La Cía. del Corb estrenó en Madrid el pasado 17 de junioYo soy la furia, su última producción teatral. Esta obra habla sobre la delgada línea entre justicia y venganza, así como lo que se considera ser un héroe o ser un monstruo. Marcel Clement se encarga de dirigir y escribir la historia. Mientras, Anna Mestre y Christian Paretas protagonizan la pieza teatral. Se mantiene en cartel hasta este 26 de junio, viernes y sábado a las 20 horas en El Corral de Lope.
Título: Yo soy la furia Título original: Jo sóc la Fúria
Reparto: Anna Mestre Christian Paretas
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Marcel Clement Dramaturgia: Marcel Clement Ayudantía de dirección, producción y regidoría: Victòria Boixadera
Espacio escénico: Marcel Clement y Victòria Boixadera
Espacio sonoro: Xavi Quero
Vestuario: Victòria Boixadera Iluminación: Marcel Clement y Marc Vilardell Comunicación: Victòria Boixadera y Júlia Morella Imagen promocional y teaser: Nacho Cortés
Agradecimientos: Roberto Fratini y Toñi Garvin Producción: Cía. del Corb
Tráiler de 'Yo soy la furia'
Sinopsis de 'Yo soy la furia'
Yo soy la furia nos presenta a una joven psiquiatra que visita a su paciente; un esquizofrénico que sufre, además, un acusado síndrome del héroe.
Lleva tiempo internado sin que nadie haya podido romper las murallas de su delirio. Él afirma ser un vigilante, un justiciero, un caballero en un mundo ahogado por la maldad. Y, no obstante, ha hecho prueba de una violencia y salvajismo tales que han forzado su confinamiento en un sanatorio de máxima seguridad. Todo lo que rodea al hombre es un misterio, pero su personalidad es tan fuerte, tan magnética, sus palabras tan inspiradoras... La joven doctora se zambullirá dentro de la agrietada mente del paciente mientras trata de rescatarlo de su psicosis.
Pero, ¿Puede acaso tildarse de locura el levantarse firme contra las fuerzas del mal? ¿Es delirio ver el mundo como un vertedero gobernado por escoria sin escrúpulos, donde los inocentes sufren horrores indescriptibles? ¿Es un crimen decir basta y devolver el empujón? ¿Depredar a los depredadores? (CÍA. DEL CORB).
Ojo por ojo
Marcel Clement se sumerge en el significado de justicia entre las distintas acepciones que puede tener en la mirada pública. Así, en Yo soy la furia reflexiona sobre la rabia y el dolor mediante una combinación de lenguaje abstracto con la recreación de los hechos. Gracias a ello, se ofrece cierto misterio y suspense, dejando salir una propuesta sugerente llena de matices. Por lo tanto, se propone un reto lleno de aristas, con una complejidad que logra hacer un ejercicio de introspección con el propio público. Con lo cual, se realiza un debate a través de la narrativa muy efectivo, dado que es una pregunta que se ha podido escuchar previamente. La fina línea entre lo correcto y la emoción descarnada toma la tesis, evitando ser políticamente correcta y con una mirada interesante.
La construcción de los personajes se consolida con una buena muestra del trasfondo que se halla en ellos. Además, en el caso de la doctora, puede que al principio no fluya su contexto, pero según se van uniendo las piezas, se comprende que haya ese desarrollo. El culmen de la pieza se encuentra en la dicotomía personal, cuando se expone el dilema de responder desde la vertiente interna y por motivos íntimos. Ahí es donde se lanza a las imperfecciones del sistema humano. A pesar de exponer su valentía al ponerlo sobre la palestra, la solución que transmite durante sus últimas escenas puede ser algo peligrosa. Seguramente, la intención no sea justificar la violencia, pero en determinadas partes puede llegar a malinterpretarse. En consecuencia, habría que comprobar que la ambigüedad llega a esa finalidad en la que no da respuesta sino lanza preguntas, para evitar posibles conflictos.
