El espectador, el habitual de las salas de cine, había tomado como lógica la representación que de la ciencia ficción ejecutaba el séptimo arte. Se daba por sentado que este género debía tratar mundos imposibles, sociedades perfectas o desastres globales, contactos alienígenas o evoluciones futuristas de las sociedades humanas. Sin embargo, este concepto ha cambiado. Hoy, el futuro ya no necesita naves espaciales ni alienígenas para hablarnos de ciencia ficción en las películas. El cine contemporáneo ha aprendido a explorar los límites de lo humano a través de historias íntimas, realistas y profundamente tecnológicas. En este terreno ambiguo, películas como Her, Ex Machina o Black Mirror: Bandersnatch nos muestran un mañana tan cercano que apenas se distingue del presente.
Resumen
Películas que hablan del futuro sin usar ciencia ficción
El avance imparable de un presente que ya es futuro, donde participan de forma activa elementos como la inteligencia artificial, la realidad aumentada o los algoritmos predictivos, ha modificado nuestra percepción del tiempo e incluso de la realidad.
En efecto, se vive en un presente que ya se siente futurista, y eso lo sabe bien la cultura audiovisual.Plataformas digitales, corporaciones tecnológicas o comunidades descentralizadas, como Binance, cuyo ecosistema se ha convertido en un símbolo de cómo conceptos como criptomoneda precio penetran en el lenguaje cotidiano, forman parte del nuevo paisaje simbólico que el cine intenta representar. En estas historias, los protagonistas no viajan por galaxias lejanas ni se enfrentan a civilizaciones avanzadas y peligrosas, sino que navegan por un entorno dominado por pantallas, datos y decisiones automatizadas, donde lo intangible adquiere valor y la identidad se mide en información más que en gestos.
El futuro que ya está aquí
Películas como Her, de Spike Jonze, imagina una realidad actual con sabor a futuro. Plantean la pregunta entre una persona y un ser digital, con Joaquin Phoenix dando vida a un hombre que se enamora de la voz de un sistema operativo. El resultado es tan poético como perturbador. En lugar de mostrarnos máquinas dominando el mundo, Her revela algo tan sutil como la soledad contemporánea, la dificultad de conectar en un entorno hiperconectado. Esa visión del futuro como espejo del presente es lo que distingue a las nuevas narrativas tecnológicas del viejo cine de ciencia ficción.
Por su parte, Ex Machina, de Alex Garland, propone un experimento ético con apariencia minimalista. Un joven programador evalúa la conciencia de una androide diseñada para seducir y manipular. El filme plantea un dilema moral, sin efectos especiales, donde la frontera entre creador y criatura se difumina en un escenario frío y elegante. No hay ciudades voladoras ni guerras interplanetarias, solo un diálogo tenso entre inteligencia, deseo y poder. Garland demuestra que el verdadero futurismo del siglo XXI reside en la psicología, no en la pirotecnia digital.
Nuevas narrativas para un nuevo espectador
Black Mirror: Bandersnatch, en cambio, lleva la interacción a un nuevo nivel. Al permitir que el espectador decida el rumbo de la historia, la película nos convierte en cómplices de la narrativa. El futuro invita a ser participativo y fragmentado, un territorio donde cada elección abre un universo distinto. Este tipo de formatos redefine lo que hasta ahora se entendía por cine y cuestiona el papel pasivo del público.
En conjunto, estas obras delinean un retrato inquietante del mañana: un mundo reconocible, sin viajes temporales ni monstruos espaciales, pero saturado de decisiones algorítmicas y vínculos virtuales. Su poder no está en mostrarnos lo que viene, sino en hacernos sentir que el futuro ya ha llegado, y que no necesitamos mirar hacia las estrellas para encontrarlo, que basta con mirar a la gran pantalla o a las televisiones con las programaciones de streaming.
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