Un barco en el jardín, película basada en la infancia del prestigioso director octogenario, Jean-François Laguionie, ganador de la Palma de Oro al mejor cortometraje por Remando a través del Atlántico, llega el 26 de septiembre de 2025 en salas de cine españolas. Un film delicadamente dibujado, donde la animación conserva intencionadamente los trazos a lápiz del cineasta, estableciendo un puente visual con el dibujante emergente que es François. Con una paleta de tonos pastel que aporta fragilidad a los personajes y un encanto particular a los escenarios. Por su parte, la música de Pascal Le Pennec, interpretada por la Orchestre Symphonique de Bretagne refuerza la atmósfera poética reflejando los estados de ánimo de los personajes.
Crítica de 'Un barco en el jardín'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Un barco en el jardín
Título original: Slocum et moi
Reparto:
Año: 2024
Duración: 75 min.
País: Francia
Director: Jean-François Laguionie
Guion: Jean-François Laguionie, Anik Leray
Fotografía:
Música: Pascal Le Pennec
Género: Animación. Drama
Distribuidor: Pack Magic
Tráiler de 'Un barco en el jardín'
Sinopsis
Entre sueños de aventura y una mirada llena de ternura hacia sus padres, el joven François —alter ego del director— cruza el umbral de la infancia hacia la edad adulta. A orillas del río Marne, a principios de los años cincuenta, su padre, Pierre, decide construir en el jardín familiar una réplica del Spray, el mítico velero con el que Joshua Slocum dio la vuelta al mundo en solitario en 1895. Junto a su madre Geneviève y fascinado por el espíritu aventurero de Slocum, François que acaba de cumplir 11 años, se embarca en este proyecto, que poco a poco se transforma en un viaje íntimo hacia la madurez, los vínculos familiares y los sueños que dan forma a una vida. (Pack Magic)
Sueños y raíces
La historia, sencilla en apariencia, es en realidad una metáfora sobre el paso de la infancia a la madurez. François vive el proyecto de su padre como una promesa de futuro y como un vínculo familiar cargado de simbolismo, mientras su madre, Geneviève, aporta la mirada sensata que trata de equilibrar la fiebre de libertad y aventura que despierta el barco. Un barco en el jardín es tanto un relato de iniciación como un canto a los sueños que nos definen, incluso cuando parecen imposibles.
El trazo de un poeta
Jean-François Laguionie, veterano maestro de la animación francesa, imprime en esta obra la delicadeza y la sensibilidad que lo caracterizan, su dirección evita la grandilocuencia para centrarse en los gestos pequeños, en los silencios y en la poesía que surge de lo cotidiano. No busca un ritmo trepidante ni una narrativa llena de giros, sino que opta por dejar que la historia respire, que se convierta en un relato íntimo donde la emoción se filtra a través de la sencillez.
El director también entiende que la animación es un vehículo privilegiado para capturar la nostalgia y la imaginación infantil. Con movimientos pausados, encuadres contemplativos y un tono melancólico, la película funciona como una carta de amor al recuerdo de la infancia y a las utopías familiares.
El corazón del relato
Aunque se trate de una película animada, el trabajo de voces es crucial para dotar de vida a los personajes. François suena ingenuo, lleno de ilusión pero también de dudas, reflejando la fragilidad de un niño que se enfrenta a un mundo más grande que él. Pierre transmite la energía soñadora de un hombre que se resiste a la rutina y busca un legado simbólico para su hijo. Mientras que Geneviève aporta una voz cálida y realista que encarna la dimensión humana de la historia.
El trío funciona como núcleo emocional, y sus diálogos, cargados de cariño y pequeñas tensiones, hacen que la película trascienda la animación para convertirse en un retrato familiar cercano.
Un lienzo animado
La animación es de una belleza artesanal, con trazos suaves y colores que evocan los tonos de la memoria. Jean-François Laguionie opta por una estética que no busca el hiperrealismo, sino la evocación, los paisajes del río Marne, el jardín donde se levanta el barco y la atmósfera de los años 50 se presentan como recuerdos difusos, bañados en melancolía.
La banda sonora, discreta pero emotiva, acompaña con sutileza los momentos clave, los instantes de juego infantil, los silencios familiares, las pequeñas tensiones que marcan el proceso de crecimiento de François. Todo contribuye a crear un tono lírico, casi de fábula.
Conclusión de 'Un barco en el jardín'
Un barco en el jardín es una película íntima, delicada, que apuesta por la poesía de lo cotidiano frente al espectáculo. No es una historia que busque deslumbrar con acción ni con grandes giros, sino una reflexión sobre lo que significa crecer, soñar y compartir ilusiones en familia. Su mayor virtud es esa mirada tierna y honesta que conecta con cualquiera que recuerde la infancia como un tiempo de descubrimientos y aprendizajes.
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