El pasado 23 de marzo se estrenó Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo), de Íñigo Guardamino, sobre la realidad de los riders. Esta comedia realiza una crítica social sobre la precariedad laboral de este sector. Protagonizada por Álex Villazán, Belén Ponce de León, José Emilio Vera y Katia Borlado, se podrá disfrutar hasta el 23 de abril en el Teatro Quique San Francisco.
Crítica de 'Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)'
Título: Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo) Título original: Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)
Reparto: Álex Villazán Belén Ponce de León José Emilio Vera Katia Borlado
Duración: 95 min. apróx. Dirección: Íñigo Guardamino Dramaturgia: Íñigo Guardamino Escenografía y Vestuario: Paola de Diego Iluminación y movimiento corporal: Bea Francos Ayudante de Dirección y Coreografía: Pablo Martínez Bravo Ayudante de Escenografía y Vestuario: Guillermo Felipe Señaris Espacio Sonoro: David Ordinas Fotografía: Carmen Prieto Remón Diseño cartel: Andrés Sansierra Producción Ejecutiva:Isabel Castaño Producción: La Caja Negra Teatro
Tráiler de 'Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)'
Sinopsis de 'Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)'
Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo) es una comedia que habla de la lucha por ser alguien y de la nueva economía “colaborativa” que ha venido para quedarse con su precariedad de rostro amable.
David es un veinteañero que, a falta de horizontes laborales, empieza a trabajar como rider en la popular empresa de entregas a domicilio Hermess. En el trabajo va a tener que vérselas con su jefe invisible, el algoritmo, y entrará en la familia disfuncional de repartidores, encabezada por Samu, un rider veterano y evangélico. Entretanto, tiene que lidiar con una relación líquido-festiva con Marta, su pareja, y hacer equipo con Luisa, su madre, tan experta en sacar adelante a su familia sola como en dibujar cadáveres al carboncillo. En este nuevo y deshumanizado entorno laboral David tendrá que descubrir lo que quiere hacer con su vida, si sus condiciones de trabajo no acaban con él antes. (TEATRO QUIQUE SAN FRANCISCO).
Crítica desde la comedia
Íñigo Guardamino habla de la realidad de los riders en Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo) desde una comedia irónica, que logra sacar más de una carcajada a los espectadores. Así dibuja un retrato que no busca un drama desolador, pero sin dejar de lado la crudeza de las vivencias y precariedades que transitan en este tipo de trabajos. Por ello, se aplaude la agilidad y la inteligencia a la hora de realizar una crítica mediante exageraciones y escenas completamente rocambolescas que permiten extraer sin problemas el mensaje. Un ejemplo perfecto es el de la pizza o el trato con Samu, una muestra que sorprende, pero que seguramente no diste de la realidad. Gracias a ello, se presenta una historia accesible, que no omite ni suaviza, ganando en la particularidad de su punto de vista.
Por otro lado, hay que destacar la tela de araña que se forma en torno a su protagonista, explorando distintas realidades que dan cierta luz a las personas que se ven abocadas a esta labor. Con lo cual, no se trata sólo de una historia de jóvenes, sino de mostrar que es un problema que más allá. Únicamente, hay partes que podrían chirriar algo más, como la escena de la iglesia, que aunque simpática, no cohesiona con el resto del libreto. También sucede lo mismo con algunas tramas secundarias, que a pesar de aportar algún detalle del contexto, no se hacen imprescindibles. Por ende, puede dar la sensación de relleno, lo que hace que pierda algo de audacia. A pesar de ello, en su conjunto, consigue un relato sólido y con personalidad, exponiendo la virtud de la comedia como vehículo expresivo.
La cotidianidad de la realidad
Álex Villazán encabeza el reparto de Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo), donde se mete en la piel de David. En primer lugar, destaca la naturalidad llana del actor, que da verdad a su personaje, dándole una cotidianidad muy acertada. Además, conecta con el resto de sus compañeros de una forma muy orgánica, lo que hace que su labor resulte agradable ante los ojos del espectador. No es un reto interpretativo, a priori, de gran dificultad, aunque lograr la cercanía que necesita su personaje tampoco es tarea fácil. Después, Belén Ponce de León está inmensa, tiene una capacidad dramática excelente, sobre todo en comedia. La actriz se transforma según le demanda el texto con una soltura magnífica. Por tanto, brilla sin necesidad de aspavientos y el espectador empatiza fácilmente con ella.
José Emilio Vera es otra de las grandes actuaciones de la pieza, mostrando su versatilidad en varios momentos. También se valora su capacidad de llevar al extremo a sus personajes, moviéndose como pez en el agua en ese humor tan pícaro que se extrae desde la dramaturgia. Así, afianza una seguridad resuelta, que le deja mostrar un carisma que no pasa inadvertido para el público. Mención especial al contraste que forma con Villazán, dado que los dos se complementan dando matices diferentes que logran aportar visiones enriquecedoras a la pieza. Por último, Katia Borlado logra una interpretación solvente, cumple con su función. No obstante, le falta algo más de fuerza, se siente excesivamente plana en algunas partes. Por ende, no consigue la misma presencia que sus compañeros.
Recrear desde la sutileza
Unas estructuras abstractas forman la escenografía de Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo), por un lado, formando una L y, después, unos cubos dispersos. Esta idea logra su función al transformar objetos que, aparentemente, no tienen un significado en sí en los diferentes espacios por los que transita el protagonista. Así, logra convertirse en la casa familiar, en el exterior de un restaurante o en el cuarto de su novia. El resultado es efectivo y una estupenda manera de fomentar la creatividad. Asimismo, se valora el diseño de iluminación, que acota a la perfección los espacios, facilitando así el desarrollo de las escenas. No obstante, algunas escenas en las que hay dos campos de acción, como las películas o el video de YouTube, aunque simpáticos, no encajan de una manera más cohesionada.
El diseño de vestuario sigue un estilo cotidiano, rutinario, siendo su joya de la corona el uniforme del rider. Así, un pequeño detalle, como las alas de Hermess, toman un significado propiamente narrativo que aporta a la pieza. Después, el movimiento es un gran aliado del montaje, dado que al recrear tantas escenas, se presenta un ritmo fluido, entretenido. Sin embargo, se puede ver que al expandir tanto su universo, se plantean escenas que alargan la función, no siendo del todo necesarias. En ese aspecto, podrían omitirse o reducirse para obtener un resultado más óptimo. En definitiva, es una obra disfrutable, llana, que busca exponer una realidad mediante la comedia sin complicarse en exceso. Gracias a ello, consigue una propuesta accesible para todos los públicos.
Conclusión
Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo) explora la realidad de los riders desde una comedia, que en varias ocasiones es llevada al extremo, logrando su principal función: la crítica social. Por tanto, el texto consigue llegar a su cometido, mediante un estilo cotidiano, accesible y ligero. Después, el reparto mantiene la cercanía y lo rutinario, liderado por un estupendo Álex Villazán. Sobre la propuesta escénica, destacan una escenografía minimalista, pero efectiva, dada la expansión de los espacios y un ritmo ligero. Únicamente, se puede aletargar al querer abarcar más escenas y tramas que no son del todo necesarias. Una ventana hacia una problemática de plena actualidad, que consigue conectar con los espectadores por su frescura.
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