellizco al corazón, siendo un broche final gallardo y primoroso, que culmina en una auténtica obra de arte. Un título imprescindible.
Conclusión
Oceanía es una excelente obra teatral, que repasa la vida de Gerardo Vera, a través de una dramaturgia exquisita. Sensibilidad, fuerza, comedia y verdad es lo que florece en el texto, que se acompaña de una potencia llena de humanidad. Por otro lado, Carlos Hipólito realiza una labor interpretativa increíble, llena de matices y dejándose la piel y el sentimiento sobre el escenario. Sin duda, Hipólito regala una de las mejores interpretaciones del año y de la temporada. Asimismo, la propuesta escénica culmina un trabajo lleno de sensibilidad y delicadeza, que se conjugan con un sentir auténtico y sanador. Una oda a la vida, a las experiencias y al perdón que acaba por ser una experiencia teatral impresionante con una afectividad que llega a lo más hondo de la emoción.
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