La distribuidora Vercine estrenará el 23 de mayo de 2025 en salas de cine españolas Un buen padre (Paternel). Ópera prima del director francés Ronan Tronchot, coescrita junto a Ludovic du Clary, es un drama que explora el significado de la vocación con sencillez y humanidad, centrándose en el día a día de un sacerdote entregado a su parroquia que se entera de una noticia que cambiará por completo su vida.



Un buen padre película

Crítica de 'Un buen padre (Paternel)'

Ficha Técnica

Título: Un buen padre
Título original: Paternel

Reparto:
Grégory Gadebois (Père Simon)
Géraldine Nakache (Louise Fisher)
Lyès Salem (Père Amine)
Anton Alluin (Aloé Fisher)
Jacques Boudet (Monseñor Guillaume)
Noam Morgensztern (Padre Erwann)
Françoise Lebrun (Rozenn)
Sarah Pachoud (Marion)
Daniel Tarrare (El profesor de teología)
Christophe Tek (El doctor)
Bruno Le Millin (Vicario General)
Gaïa Warnant (La joven madre)
Nicolas Gachet (El joven padre)

Año: 2024
Duración: 93 min.
País: Francia
Director: Ronan Tronchot
Guion: Ronan Tronchot, Ludovic du Clary
Fotografía: Antoine Chevrier
Música: Damien Tronchot
Género: Drama. Religión
Distribuidor: Vercine

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Tráiler de 'Un buen padre'

Sinopsis

En un pequeño pueblo francés, Simón es un sacerdote católico inspirador, completamente dedicado a su parroquia. Durante un servicio, se encuentra con Louise, a quien conoció años antes de convertirse en sacerdote. Ella le presenta a su hijo de 11 años, Aloé, revelando que él es su padre biológico. Esta revelación destruye la vida cotidiana de Simón, llevándolo a cuestionar todas las certezas que han guiado su existencia. ¿Puede seguir siendo un sacerdote devoto para los feligreses y cumplir efectivamente con el rol de padre de su hijo? En medio de una institución en crisis, Simón decide emprender una lucha para convencer a los representantes de la Iglesia de que su voto es compatible con el profundo amor de ser padre. (Vercine)

Dónde se puede ver la película en streaming



Cuando Dios llama y un niño contesta

Un buen padre (Paternel) es un drama que no necesita demonios ni milagros para sacudir al espectador. Simón, un sacerdote de pueblo francés, recibe una bomba en forma de niño de 11 años, Aloé, hijo de un amor juvenil que él creyó enterrado bajo la sotana. Un buen padre no es un thriller, pero tiene el suspense de un nudo que se aprieta lentamente, ¿cómo abrazar a un hijo cuando tus brazos están ocupados sosteniendo un crucifijo?

La trama se divide en tres actos que son como estaciones de viacrucis, la revelación incómoda, la lucha legal con la Iglesia, y el desgarro final cuando la madre desaparece, dejando a Simón frente a una elección bíblica, ¿pastor de almas o padre?

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Susurros filmados

Ronan Tronchot dirige como si temiera despertar a Dios, planos fijos que duran lo que un respiro, silencios que pesan más que homilías, la cámara observa a Simón desde la penumbra de la sacristía, como si el propio set fuera un confesionario. En los diálogos con el vicario Amine, los encuadres son tan estrechos que casi chocan las sotanas, subrayando el ahogo de un hombre atrapado entre dogmas. Solo cuando Aloé aparece, la cámara se atreve a moverse, seguimos al niño corriendo entre los bancos de la iglesia, sus zapatos golpeando el mármol como martillos sobre la conciencia de Simón.

El pueblo no es escenario, es un personaje mudo, las iglesias huecas, los campos brumosos, hasta el olor a cera vieja se percibe en cada fotograma. Tronchot no muestra; sugiere, y en esa sutileza está su triunfo y su riesgo, hay momentos donde la lentitud se confunde con vacío.

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Santos y pecadores

Grégory Gadebois hace de Simón, un hombre que pierde su fe para encontrar su humanidad, no llora, no grita; se quiebra en microgestos, un párpado que tiembla al dar la comunión, un dedo que acaricia la foto de Aloé escondida, es una actuación tallada a cincel, donde hasta la respiración cuenta una historia.

Géraldine Nakache, como Louise, evita cualquier tipo de cliché, su dolor tiene rabia, su rabia tiene ternura, en todas sus escenas, no alza la voz, la quiebra.

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Luz divina, sombras terrenales

La fotografía de Un buen padre juega con la iconografía religiosa sin caer en lo obvio. La luz que entra por los vitrales pinta a Simón de colores cuando duda, como si Dios lo interrogara con rayos de neón. En contraste, las escenas con Aloé tienen la calidez de un cuadro flamenco, tonos terrosos, velas parpadeantes que iluminan rostros, no santos.

El montaje es un reloj suizo, cortes secos que yuxtaponen la hostia consagrada con un biberón, el repicar de campanas con el llanto de un niño. La música usa órganos que más que sonar, rezongan, y cuerdas que sollozan en lugar de melodías.

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Conclusión de 'Un buen padre'

Un buen padre (Paternel) ofrece una reflexión seria y emotiva sobre la compatibilidad entre el sacerdocio y la paternidad biológica, planteando que el amor incondicional puede desafiar incluso las estructuras más rígidas. A pesar de recurrir a cierta previsibilidad, la película brilla gracias a las actuaciones intensas, especialmente de Grégory Gadebois, y a la dirección sensible de Ronan Tronchot, que evita el sensacionalismo.

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