Mediación
Una de las razones por las que merece la pena ver Yo soy la furia es por su elenco actoral, espléndido. En primer lugar, Christian Paretas se deja la piel sobre el escenario, ofreciendo una labor dramática de alto nivel. Desde la primera escena se puede ver esa mimetización con su personaje, hallándose unos cambios de registro brutales. Asimismo, la forma de envolver las palabras en cada parte expone una expresión muy elegante y atinada. También hay que aplaudir la manera en la que utiliza su cuerpo en su totalidad como expresión artística, utilizando su atractivo como vehículo de contrastes. Explorar la psique de su personaje no es tarea fácil, por lo que su lenguaje corporal y su expresión facial terminan por redondear una labor dramática exquisita. Como detalle, también se ve la luminosidad que desea dar en los momentos más humanos a su personaje.
Por otro lado, a Anna Mestre le pasa cierta factura la intensidad de la actuación de su compañero. Pese a realizar una interpretación verosímil y fresca, no logra captar tanto la atención. Aun así, se presentan escenas interesantes, en las que deja salir una cotidianidad y naturalidad bien planteadas. Sin embargo, hay momentos en los que todavía le falta fluidez y se puede percibir algo impostada. Con lo cual, consigue convencer en gran parte de la obra, pero se echa en falta algo más de franqueza. En las últimas escenas se puede sentir esa desesperación, pero todavía podría dar mucho más de verdad en ese colofón final que cierra la obra teatral. Por lo tanto, se valora positivamente su trabajo dramático, pero aún puede sorprender más de lo que ya hace.
Diente por diente
La puesta en escena de Yo soy la furia se compone de una escenografía minimalista muy bien planteada. Por un lado, se adorna el espacio del paciente con una base blanca, llevando a ese ambiente hospitalario en el que se efectúa la acción, pero también esa esencia mitológica que recuerda a las estatuas más clásicas. Junto a ello, distintos dibujos que recuerdan la simbología que aportan a nivel psicológico, dejando conocer la personalidad del personaje y que el espectador pueda enlazarlo fácilmente. Por otra parte, el lugar que pertenece a la doctora se forma de objetos cotidianos, permitiéndole ir explorando esa vertiente cotidiana de una manera orgánica. Un acierto dejar los objetos que se van a ir utilizando en el escenario, dado que, de esta forma, aligeran su uso y no tienen que ir a por ellos fuera de escena.
Sin embargo, su punto más álgido viene de parte de la composición de iluminación, creando una sensación artística muy atractiva. Así la obra toma un tono diferente, identificando los distintos momentos por los que transcurre la acción, pero también por ese toque de deslumbramiento que va tejiéndose. Además, desde la dirección, se ha sabido mezclar el apartado más cercano con este influjo más místico, creando una combinación espléndida. También cabe aplaudir los distintos efectos lumínicos, como las linternas, que se puede ver perfectamente una ejecución minuciosa. Únicamente, el uso de la microfonía no termina de convencer, aunque no desentona. Por otro lado, el ritmo es vertiginoso, con buenos golpes de potencia, permitiendo que se intensifique el dinamismo sobre la escena. Asimismo, acompaña una duración pertinente, dejando al espectador con la sensación de no necesitar ni más ni menos.
Conclusión
Yo soy la furia explora el significado de justicia con un debate polémico y real en el que la violencia toma el control. Por lo cual, se sumerge en una reflexión compleja y valiente, permitiendo al espectador realizar una introspección interesante. Únicamente, podría matizarse el mensaje que se desea dar, para evitar posibles malos entendidos en torno a la tesis que sostiene. Aun así, una historia fuera de lo común, que impregna de originalidad el espacio. Después, el elenco actoral realiza una labor estupenda, es especial Christian Paretas, el cual se deja la piel y el alma sobre la escena. Luego, la puesta en escena es sugerente, atractiva y con un influjo místico maravilloso. La Ley del Talión toma el escenario, ante un montaje con fuerza, lleno de vigorosidad y una dicotomía sugestiva y cautivadora.
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