El pasado27 de julio volvió a los escenarios Palabras encadenadas, de Jordi Galcerán. Estrenada originalmente en 1996, han pasado ya 26 años desde la primera vez que se representó en un teatro. En esta ocasión, Domingo Cruz se encarga de la dirección, con Beatriz Rico y David Gutiérrez en el elenco actoral. Una comedia adereza con thriller psicológico. Se representa hasta el 4 de septiembre en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
Título: Palabras encadenadas Título original: Paraules encadenades
Reparto: David Gutiérrez Beatriz Rico
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Domingo Cruz Dramaturgia: Jordi Galcerán Producción: Lucas Espinar y Antonio Espinar
Ayte Dirección: Isabel Moreno
Diseño de Iluminación: Fran Cordero
Espacio escénico y vestuario: Domingo Cruz y Diego Ramos
Diseño de espacio sonoro: Álvaro Rodríguez Barroso
Construcción de escenografía: Diego Parejo y Javier Parejo (Talleres El Molino)
Sastrería: Sol Curiel
Maquillaje: Rocío González
Acabados espacio escénico: Juan Carlos Segador (Alarife S.L.)
Administración: Soledad Ruiz y Raquel Cano
Diseño gráfico: Alberto Rodríguez
Fotografía: Ana Antolín
Fotografía Cartel: Emilio Gómez
Vídeo: Rosaura Rombo
Técnico de sonido: Emilio Ortiz
Técnico de iluminación: Nico Sánchez Producción: Solomúsica Teatro en coproducción con la Junta de Extremadura, Consejería de Cultura, Turismo y Deportes.
Tráiler de 'Palabras encadenadas'
Sinopsis de 'Palabras encadenadas'
Palabras encadenadas es, si se quiere leer así, la historia de un psicópata y su(s) crímen(es), ¿han existido realmente, han sido "ensayos" para el único crimen que deseaba perpetrar, forman parte sólo de una macabra broma? Pero desvela también la imposibilidad de marcar límites entre la locura y cordura, entre verdugo y víctima. Sabiamente Galcerán construye la pieza de forma milimétrica, graduando la información que nos permite el desvelamiento de las verdaderas relaciones que unen a los personajes.
Paso a paso, la historia se hace más compleja y el afloramiento de cada nueva verdad sigue un cuestionamiento, de modo que se genera una nueva incertidumbre. Lo que hubiera podido ser una simple propuesta moral, todo lo emocionante que se quiera, pero lastrada por una clara toma de partido, que nos hubiera impedido a simpatizar directamente con la víctima y sentir repugnancia por el verdugo, queda convertido en un ambiguo interrogante sobre la condición humana, gracias a un hábil escamoteo, que no es otra cosa que la muestra de que ser un torturador y no torturado sólo depende de tener el poder de elegir el papel y contar con los recursos necesarios para representarlo con éxito. (TEATRO BELLAS ARTES).
Arcaica
En 1996 se estrenó Palabras encadenadas en el Teatre Romea. A pesar de ser una década no tan lejana, todavía había ciertos avances sociales en los que no se había logrado evolucionar y se encontraba en plena expansión de la visibilidad de problemáticas graves como la homofobia y la violencia de género, por ejemplo. Sin embargo, la obra lejos de ser como el buen vino, después de más de 25 años, rezuma a un olor avinagrado. En consecuencia, es difícil dirigir algunos de los diálogos que se escuchan en la obra, provocando la incomodidad inmediata. Para comprender el porqué de la posible indignación de los asistentes, se hace burla sobre temas como las denuncias falsas de violencia machista, sobre la vergüenza de tener una pareja LGBTQ+ o la integridad femenina. Sin entrar en mayor detalle, muchos gags se embadurnan de machismo y LGBTIQfobia, donde el humor, simplemente, no existe.
La comedia es un género que no tiene límites, pero en el momento en el que una broma pierde su gracia y pasa a ser una ofensa es tiempo de reflexionar y encaminarse hacia otro lugar. Con lo cual, a esta obra le urge una relectura mucho más sana y que no ridiculice a sectores de la población que ya de por sí sufren violencia y discriminación. A pesar de esta grave percepción, analizando la dramaturgia en el género al que desea pertenecer, tampoco logra obtener un resultado positivo. El suspense que ejerce en las primeras escenas se va diluyendo según avanza la acción, que repite continuamente la misma estructura narrativa. Por ende, el público no nota que haya un desarrollo atractivo, que mantenga al espectador atento a lo que sucede sobre las tablas, sino que acaba por aburrir y obtener una historia demasiado lineal, reiterativa y cargante.
