A los 66 años, Carolyn Zeifman, la esposa de David Cronenberg, fue víctima de un cáncer que acabó con su vida. Han pasado ya unos ochos años desde aquel trágico suceso, pero el director y guionista canadiense, en su última película, Profanación (The Shrouds), sigue navegando por la contradictoria belleza de esos recuerdos, tan maravillosos como desgarradores. Recuerdos de una persona que ya no vemos, pero nunca será invisible. Puedes leer aquí otra crítica realizada por Cinemagavia de esta película. Estreno el 19 de septiembre de 2025 en Filmin.
Crítica de 'Profanación (The Shrouds)'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Profanación
Título original: Profanación / The Shrouds / Les linceuls
Reparto:
Vincent Cassel (Karsh Relikh)
Diane Kruger (Becca Relikh)
Guy Pearce (Maury Entrekin)
Sandrine Holt (Soo-Min Szabo)
Elizabeth Saunders (Gray Foner)
Ingvar Eggert Sigurdsson (Elvar)
Jennifer Dale (Myrna Shovlin)
Matt Willis (Músculo)
Jeff Yung (Dr. Rory Zhao)
Steve Switzman (Dr. Jerry Eckler)
Eric Weinthal (Dr. Hofstra)
Al Sapienza (Luca DiFolco)
Año: 2024
Duración: 116 min.
País: Canadá
Director: David Cronenberg
Guion: David Cronenberg
Fotografía: Douglas Koch
Música: Howard Shore
Género: Ciencia Ficción. Thriller
Distribuidor: Filmin
Tráiler de 'Profanación (The Shrouds)'
Sinopsis
Karsh, de 50 años, es un importante hombre de negocios. Inconsolable desde la muerte de su esposa, inventa GraveTech, una tecnología revolucionaria y controvertida que permite a los vivos vigilar a sus seres queridos difuntos en sus mortajas. Una noche, varias tumbas, incluida la de la esposa de Karsh, son profanadas. Karsh se propone localizar a los autores. (Filmin)
Dónde se puede ver la película en streaming
La muerte en el Smartphone
La última obra del reconocido impulsor de la Nueva Carne, con soberana inmediatez, emerge como su exploración más personal y vulnerable hasta la fecha. Un paseo introspectivo por los abismos del duelo y la pérdida que, para sorpresa de nadie, también apunta hacia esos territorios tecnológicos e identitarios que tanto le chiflan.
Y es que en pleno 2025 no podía faltarnos la voz autoral de David Cronenberg en este huracán algorítmico tan incierto y caótico que ha supuesto la inteligencia artificial. La llegó a comparar en Cannes con la fusión nuclear, declarándola una promesa y una amenaza al mismo tiempo. Por muy interesante y prometedora que pueda ser presentada su postura, en el fondo, y no tan en el fondo, está como nosotros: No tiene ni jodida idea de qué hacer con ella.
Nuestro ídolo tiene ya una edad
Profanación (The Shrouds), como casi cualquier película de su propiedad, pretende dárselas de modernísima y situarse algún que otro paso por delante del espectador medio y su compromiso y/o percepción cognitiva relativo al futuro.
Esta inagotable búsqueda (obsesión parece ser un término más acorde) nos regaló trabajos complejísimos y atrapantes como Crash, La Mosca o EXistenZ, delirios pomposos e insoportables como Cosmópolis o El almuerzo desnudo (solo me hallo en este barco, me temo) y, como última distinción, provocaciones de una premisa brillante e inmensa y una ejecución, en cambio, a la que ya se le notan arrugas y canas. Es este último caso el de la película que nos ocupa.
Las intenciones son nobles, honestas y, sobre todo, muy tiernas. Se pueden apreciar las heridas del veterano cineasta desde una perspectiva inédita, aunque no alejada de esta nueva era tan enfocada en lo dialogado y cerebral, no tanto en el shock visual. Lo que no es tan notable aquí es esa elegancia mordaz que tanto caracteriza a sus mejores guiones y atmósferas, o esa fuerza intrigante con la que sus extrañas pero reveladoras historias solían desenvolverse.
Profanación (The Shrouds), en el extremo más negativo, se siente como la película de alguien a quien no le vendría tan mal retirarse aunque sea un mesecito en una casa en el campo. Alguien que ha ido perdiendo sus poderes para sorprender, revolver y agitar al público. Alguien que ya no es controvertido aunque lo siga intentando a ensayo y error, aunque siga estrujando a la fuerza unas cabezas pensantes que, actualmente, regalan la misma vida a cambio del título al más 'crónicamente online'.
Menos barreras y más problemas
Siempre es de agradecer, por supuesto, cuando un director propone tal cercanía artística hasta el punto de ser partícipe de ese descubrimiento emocional al que todos nos sometemos.
Esta lectura, tan abierta a la confesión y la intimidad, suma varios puntos a una trama por sí sola tambaleante y carente de gancho, pues aporta un aire místico, sombrío y desgarrador al conjunto. Él, de acuerdo con sus declaraciones, esperaba abordar un estudio más técnico, y acabó encarado con su corazón, abierto en canal. Nosotros, los espectadores, tenemos la oportunidad de ver el principio y el final de este trayecto.
La cosa es: ¿Qué trayecto? Más allá de una apuesta formal fría, práctica y refinada, familiar e igualmente sugerente, David Cronenberg deconstruye y desarrolla los sucesos y los personajes con delatora fatiga, intercalando diálogos irregulares que dicen mucho y no dicen nada nada y diseccionando sus atractivas temáticas de un modo confuso y a ratos frustrante.
Me cuesta creerme a este Vincent Cassel tan rarito haciendo del mismísimo Cronenberg. Me cuesta creerme a este nervioso y probablemente maloliente personaje de Guy Pearce. Digiero mucho mejor la simbólica y multidireccional presencia de Diane Kruger. Me gusta mucho ese rollo japonés, de ninjas y peces koi, que ha fluido tan repentinamente en el repertorio del cineasta. No disfruto tanto de esos momentos en los que parece que estoy viendo un anuncio de Kia.
Mi resumen ideal se remataría de la siguiente manera: Una película como Profanación (The Shrouds), no me la creo. Un corazón como el de David Cronenberg, aún con tiritas que señalan dónde ha dolido más, sí.
Conclusión de 'Profanación (The Shrouds)'
A pesar de su conmovedora sinceridad con respecto a su papel en la pérdida de su esposa, el último esfuerzo de David Cronenberg ha resultado ser muy tibio. Profanación (The Shrouds) habla del futuro, y sin embargo se siente algo desfasada. Por su potencial profundamente personal, no se puede ignorar su huella en la obra del director, pero otras veces ha estado más lúcido en su navegación por lo provocador.
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