Con Sirat (Trance en el desierto), Oliver Laxe logró sacudir a los críticos y espectadores de Cannes fundiendo su conciencia en los horizontes de la escena rave y los implacables abismos del desierto, todo ello compactado en un proyecto que promete ser la nueva sensación nacional durante, por lo menos, los próximos meses. El director de Lo que arde y Mimosas, con esta impactante historia sobre la búsqueda emocional y personal, se ha podido llevar a su casa el Premio del Jurado del festival. Estreno el 6 de junio de 2025 en salas de cine españolas.
Crítica de 'Sirat (Trance en el desierto)'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Sirat. Trance en el desierto
Título original: Sirât
Reparto:
Sergi López (Luis)
Bruno Núñez (Esteban)
Richard Bellamyun (Bigui)
Stefania Gadda (Steff)
Joshua Liam Herderson (Josh)
Tonin Javier (Tonin)
Jade Ouki (Jade)
Año: 2025
Duración: 120 min.
País: España
Director: Oliver Laxe
Guion: Oliver Laxe, Santiago Fillol
Fotografía: Mauro Herce
Música: Kangding Ray
Género: Drama. Thriller
Distribuidor: BTeam Pictures
Tráiler de 'Sirat (Trance en el desierto)'
Sinopsis
Un hombre (Sergi López) y su hijo (Bruno Núñez) llegan a una rave perdida en medio de las montañas del sur de Marruecos. Buscan a Mar, su hija y hermana, desaparecida hace meses en una de esas fiestas sin amanecer. Reparten su foto una y otra vez rodeados de música electrónica y un tipo de libertad que desconocen. Allí deciden seguir a un grupo de raveros en la búsqueda de una última fiesta que se celebrará en el desierto, donde esperan encontrar a la joven desaparecida.
Dónde se puede ver la película en streaming
Más allá del ruido
El cineasta español despliega su engranaje narrativo-sensorial sin ningún tipo de prisa. Dispara con un arranque lento, pero sabe cuándo golpear con una fuerza presumible y aterradora una vez se adentra de lleno en su microcosmos.
En Sirat, más que Luis (interpretado por un estupendísimo Sergi López), su hijo (Bruno Núñez) o su simpatiquísimo perro llamado Pipa, es el propio entorno y, por supuesto, la música de Kangding Ray quienes genuinamente dialogan con el espectador para justificar su claro protagonismo. Mediante una lógica y caligrafía poética que fluye con envidiable autenticidad, crea un inmersivo ecosistema de climas sonidos y culturas.
Los imponentes ritmos de la electrónica experimental, las nubes de polvo, las variopintas figuras que se aferran al extremo placer de las fiestas ilegales, la asfixiante calor, los ruidos del motor, la trascendente metáfora como punto de partida, la cual imagina un puente en el que las almas cruzan para enfrentarse al cielo o al infierno... Todo ello se funde en las escabrosas, intensas e impredecibles fauces desérticas de Sirat.
Un escenario de supervivencia extrema
Oliver Laxe encuentra en la adrenalina de tales excentricidades un espacio profundamente convincente, contundente y salvajemente hermoso en el que poner a bailar a estos inquietos espíritus y revelar una interesante, aunque un poco rígida, metáfora de ruina política y tránsito por un fin del mundo marcado por las estructuras sociales universales.
Si bien su desarrollo contextual y argumental no es sólido en particular, decidido a dejarse llevar por una intensa exploración de sensaciones que evade de forma temeraria la posibilidad de dar más forma y fondo tanto a los personajes como a las problemáticas principales y secundarias, donde se engloban conflictos internos y externos, la confección de secuencias que maneja Sirat se erige como un oasis inmensísimo que irradia orfebrería en todas direcciones.
Ese gusto de artesano se deja ver en gran medida en el trabajo de montaje y fotografía, que invoca secuencias y transiciones embriagadoras, con una técnica y un entendimiento del medio que difícilmente encuentra algún obstáculo en su propósito de hipnotizar a los que ocupan los asientos.
La mano de Mauro Herce es vital para enriquecer esta experiencia hasta el punto de elevarla a lo sobrenatural, ayudando a establecer un tono seco y casi fantasmagórico capaz de abrir puertas hacia varios mundos. En este caso concreto, mezcla con una inteligencia mayúscula la supervivencia radical de Mad Max, los etéreos paisajes de Kiarostami o incluso la lucha del individuo frente a lo imbatible de Apocalypse Now.
Sirat (Trance en el desierto), en ese lirismo visceral que olvida las respuestas y se entrega sin miramientos a los impulsos febriles, encuentra al mismo tiempo su mejor y peor baza. Imperfecciones aparte, la recompensa que nos guarda la experiencia mencionada ofrece una frescura, una curiosidad y una energía que se manifiestan muy de vez en cuando en el cine de nuestro país.
Conclusión de 'Sirat'
La última película de Oliver Laxe posee un atrevimiento tan juguetón y sorprendente que se puede llegar a su final sin sentir una significativa frustración por quedarse a medio camino en la expansión de sus propias tramas humanas y políticas.
Es una historia impactante y absorbente, de una atmósfera onírica, áspera y arrolladora que, en sus mejores momentos, fascina a la retina con su contagiosa obsesión por encontrar la forma que tienen los sueños. De nuevo, orgullo español.
Reportaje de Sirat (Trance en el desierto) en Días de Cine TVE
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