Hay películas que no se limitan a contar una historia, sino que parecen ensanchar el lenguaje con el que hablamos de lo invisible: Sorry, Baby, debut de Eva Victor, pertenece a esa categoría. Lo que en apariencia es un retrato íntimo de una joven profesora que lidia con las secuelas de un trauma, se convierte en una reflexión radical sobre cómo sobrevivimos, cómo recordamos y cómo, a veces, la risa se convierte en el único idioma posible frente al dolor. Puedes leer aquí otra crítica realizada por Cinemagavia de esta película.
Crítica de 'Sorry, Baby'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Sorry, Baby
Título original: Sorry, Baby
Reparto:
Eva Victor (Agnes)
Naomi Ackie (Lydie)
Lucas Hedges (Gavin)
John Carroll Lynch (Pete)
Louis Cancelmi (Preston Decker)
Kelly McCormack (Natasha)
Alison Wachtler (Oficinista)
Hettienne Park (Eleanor Winston)
Año: 2025
Duración: 103 min.
País: Estados Unidos
Director: Eva Victor
Guion: Eva Victor
Fotografía: Mia Cioffi Henry
Música: Rob Rusli
Género: Comedia dramática
Distribuidor:
Tráiler de 'Sorry, Baby'
Sinopsis
A Agnes le pasó algo malo. Pero la vida sigue, al menos para todos los que la rodean.
Dónde se puede ver la película en streaming
La narración como memoria rota
La directora divide la película Sorry, Baby en cinco capítulos que rehúyen la cronología. No se trata de un capricho estructural, sino de la forma que adopta la conciencia cuando recuerda aquello que no puede nombrarse del todo. El acontecimiento traumático no aparece en pantalla; su ausencia es su mayor presencia. En ese sentido el modo de narrar de Eva Victor es magnífico.
La cámara se interesa y se detiene en lo posterior al trauma: una cita médica incómoda, una clase impartida con ironía, un paseo compartido con una amiga. Como si el cine, más que reconstruir un hecho, pudiera explorar sus ecos.
El humor como armadura y la amistad como núcleo
El tono de Sorry, Baby permite explorar cuestiones como que el dolor no monopoliza el relato. Victor se atreve a superponer al drama una capa de humor seco, cotidiano, casi absurdo. No es una risa ligera, sino una risa que tiembla; un mecanismo de defensa que convierte cada situación incómoda en un momento de resistencia. Cuando Agnes, la protagonista, suelta un comentario mordaz en medio de una conversación tensa entendemos que el humor no es evasión, sino un modo de seguir en pie, de resistir frente a un hecho doloroso, de sobrevivir a un acto de una crueldad indecible.
Si algo sostiene la película, más allá de su discurso sobre el trauma, es la representación de la amistad entre Agnes (Eva Victor) y Lydie (Naomi Ackie, Mickey 17, Parpadea dos veces). Su complicidad se filtra en gestos mínimos —compartir una comida, una carcajada en la cocina— y ahí reside la fuerza de Sorry, Baby. La película parece sugerir que la supervivencia no es un acto heroico solitario, sino una red de pequeños gestos compartidos.
Una estética de la intimidad
La fotografía de Mia Cioffi Henry apuesta por la luz natural y los planos estáticos, construyendo un espacio visual que nunca invade a los personajes, sino que los acompaña. Esa sobriedad visual se convierte en ética: no hay morbo, no hay exhibicionismo del sufrimiento. El estilo de Eva Victor recuerda a la delicadeza de Kelly Reichardt o al minimalismo confesional de The Tale (2018), pero con una impronta propia: una mezcla de fragilidad y comicidad que resulta profundamente original.
Lo sorprendente de Sorry, Baby es que no parece un debut. Hay en ella una claridad de tono, una seguridad en la forma y una mirada profundamente empática que suelen encontrarse en cineastas mucho más experimentadas. No extraña que en Sundance se llevara el Waldo Salt Screenwriting Award: el guion es, en sí mismo, una pieza de relojería emocional que sabe cuándo callar y cuándo ironizar.
Conclusión de 'Sorry, Baby'
Sorry, Baby no es una película sobre lo que pasó, sino sobre lo que queda. No busca catarsis. Su grandeza está en lo mínimo, en cómo una conversación banal puede convertirse en salvavidas, en cómo una risa inoportuna puede ser más reveladora que un llanto. Eva Victor firma una obra que renueva el cine del trauma desde un ángulo inesperado: el de la ternura irónica, el de la amistad como refugio, el de la vida que se recompone a retazos. Una película que, en su modestia aparente, se revela necesaria y luminosa.
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