Último robo en Berlín (Scorched Earth), la última película del director Thomas Arslan, seleccionada en la sección Noirs & Fantastiques del Atlántida Mallorca Film Fest 2025 (del 27 de julio al 27 de agosto en Filmin) nos sumerge en un mundo de tensiones y desencuentros en la capital alemana. Con una narrativa que explora las complejidades de la condición humana, Arslan nos presenta tanto un thriller como un estudio de personajes, donde la ciudad de Berlín se convierte en un personaje más que influye en la trama. En este contexto, Último robo en Berlín nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del crimen, la lealtad y la supervivencia en un entorno urbano hostil.



Último robo en Berlín película

Crítica de 'Último robo en Berlín'

Ficha Técnica

Título: Último robo en Berlín
Título original: Verbrannte Erde

Reparto:
Misel Maticevic (Trojan)
Marie Leuenberger (Diana)
Alexander Fehling (Victor)
Tim Seyfi (Luca)
Marie-Lou Sellem (Rebecca)
Katrin Röver (Claire)
Bilge Bingul (Chris)
Anja Schneider (Lucas Frau)
Till Wonka (Thug)
Tamer Yigit (Viejo amigo)

Año: 2024
Duración: 101 min.
País: Alemania
Director: Thomas Arslan
Guion: Thomas Arslan
Fotografía: Reinhold Vorschneider
Música: Ola Fløttum
Género: Intriga. Drama
Distribuidor: Filmin

Filmaffinity

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Tráiler de 'Último robo en Berlín'

Sinopsis

Doce años después de su huida, el delincuente profesional Trojan regresa a Berlín. Se dispone a robar junto a sus compañeros un valioso cuadro localizado en el taller de restauración de un museo. Pero el robo, meticulosamente planeado, pronto se sale de control y ya no se tratará sólo de escapar con el botín, sino también con la vida.



Regreso en las sombras

Trojan sigue siendo el mismo, metódico, silencioso, casi fantasmal. El nuevo golpe, el robo de una pintura valiosa, actúa más como excusa narrativa que como clímax, lo importante no es tanto el crimen en sí como el deterioro del mundo que lo rodea. La soledad del protagonista y la sensación de que el tiempo lo ha erosionado todo. La trama avanza con lentitud, sin grandes giros, sin espectáculo, es una historia criminal mínima, casi ascética.

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El frío no desaparece

Thomas Arslan mantiene su estilo sobrio y anti espectacular. La cámara observa con distancia, los diálogos son escasos, y la acción nunca busca el impacto fácil. El ritmo es pausado, a veces en exceso, y hay momentos en que el interés flaquea.

Sin embargo, se nota un control absoluto del tono, Último robo en Berlín no quiere seducir, sino retratar con precisión quirúrgica la rutina del crimen y la desilusión vital. Berlín aparece aquí como una ciudad ajena, casi sin alma, en sintonía con su protagonista. La dirección es eficaz para el tipo de cine que Arslan quiere hacer, aunque difícil de conectar para el espectador medio.

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Un criminal sin épica

Misel Maticevic vuelve a dar vida a Trojan con la misma contención que en la entrega anterior (En las sombras, In the Shadows). Su actuación es un ejercicio de economía expresiva, habla poco, actúa con precisión, y transmite más con miradas y gestos que con palabras.

El resto del reparto cumple su función sin sobresalir; como en muchas obras de Thomas Arslan, los personajes secundarios están apenas esbozados, aquí el foco está en la soledad de Trojan, su ritual, su decadencia lenta. La interpretación no busca simpatía, sino coherencia con una vida de márgenes y rutinas criminales.

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Minimalismo berlinés 

La fotografía es sobria, con tonos fríos y un predominio de grises y azules que refuerzan la atmósfera melancólica. El montaje es preciso, casi mecánico, reflejando el mundo interior del protagonista. El diseño de producción es igualmente austero, todo parece funcional, desgastado, casi sin historia. Esta estética minimalista puede parecer árida, pero es intencionada y está muy bien ejecutada.

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Conclusión de 'Último robo en Berlín'

Último robo en Berlín es una película seca, desprovista de adornos. Fiel al estilo de Thomas Arslan, no hay glamour criminal, ni redención, ni giros espectaculares, solo un hombre solitario que ejecuta su trabajo como quien arrastra una condena existencial. Es cine negro despojado, existencial, frío, esta apuesta tiene su valor, pero también sus límites, el filme puede resultar demasiado hermético o anticlimático.

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