Si hay un tipo de obra de teatral que suele funcionar, esa es la comedia de salón. De esto saben varios dramaturgos franceses como Matthieu Delaporte, Alexandre de La Patellière, Francis Veber o Yasmina Reza. Suyas son obras como ‘El nombre’, ‘La cena de los idiotas’ o ‘Un dios salvaje’. Quizás con alguna de estas referencias, la argentina María Zubiri ha configurado la que es una ácida propuesta llena de humor con cierto toque sardónico y disfrutón: Toda persona vista de cerca es un monstruo.
En función en la sala Lola Membrives del Teatro Lara durante todo el mes de julio y todo el mes de agosto, la obra llega a España tras haber triunfado en su Argentina natal, donde formó parte de diversos festivales como el de la ciudad autónoma de Buenos Aires. En esta ocasión, la pieza se adapta para el público español, pero sin perder su esencia argentina. Lo hace mezclando talento tanto del país sudamericano como del ibérico y cambiando el aire burgués de la ciudad porteña por el de Madrid.
Crítica de 'Toda persona vista de cerca es un monstruo'
Duración: 75 min. apróx. Dirección: Matías Benedetti Dramaturgia: María Zubiri Asistencia de dirección: Celeste Barrera
Escenografía: Matías Benedetti
Vestuario: Fiorella Pedrazzini Producción: Matías Galimberti
Sinopsis de 'Toda persona vista de cerca es un monstruo'
Toda persona vista de cerca es un monstruo nos presenta a Dos parejas, cuatro personas. En crisis cada una consigo misma y cada pareja en consecuencia. Se juntan a cenar y los otros a modo de espejo ponen de relieve los modos más monstruosos e íntimos de cada uno. Lo que aparentan, lo que son y lo que desean se debate en un encuentro que los conducirá a revelar verdades, y a rebelarse ante definiciones ancestrales y universales. Esta noche la situación los llevará a un paroxismo inesperado. (TEATRO LARA).
Mirada a la intimidad
Una pareja conformada por un médico sindicalista y una artista en crisis invita al colega del marido y su esposa a una cena ligera, una ‘picada’. Lo que era un mero ejercicio de buenas relaciones con mirada laboral, dado que el compañero de trabajo invitado acaba de ser ascendido a coordinador en el hospital en el que el médico sindicalista trabaja, se convierte en una esperpéntica cena en la que ambos matrimonios terminan sacando sus miserias en público.
Primero, toca aplaudir la escenografía de Toda persona vista de cerca es un monstruo, del propio director Matías Benedetti, que sabre recrear con bastante cuidado el bohemio apartamento del matrimonio anfitrión. Se reproducen tres estancias: salón, cocina y baño. Es interesante ver cómo la búsqueda de la reproducción busca ser tan real, que los actores realmente comen y beben. Eso sin contar con el que cuarto de baño tiene un inodoro en el que, aparentemente, los personajes hacen sus necesidades.
Sin duda, logra reproducir la sensación de estar siendo testigo de la intimidad de una pareja. A ello se suma que el buen control de los tiempos de la dirección. Ya desde el inicio, la obra avisa de que la pareja anfitriona tiene una serie de desencuentros que ha espantado previamente a otros matrimonios amigos. De ahí, que se pueda intuir que los convidados tendrán de todo menos una velada tranquila.
Nada es lo que parece
En el primer matrimonio, se puede ver una crisis que está relacionada con la propia sequía creativa de la esposa artista, encarnada magníficamente por Fiorella Pedrazzini. Ella es la llama que termina haciendo explotar a la pólvora, como eran Patrick Bruel en ‘El nombre’ o Jacques Villeret en ‘La cena de los idiotas’. Pero esto es sólo la punta del iceberg.
Por ese lado, Toda persona vista de cerca es un monstruo muestra la ambivalencia de una pareja que se desea, pero que es consciente que su relación ya no funciona. El marido intenta animarla, a la par que es incapaz de entender la grave crisis existencial que sufre ella. La esposa sabe que él la ama, pero que quiere un estilo de vida que ella no puede ofrecerle. En medio, una discusión que va in crescendo y que tiene de testigo a otra pareja que bien podría ser un espejo de los protagonistas.
El matrimonio español ejemplifica esa imagen idílica que los casados suelen dar en reuniones sociales en las que no existe la más absoluta confianza. El recién nombrado superior juega a ser humilde en sus apariencias, con una esposa ideal, de esas que protagoniza catálogos de hogar. Pero basta con que el alcohol vaya entrando en las venas para mostrar que no todo es tan maravilloso como lo pintan.
Maliciosamente divertida
La obra logra sacar carcajadas y sonrisas socarronas en cada momento, con diálogos rápidos con los que se va desnudando las dos grandes crisis conyugales. En una se habla a la cara, con una especie de versión bufa de una conversación de Bergman, en la otra se va creando un vacío tan profundo que termina estallando en mil pedazos. Una comedia de salón refrescante y maliciosamente divertida.
Por supuesto, no sólo Fiorella Pedrazzini brilla, aplauso también para Matías Galimberti, Lautaro Fernández y Olivia Tomé. El primero ejerce estupendamente marido que sabe lo que quiere pero no es capaz de reconocérselo a sí mismo. Es lo opuesto a su colega de profesión y superior, encarnado por Lautaro Fernández, quien sabe ocultar su acento argentino natural y ofrecer un sorprendente acento castellano neutro. A su lado, la esposa ideal que termina siendo una auténtica olla a presión a punto de explotar, Olivia Tomé. Esta última es la revelación de Toda persona vista de cerca es un monstruo, por la manera en la que su personaje va revelándose.
Conclusión
Toda persona vista de cerca es un monstruo es una estupenda comedia de salón. Logra cautivar por su mirada ácida de las relaciones sentimentales, a la par que sabe representar con cierta mirada irónica a la clase burguesa que retrata. Con cuatro actores en estado de gracia, es una clara heredera de títulos como los ya mencionados ‘El nombre’ o ‘Un dios salvaje’, así como de títulos recientes como ‘Los vecinos de arriba’.
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