Stefan Zweig revive en 24 horas en la vida de una mujer, con la adaptación de Ignacio García. Tras el aplazamiento de las funciones previstas en Nueva York, la pieza teatral ha regresado a Madrid, al Teatro Galileo. De esta manera, Silvia Marsó vuelve a subirse al escenario para dar vida a la historia de amor, deseo y dolor que transmite la novela original del austriaco. Este proyecto se alzó con el Premio Broadway World Spain al Mejor espectáculo musical de pequeño formato. También le otorgó a Marsó ser finalista del Premio Valle Inclán 2019 y en los Premios de Teatro Musical de 2018. Se podrá disfrutar de la obra hasta el 10 de enero de 2021 en el Teatro Galileo.
Título: 24 horas en la vida de una mujer Título original: Vierundzwanzig Stunden aus dem Leben einer Frau
Reparto: Silvia Marsó (Señora C) Felipe Ansola (Joven) Germán Torres (Hombre)
Duración: 85 min. apróx. Dirección: Ignacio García Adaptación de texto y canciones: Ignacio García Autor: Stefan Zweig Dramaturgia: Christine Khandjian y Stéphane Ly-Cuong Músicos: Carlos Calvo Tapia, Silvia Carbajal, Eunice Santos, Sara Muñoz, Esther García, Irene Celestino Chico y Álvaro Llorente Composición musical: Sergei Dreznin Dirección de escena: Ignacio García Dirección musical: Josep Ferré Escenografía: Arturo Martín Burgos Diseño de iluminación: Juanjo Llorens Coreografía: Helena Martín Vestuario: Ana Garay Entrenadora vocal: Maribel Per Fotografía: Gonzalo Trujillo, Nacho Sweet, Javier Camporbín y Virginia Hombreiro Espacio sonoro: Nacho García Diseño de sonido: Albert Ballbé y Jordi Ballbé Dirección técnica/iluminación: ARMAR Iñigo Benítez
Realización audiovisual: David Cortazar, Fluyers Productions Edición de video: Ado Elipe, Silvia Marsó y Felipe Ansola Estudio de grabación: Kaelo del río y Sonomedia Producción ejecutiva: Silvia Marsó y Esther Bravo Producción externa: Ana Belén Santiago Administración: Armando Cartanyá Asistente de producción: Clara Ortega Bosch Comunicación: Cultproject Dirección y diseño de producción: Silvia Marsó Producción: Lamarsó Produce
Tráiler de '24 horas en la vida de una mujer'
Sinopsis de '24 horas en la vida de una mujer'
24 horas en la vida de una mujer nos presenta a la Señora C, una aristócrata que acaba de enviudar, que observa una noche en el Casino de Montecarlo a un joven jugador que pierde todo su dinero en la ruleta. Desesperado, el joven abandona el local y ella, después de seguirlo, consigue evitar su suicidio. Stefan Zweig, partiendo de esta premisa, nos hará reflexionar sobre los misterios de la naturaleza humana, a través de una historia emocionante, tórrida, trepidante, con un irónica mirada sobre la sociedad y unos personajes llenos de fuerza, que se debatirán entre el bien y el mal, entre los convencionalismos y las más profundas pasiones, cuando el destino convertido en catalizador de un profundo debate moral, los conducirá a una situación límite durante 24 horas. (TEATRO GALILEO).
El recuerdo que lo cambia todo
Vuelve una de las adaptaciones de los últimos años de 24 horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig. La novela ha sido adaptada por Ignacio García, manteniendo la esencia original, donde se contaba la vivencia amorosa de una aristócrata que cambió su concepción de la vida. De esta manera, vuelve a sumergirse en una historia en la que no se habla únicamente de amoríos, sino que se pone sobre la mesa temas universales como la pasión, el deseo, el vicio, el perdón y la muerte. A pesar de estar ambientada en una época muy distinta a la de 2020, se comprenden a la perfección esos códigos morales y lleva al espectador a ese dolor y necesidad de renovación de su protagonista. Por lo tanto, la historia de Zweig sigue invadiendo con su fragor romántico y elevado.
Se reflejan todos los sucesos más importantes en la efímera relación entre esta mujer de alta sociedad y su fortuito encuentro con un joven aristócrata en Montecarlo. A través de la complejidad de tomar una decisión, aparentemente, fácil, se ven también los monstruos que hay detrás de las motivaciones y acciones de cada uno de los personajes. Lejos de buscar un matiz aleccionador, se queda más en una telaraña de pasión, en la que cada uno encuentra su propio infierno. También se dejan ver distintas partes con mayor luminosidad, lo que permite equilibrar el propio relato y no convertirse en una tragedia. No obstante, ese mensaje reparador llega envuelto en una complejidad más elaborada, en la que tampoco se busca un final totalmente concluso y claro, algo que promueve que sea el espectador quién determine el final emocional de la protagonista.
