Dirigida por Emanuel Pârvu, Tres kilómetros al fin del mundo fue seleccionado en el pasado festival de Cannes donde se alzó con la Palma Queer. Fue candidata a los Oscar por Rumania y ganadora del festival de Sarajevo. En España se presentó dentro de la Sección Oficial Seminci, donde obtuvo también la Espiga Arcoiris y el 12 de junio de 2025 llegará a los cines de toda España distribuido por Vértigo Films.
Crítica de 'Tres kilómetros al fin del mundo'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Tres kilómetros al fin del mundo
Título original: Trei kilometri până la capătul lumii / Three Kilometres to the End of the World
Reparto:
Bogdan Dumitrache (El Padre)
Laura Vasiliu (La Madre)
Valeriu Andriutã (Pandele - El jefe de policía)
Adrian Titieni (Eugen - El Sacerdote)
Richard Bovnoczki (Zentov)
Alina Berzunteanu (Simona Petrescu - La mujer de los servicios sociales)
Vlad Brumaru (Niculae - El policía)
Ingrid Berescu (Ilinca)
Ciprian Chiujdea (Adi)
Vlad Ionut Popescu (Ciprian Zentov)
Año: 2024
Duración: 105 min.
País: Rumanía
Director: Emanuel Pârvu
Guion: Miruna Berescu, Emanuel Pârvu
Fotografía: Silviu Stavilã
Música:
Género: Drama
Distribuidor: Vértigo Films España
Tráiler de 'Tres kilómetros al fin del mundo'
Sinopsis
Adi (17 años) pasa el verano en su pueblo natal, en el delta del Danubio. Una noche es brutalmente agredido en la calle, y al día siguiente su mundo da un vuelco. Sus padres ya no le miran como antes, y la aparente tranquilidad del pueblo empieza a resquebrajarse. (Vértigo Films España)
Dónde se puede ver la película en streaming
Un pueblo aparentemente tranquilo e idílico
El delta del Danubio en Rumanía parece un lugar idílico. Rodada en escenarios naturales de un pequeño pueblo cercano al delta de Danubio (concretamente a 3 km, esto explica la dualidad del título). La zona alberga una hermosa reserva natural muy popular entre turistas y amantes de las aves. Muchos de sus habitantes viven de la pesca y tienen poca conexión con la vida urbana. Su visión del mundo es a menudo muy conservadora, especialmente en lo que respecta a la homosexualidad. En esta región vive Adi, de diecisiete años, con sus padres. Después de dar un paseo con un turista, llega a casa lleno de moratones. Su padre sospecha que el usurero al que aún le debe dinero quiere presionarlo agrediendo a su hijo.
La policía tiene que intervenir, pero entonces queda claro que Adi fue golpeado por otra razón. Al parecer, besó al turista. A partir de ese momento, los adultos se vuelven contra el chico. Los agentes corruptos consideran que Adi provocó el incidente. Su madre, profundamente religiosa, recurre a la ayuda de un sacerdote para «convertir» a su hijo. El clérigo actúa de forma drástica con un ritual que nos recordará a un exorcismo. Adi ya no tiene salida en esta comunidad.
Homofobia, corrupción estatal y errores religiosos
En su tercer largometraje, el director rumano Emanuel Pârvu aborda el tema de la homofobia y el odio hacia los homosexuales en un entorno muy conservador. Tres kilómetros al fin del mundo nunca se percibe como una película abiertamente política, y esa tampoco era al parecer la intención de Pârvu. Sin embargo, la película adquiere una carga política inevitable debido al reciente auge de la extrema derecha en Rumanía. Lo que ocurre en esta pequeña comunidad podría ser un presagio de lo que está por venir a nivel nacional, y que incluso amenaza por extenderse por el resto de Europa.
Pârvu no solo denuncia la homofobia generalizada en Rumanía, sino que también pone de relieve la corrupción estatal y los devastadores errores religiosos que alimentan esta actitud de rechazo.
En largas e intensas escenas de diálogo, Emanuel Pârvu deja que el lenguaje frío y burocrático de la policía y las autoridades eclesiásticas surta efecto en el público. Sus respuestas evasivas y sus visiones reaccionarias del mundo alimentan el aterrador rechazo de los padres hacia su hijo, al que hasta ese momento amaban y apreciaban. La principal fortaleza de la película radica en la descripción implacable de un sistema de corrupción inquebrantable, así como de la falta de tolerancia y humanidad de la Iglesia y la comunidad rural.
