Teatro Infanta Isabel estrenó su programación 2021-2022 con Onán, obra escrita por Nacho Faerna. Esta producción de la compañía Cayuga cuenta también con Sanra Produce y LaZona. Fernando Soto se encuentra en la dirección y en el elenco actoral, el cual se completa con Llum Barrera e Iñaki Miramón. Esta obra habla del amor, del sexo... Una comedia sobre temas serios, como todas las comedias dramáticas, ¿o no?. Se puede disfrutar hasta el 12 de octubre de 2021.
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Fernando Soto Dramaturgia: Nacho Faerna Ayudante de dirección: Alex Stanciu
Escenografía: Mónica Boromello
Diseño de iluminación: Ion Aníbal
Diseño sonoro y vídeo: Fernando Soto y Bela Nagy
Vestuario: Ana Llena
Ayudante de vestuario: Tania Tajadura
Coordinación técnica: Bela Nagy
Diseño de imagen y fotografía: Geraldine Leloutre
Producción ejecutiva: Manuel Sánchez y Elena Martínez
Prensa: María Díaz
Distribución: Elena Martínez Artes Escénicas Producción: Cayuga Ficción, Sanra Produce, LaZona y Elena Martínez
Tráiler de 'Onán'
Sinopsis de 'Onán'
Onán nos presenta a Laura y Jaime, que llevan veinte años juntos. Una tarde reciben una llamada de Ricardo, el tutor del hijo adolescente de ambos. Quiere verlos en su despacho porque el chico se salta las clases para encerrarse en el baño del instituto a masturbarse. Este pequeño problema doméstico enfrenta a la pareja con sus propios deseos y contradicciones, desvelando aspectos de su relación que amenazan con destruirla. (TEATRO INFANTA ISABEL).
El amor
Hablar del amor es hablar de la propia humanidad, dado que es uno de los grandes motores de la historia. Actualmente, sigue siendo uno de los pilares de la sociedad moderna, herencia del desarrollo a lo largo de las distintas épocas universales. Nacho Faerna extrae este reflexión de forma en la que se intenta comprender los sentimientos y la complejidad de los mismos en Onán, comparándolo con el relato homónimo en la Biblia. Así comienza la obra teatral, siendo una carta de presentación imprescindible y contextual, que muestra el tono de la pieza. Esa discusión entre amor, sexo, protección y moral explora términos que se subliman en una conversación interesante. Asimismo, permite al espectador conectar con el imaginario del significado de romanticismo, sin perder de vista la conjunción entre deseo carnal y la emoción íntima y personal.
Durante las primeras escenas se respira ese humor más sencillo, más accesible, pero Faerna sabe revestirlo después de un drama introspectivo. De esta forma, dibuja situaciones cotidianas y no necesita de una problemática trágica, sino que incorpora detalles del día a día. Aun así, mantiene el concepto del onanismo y la historia bíblica, donde rompe con el cliché del amor romántico. Se teje una red de búsqueda de la felicidad personal, al mismo tiempo que se realiza un conglomerado narrativo en torno a las parejas, y sus imperfecciones. En ese enredo, más sentimental que narrativo, es donde reside la fuerza de la obra, que culmina con la revisión de la sinergia que hay entre el sexo y las relaciones personales. Por lo cual, lo que comienza como una exploración del legado histórico psico-social, finaliza en un espectáculo sobre la dificultad del sentir, aderezado con comedia.
La pareja
Llum Barrera e Iñaki Miramón dan vida a esta peculiar pareja en Onán, que junto a Fernando Soto completan el elenco actoral. En primer lugar, Barrera se desliga del humor que la caracteriza, para dar un personaje lleno de naturalidad y realismo. No hay escena en la que no desprenda esa verosimilitud cercana, que hace que evoque a mujeres que se pueden conocer perfectamente en la vida real. Además, aporta esa energía familiar, que le dota de credibilidad hasta en las escenas más rocambolescas. Asimismo, es generosa con sus compañeros en escena, fomentando una combinación atractiva a ojos del espectador. Sorprende, pero al mismo tiempo no extraña, dado que en múltiples ocasiones Barrera ha demostrado sus grandes actitudes como actriz dramática. Al finalizar la obra, el espectador es consciente de que su trabajo sobre las tablas ha sido excelente, sin necesidad de fuegos artificiales ni grandes sobresaltos.
Después, Iñaki Miramón demuestra sus tablas como actor, dado que, a pesar de algunos inconvenientes con algunos diálogos, supo encaminarlo en todo momento y seguir fabricando entrando en las vísceras de su personaje. Esa intranquilidad y desasosiego son un matiz perfecto para las escenas más humorísticas. Se aprecia que sepa dar ese punto de exageración que le demanda el excentrismo de su personaje. La química que desarrolla con Barrera es particular y forman un tándem espléndido. Para terminar, Fernando Soto, quién también dirige la pieza, se mete en la piel de una tercera pieza vital de la obra. Al igual que Barrera, su apuesta emerge por una estrategia orgánica, completamente sosegado y próximo ante el público. Por esa razón, su contraste con Miramón es una de las características del reparto que indica la buena elección de intérpretes.
El sexo
La construcción espacial de Onán transmite todo aquello que se quiere difundir desde el guion y desde la ejecución actoral, por lo que no es extraño la disposición de los objetos a utilizar. Para comenzar, hay una elección de colores cálidos, que provocan una sensación agradable para el público. Se siente como en casa. Asimismo, la transformación que va sufriendo a lo largo de la pieza, expone la necesidad práctica de no tener que marcar estilos diferentes en los personajes y sus correspondientes contextos, sino que da más importancia a la palabra y el mensaje. Por lo tanto, la escenografía no quita protagonismo, sino que funciona como vehículo artístico a la reflexión que se comparte con los asistentes. Aun así, no se puede negar que hay un cuidado en los detalles y se ve una propuesta absolutamente trabajada.
Además, la introducción de ciertos elementos más puntuales, como las sombras o los extractos de película, son bocanadas artísticas que rompen con la propia rutina de la puesta en escena. De esta forma, el público no siente que lo que acontece, a nivel estético, sea estático, sino que hay un dinamismo presente. No obstante, lo que prima es un ritmo suave, elegante, con un clímax que se va gestando tranquilamente. Durante el punto más álgido del espectáculo, el ritmo prospera positivamente y deja una sensación sensitiva cautivadora. Incluso, ese cierre más cómico, deja constancia de la coherencia interna que hay en el desarrollo de la obra. Únicamente, puede haber una parte de los espectadores que esperen mayores dosis de humor y vean sus ganas frustradas. Sin embargo, también hay quién pensará que se ha encontrado el perfecto equilibrio entre el drama y la comedia.
Conclusión
Onán reflexiona sobre los sentimientos, el placer, el tiempo y el amor propio. La dramaturgia no busca sentar cátedra, sino llevar esta conversación a los espectadores y disfrutar de los estímulos emocionales que se desarrollan. Por otro lado, Llum Barrera, Ferrnando Soto e Iñaki Miramon forman un equipo artístico estupendo, con una sinergia muy bien lograda. La puesta en escena emerge desde una familiaridad y cercanía, que siguen en consonancia de la propia identidad del espectáculo. No hay grandes sobresaltos, pero hay una intimidad ejecutada excelentemente. Las relaciones personales se dan cita con el realismo de la emoción, exponiendo la complejidad del amar de una forma tragicómica y maravillosa.
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