Magnífica Silvia Marsó
Silvia Marsó es, indudablemente, la mejor interpretación de la obra, y también una de las partes que elevan la calidad de este montaje de 24 horas en la vida de una mujer. La actriz desde el principio tiene un carácter sobre la escena, que hace que todas las miradas se posen sobre ella. Asimismo, esa naturaleza salvaje la sabe equilibrar con una interpretación que se mueve entre una fragilidad expresiva muy elegante y sutil y una fragancia seductora y pasional en su forma de proceder. Por lo cual, demuestra una vez más la gran intérprete que es sobre el escenario, poniendo absolutamente toda la carne en el asador y viviendo al máximo su personaje sobre las tablas. A nivel vocal, realiza un trabajo que saca partido a la composición musical realizada en la obra.
Después, Felipe Ansola se mete en la piel del objeto de deseo de la protagonista. Lejos de abordarlo desde una figura más galante, se dispone a desnudar esa dualidad oscura que se encuentra en el contexto de su personaje. Así le permite desarrollarlo desde una expresividad nerviosa, desesperada y temblorosa. Hay escenas en las que realmente demuestra el desgarro que hay dentro de él, aunque en otras comienza muy bien, pero acaba en un nivel de energía menos intenso. Aun así, cumple con su trabajo notablemente, además de ser un buen apoyo dramático para Marsó. Para completar el trío protagonista, Germán Torres es un particular anfitrión de la escena, que derrocha carisma y cierta bufonada bien desarrollada. Al mismo tiempo, no opaca a los demás intérpretes, sino que sirve de puente de unión. Únicamente, vocalmente cumple su función, pero se pierde en algunos tonos altos.
Un cuento musical
Una de las particularidades que se muestran en 24 horas en la vida de una mujer es la música, la cual se toca en vivo y en directo. Se forma esta pequeña banda por tres músicos: un piano, violín y violonchelo. Amenizan lo que ocurre con sus instrumentos, al mismo tiempo que transfieren toda la potencia que necesita la escena, con un acompañamiento estupendo. Además, los tres se mantienen en un plano más sugerente, menos explícito, pero compactan con la propuesta escénica. Únicamente, durante el visionado de la misma, en el día 13 de diciembre de 2020, los niveles de audio desde la realización técnica no estaba bien ajustado, por lo que había momentos en los que se comía el diálogo de los actores y dificultaba que el espectador pudiera escuchar claramente lo que se estaba diciendo. Aun así, se aprecia la calidad del espacio sonoro.
A pesar de ello, a partir de la primera media hora, se solventó el ajuste de volúmenes y los actores pudieron lucirse más. Por otra parte, la composición musical de las canciones tiene una tonalidad sugestiva, es suave y facilita el trabajo vocal de los actores. Aunque, a veces, en las notas más altas, la afinación no obtiene su mayor esplendor. Luego, la musicalidad de las letras no resulta tan fluidas en la lengua castellana, pero se defienden lo suficientemente bien como para que el público pueda disfrutar de esta propuesta musical. Cambiando de tercio, la puesta en escena sigue una estela de preciosismo que se ajusta al carácter íntimo y público de la misma. De igual manera, se va transformando, llevando a los asistentes a los lugares que marcaron esa relación. Por lo que, sigue una estética sombría y personal, más acorde a su pequeño formato musical.
Conclusión
Stefan Zweig revive con 24 horas en la vida de una mujer, volviendo a llevar al espectador a esa exposición de pasión, deseo, miedos y obsesión. La adaptación de Ignacio García mantiene esa vorágine personal, donde deja salir un relato complejo, que no busca resolver, sino sentir. Después, uno de los mejores aspectos de la obra es la gran interpretación de Silvia Marsó, la cual está magnífica y brillante. Además, está bien acompañada por Felipe Ansola y Germán Torres. La propuesta escénica es sugerente, con música en directo, con una musicalidad suave. Luego, la puesta en escena visual sigue una elegancia que envuelve al espectador en ese torbellino emocional. Los recuerdos de un amor del pasado que dejan al espectador embelesado por una Silvia Marsó que deja sin palabras.
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