Bloody Oranges es una comedia ácida e irónica francesa de 102 minutos dirigida en 2021 por Jean-Christophe Meurisse. Consiguió el Premio del Público del MotelX Horror Film Festival. Fue presentada en la Sección Oficial - Midnight Screening del Festival de Cannes y en el Festival Europeo de Cine Fantástico de Estrasburgo. En España ha sido proyectada en agosto de 2022 en la Sección Controversia del 12º Atlántida Mallorca Film Fest organizado por la plataforma Filmin.
Crítica de 'Bloody Oranges'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Bloody Oranges
Título original: Oranges sanguines
Reparto:
Denis Podalydès (El tenor de la barra)
Christophe Paou (Ministro Stéphane Lemarchand)
Blanche Gardin (La ginecóloga)
Guilaine Londez (Mademoiselle Mi)
Pascal Tagnati (Taxista)
Vincent Dedienne (Monsieur La)
Lorella Cravotta (Laurence)
Patrice Laffont (Patrice, el director del concurso)
Anthony Paliotti (Anthony, el hermano)
Alexandre Steiger (Alexandre)
Lilith Grasmug (Louise)
Fred Tousch (Monsieur Do)
Olivier Saladin (Oliver, el padre)
Año: 2021
Duración: 102 min.
País: Francia
Director: Jean-Christophe Meurisse
Guion: Yohann Gloaguen, Jean-Christophe Meurisse, Amélie Philippe
Fotografía: Javier Ruiz Gomez
Música:
Género: Comedia negra
Distribuidor:
Tráiler de Bloody Oranges
Sinopsis
Desde la sátira política y el humor negro, llega el debut francés más provocador del año que encierra la mezcla perfecta entre el humor de Armando Ianucci ("Veep"), la crudeza de Julia Ducornau ("Titane") y también algo de "Pulp Fiction". En ella, un concurso de baile desencadena una serie de violentas y divertidas consecuencias.
Una pareja retirada que tiene una deuda considerable intenta ganar una competición de baile. Un ministro es sospechoso de defraudar impuestos. Una adolescente se hace amiga de un pervertido.
Dónde se puede ver la película en streaming
Cuatro historias cruzadas
Ésta película rocambolesca aborda desde el sarcasmo y la sátira una crítica social con humor negro en la Francia actual..
Bloody Oranges comienza con una interesante secuencia de seis minutos de la apasionada y agresiva discusión entre los miembros de un concurso de baile moderno.
A partir de ahí se irán sucediendo cuatro historias con personajes disparatados y metidos en problemas diversos.
Una pareja muy entrada en años entrena desaforadamente sus pasos de baile. Tratan de ganar el gran premio del concurso de rock con el que poder afrontar una gran deuda económica con el banco.
El ministro de Economía, Christophe Paou, trata de salir limpio de una investigación sobre fraude fiscal del dinero que tiene en el extranjero.
Una chica virgen de dieciséis años, Lilith Grasmug, afronta con deseo e inquietud como será su primera relación sexual con un chico tímido de su edad.
Un joven abogado, Alexandre Steiger, es cuestionado en su comportamiento por su amante, mientras a su vez trata de ascender socialmente.
Tras las presentaciones de éstos personajes principales en diferentes secuencias, el prolijo guion elaborado por Yohann Gloaguen, Jean-Christophe Meurisse y Amélie Philippe empieza a enredarse.
Retrata la trastienda de una familia de clase media francesa, los entresijos del equipo de colaboradores de un ministro de Economía y el ambiente adolescente en sus primeras relaciones.
La fotografía clara y directa de Javier Ruiz Gómez va retratando todo ello, pasando de escenario en escenario, en una película que está destinada a cruzar sus historias.
El tono de comedia desenfadada del principio va virando lentamente hasta irse convirtiendo en una ácida crítica familiar, política y social.
Un refinado pero perturbador hombre con batín
Se cargan intencionadamente las tintas con los personajes, como el del Secretario de Estado de Economía, Rémi Fort, siempre consultando con su equipo de colaboradores. El director de Bloody Oranges comentó en entrevistas que el guion se había inspirado en la mezcla de hechos reales, que luego se han combinado adecuadamente para el argumento.
Metidos todos estos elementos verídicos en la coctelera, los agitan con ritmo y exageración para crear un producto fílmico con pretensiones de radicalidad. Humor, terror, crítica familiar, hipocresía política y espontaneidad adolescente son los principales ingredientes mixturados para el resultado final.
El montaje de Bloody Oranges va dosificando y alternando las secuencias, para poco a poco llevar a confluir sus principales personajes en la encrucijada final.
Con el transcurso del metraje, Bloody Oranges se va convirtiendo en una comedia gamberra con ganas de epatar al espectador. Por ello no se olvida de añadir secuencias de terror y violencia más sus correspondientes dosis de casquería.
El guion no se hace predecible, por lo que se sigue con interés la evolución de las varias historias que se desarrollan de manera paralela.
El añadido del enigmático personaje solitario en su casa de campo, Frédéric Blin, acaba de acelerar la hasta entonces comedia más o menos contenida. Éste hombre, aparentemente refinado envuelto en su batín, acaba por desquiciar a dos personajes de la historia.
Con él, los guionistas descargan con generosidad abundantes dosis de violencia, sadismo y brutalidad. De tono muy desigual con el resto de Bloody Oranges nos parece la parte más desagradable, aunque para algunos espectadores seguidores de Tarantino y similares les resulte apetecible.
Sé misteriosa como en el amor
Tras el entrecruzamiento de las cuatro historias paralelas, el guion va enroscándose buscando una salida coherente aunque a veces resulta forzada.
De Bloody Oranges, nos resultan más interesantes el desarrollo y final del concurso de baile, con sabrosos diálogos entre los seis miembros del jurado. Igualmente notables las historias sobre los esfuerzos del equipo ministerial por ocultar indicios del presunto fraude fiscal de su titular.
Más floja es la trama de la adolescente cautivada por su tímido novio y su complicación final. Algo anodina la historia del abogado deseoso de escalar socialmente, salvo la muy bien construida secuencia de la preparación de su clienta para el juicio.
Éste abogado, a su vez atormentado por sus problemas familiares, es representativo de un determinado tipo de profesional muy real.
Alecciona a su joven clienta para salir libre del juicio con frases del tipo, “no se trata de mentir o no mentir, se trata de sobrevivir”, “no existe la justicia, así que crea tu propia justicia”.
El nivel creativo de Bloody Oranges es desigual, brillante en algunas secuencias y desbordado por su crudeza en otras. Gustando de manera muy desigual sin acabar de dejar un conjunto armónico equilibrado.
La banda sonora está compuesta de temas de música clásica, junto a melódicos y otros de rock muy conocidos, resultando buen acompañante de la trama.
Para terminar, recomendamos seguir viendo la película después de la palabra Fin, cuando van apareciendo los créditos finales, ya que aún queda alguna sorpresa por desvelarse.
Conclusión de 'Bloody Oranges'
Bloody Oranges es una película de ácida crítica social y política que desarrolla cuatro historias paralelas que se cruzan finalmente con desigual resultado.
Contiene partes interesantes y otras exacerbadas en la violencia y la brutalidad áspera. En algunos momentos resulta errática y con desequilibrio en el engarce de las cuatro historias, por lo que acaba echándose de menos una mayor coherencia global.
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