Emanuel Pârvu y la Nueva Ola Rumana
El drama de Emanuel Pârvu sin duda gustará a los fans de Christian Mungiu, ganador de la Palma de Oro con 4 meses, 3 semanas y 2 días. Tres kilómetros al fin del mundo no solo respira el mismo estilo sobrio y realista tan característico de la nueva ola rumana, sino que también coincide en el reparto: la actriz Laura Vasiliu interpreta aquí a la madre de Adi. Además, temáticamente, la película recuerda a Más allá de las colinas, otra ganadora en Cannes de Mungiu.
Con su estilo narrativo minimalista y naturalista, Pârvu sigue la tradición de los cineastas rumanos que han revolucionado el cine en los últimos años. El propio director interpretó un papel secundario en la película Los exámenes, de Mungiu. Y el entonces protagonista, Adrian Titieni, vuelve a participar aquí como sacerdote. Interpreta con fuerza al retórico párroco del pueblo, cuya visión del mundo resulta mas que cuestionable desde el punto de vista occidental.
En comparación con las obras destacadas de la Nueva Ola Rumana, como las de Cristian Mungiu, Corneliu Porumboiu (Policía, adjetivo) o Cristi Puiu (La muerte del Sr. Lazarescu), Tres kilómetros al fin del mundo carece tanto de precisión formal como de profundidad narrativa. Aunque aquí se abordan los temas centrales del cine rumano, desde la corrupción hasta la exclusión y la moral (hipócrita), el martirio del taciturno protagonista solo desarrolla una fuerza emocional limitada. No se presta suficiente atención a la familia que se desmorona. Además, muchos personajes (secundarios) resultan demasiado rígidos y estereotipados como para aportar ese algo especial a la trama, que es lineal y predecible.
Un Adi pasivo frente a una comunidad reaccionaria
Aunque Adi es el centro de la historia, la película cuenta en realidad la historia de la comunidad. Tan pronto como se presenta la oportunidad, Emanuel Pârvu cambia de perspectiva y muestra las reacciones del padre de Adi, su madre, el jefe de policía y otros habitantes del pueblo. Adi tiene todas las características de un protagonista algo pasivo, casi una figura hamletiana. Quiere resistirse, pero no sirve de mucho. Los personajes secundarios son mucho más activos y reaccionan de forma torpe, temerosa, maliciosa o grotesca.
Sin embargo, Tres kilómetros al fin del mundo no trata exclusivamente sobre la homofobia. La víctima también podría haber sido una mujer violada. Esa era incluso la idea original de Emanuel Pârvu. Lo que más le interesa es cómo la gente puede cambiar de opinión de repente. Ven a una víctima y, al poco tiempo, su opinión ha dado un giro de 180 grados. El director no ofrece ninguna explicación al respecto, sino que deja deliberadamente esa pregunta en manos del espectador.
Lamentablemente, el final de la película no depara muchas sorpresas. Con un clímax más fuerte y menos predecible, Tres kilómetros al fin del mundo podría haber sido una película de autor más interesante y memorable. Pârvu aborda la historia de forma convencional, lo que la hace en cierta medida predictible. No es la primera película donde se aborda la homosexualidad en un entorno conservador y hostil, y en este sentido, tampoco aporta aspectos esencialmente nuevos a este tema. Además, la caracterización de los personajes no es especialmente sutil. No obstante, la película en algunos momentos es conmovedora, y el espectador deseará que el simpático Adi consiga escapar de ese ambiente sofocante.
Conclusión de 'Tres kilómetros al fin del mundo'
El panorama que se desprende de Tres kilómetros al fin del mundo es bastante desolador. Todo es una maraña de connivencias, de situaciones que se encuentran al borde de la legalidad, de oscurantismos y supersticiones, de miedos, silencios, mecanismos corruptos e impasses burocráticos. Pero es un tan tema denso que no consigue encontrar el lenguaje adecuadamente complejo que le corresponde. Al observar los acontecimientos de forma fría y desencarnada, Emanuel Pârvu nos mantiene demasiado a menudo al margen de su relato, lo que no ayuda a veces precisamente a que el espectador genere un mínimo de empatía.
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