A remo
Por desgracia, Palabras encadenadas no es el mejor escaparate para David Gutiérrez y Beatriz Rico, los cuales tienen la difícil misión de sostener una obra que está destinada al descalabro. Aun así, su labor dramática se convierte en uno de los aspectos mejor valorados del montaje. En primer lugar, David Gutiérrez ofrece una interpretación que le permite jugar a la ambigüedad que demanda su personaje. Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, al haber un trasiego que ya no sorprende, su luz se va difuminando con el pasar de los minutos. Pese a ello, Gutiérrez realiza una función solvente, que le permite exponer esa vertiente oscura sin dejarse la cotidianidad y el costumbrismo. Gracias a ello, se ve una expresividad verosímil y convincente, si analizamos solo su trabajo sobre las tablas sin tener en cuenta las flaquezas narrativas ya mencionadas.
Por su parte, Beatriz Rico se convierte en una víctima-victimaria, una combinación entre superviviente y femme fatale. La energía que desprende en todo momento es atrayente, tiene una fuerza que le permite obtener esa atención de los espectadores. Con lo cual, lo ejecuta con un atractivo magnético, que hace que, por suerte, el público pueda observar la manera en la que se sumerge en su personaje. Asimismo, al igual que ocurre con Gutiérrez, hay esa dicotomía, muy presente en toda la obra, entre comedia y thriller. Por lo que, Rico demuestra no tener problemas en cambiar de un registro a otro sin perder la consistencia que hay en su trabajo. En conclusión, los dos actores ponen totalmente de su parte para dar lo mejor de sí, obteniendo una conexión efectiva entre ellos. Una pena que se vea ensombrecida por el conjunto del espectáculo.
En círculos
Una gran jaula se convierte en el escenario principal de Palabras encadenadas, sirviéndose de una primera toma de contacto muy eficaz. Por lo tanto, la escenografía consigue encajar a la perfección con la personalidad que se desea dar al montaje, esa oscuridad tensa, una pizca de espectáculo, llevando al público a una atmósfera bien planteada. Asimismo, el espacio sonoro termina por consolidar ese sello de identidad, recubriendo la puesta en escena en una tirantez muy bien fabricada. También hay que apuntar que el uso de las sombras, así como del movimiento de los actores aportan un dinamismo que favorece a la obra. El uso del audiovisual es efectivo, aunque podría explotarse algo más. Por otra parte, destacar el uso de los objetos en la escenografía, que tienen una función que permite que haya más viveza.
No obstante, pese a los esfuerzos a nivel visual y estético, el ritmo acaba por jugar totalmente en su contra, dando un resultado muy mejorable. Al haber varios giros de guion, pero sin picos de energía bien seleccionados, termina por ser demasiado lineal y en el que da la sensación de que no sucede absolutamente nada. En consecuencia, una vez se desvela el final de cada uno de los personajes, los asistentes lo viven sin pena ni gloria. En este sentido, la dirección podría buscar la forma de impresionar y dar más golpes de efecto para captar mayor atención y vitalidad a la pieza teatral. Por último, el conjunto es bastante mejorable, le falta dar una vuelta en su desarrollo y plantear una estrategia más atrayente. Por tanto, al sumarle una narrativa que incomoda y que se ha quedado arcaica, deja una sensación desafortunada.
Conclusión
Palabras encadenadas necesita una actualización muy urgente, quedándose en un guion lleno de gags arcaicos, que llegan a incomodar por la carga machista y LGBTQfóbica que hay en ellos, no causando absolutamente ningún tipo de gracia. Por tanto, podría llegar a resultar ofensivo y muestra que, en esta ocasión, la pieza no ha envejecido nada bien. Asimismo, el ritmo es excesivamente lineal, sin ningún tipo de dinamismo, que provoca una sensación de estancamiento y de dar vueltas en círculos. A pesar de ello, David Gutiérrez y Beatriz Rico pelean por dar lo mejor de sí, aunque no es suficiente para levantar la función. Hay que diferenciar entre lo políticamente incorrecto con “bromas” que exponen un pensamiento retrógrado y ofensivo, perdiéndose la comedia, con un guion y un ritmo que hacen aguas.
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