El pasado 25 de junio fue el estreno de Cada vez nos despedimos mejor, obra escrita y dirigida por Alejandro Ricaño. Este monólogo está protagonizado por Diego Luna, quién se embarca en una historia de amor que dura casi cuarenta años. Así, expone la naturaleza de las relaciones humanas y realiza un retrato tierno aderezado con humor negro. Co-producida por Producciones Come y Calla y La corriente del golfo, se mantendrá en cartel hasta el 10 de julio en Naves del Español en Matadero en la Sala Max Aub.



Estreno de Cada vez nos despedimos mejor

Crítica de 'Cada vez nos despedimos mejor'

Ficha Técnica

Título: Cada vez nos despedimos mejor
Título original: Cada vez nos despedimos mejor

Reparto:
Diego Luna

Duración: 75 min. apróx.
Dirección: Alejandro Ricaño
Dramaturgia: Alejandro Ricaño
Composición música original: Alejandro Castaños y Darío Bernal
Músico en directo:
Darío Bernal
Diseño de espacio escénico e iluminación:
Matías Gorlero
Diseño de vestuario:
Sara y Mateo
Residencia de ayudantía de dirección:
Noelia Pérez
Producción: Producciones Come y Calla y La corriente del golfo

Sinopsis de 'Cada vez nos despedimos mejor'

Cada vez nos despedimos mejor cuenta la historia de Mateo y Sara a lo largo de tres décadas. De 1979 −desde el último segundo del 31 de diciembre, hora a la que ambos, coordinadamente, nacen− hasta el 1 de julio de 2012, su última despedida, en las manifestaciones por la elección de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República. 33 años de encuentros y desencuentros tratando de hacer subsistir su amor en medio de un país que se desmorona a cada tanto.

Al morir su madre, Sara, que no ha heredado otra cosa que una cámara Polaroid instantánea, decide volverse fotoperiodista y viajar por el país documentando los eventos que van marcando nuestra historia. Desde su primer encuentro durante la marcha posterior a las elecciones de 1988 −donde Sara toma la primera fotografía de su vida y en la cual, accidentalmente, aparece Mateo− emprenden una búsqueda intrincada por estar juntos en un país que marcará sus encuentros con tragedias, guerras y catástrofes naturales. (TEATRO ESPAÑOL). 



Cada vez nos despedimos mejor
Foto de Producciones Come y Calla

El trauma marca

Como si de una enfermedad genética se tratase, Cada vez nos despedimos mejor comienza con una premonición de lo que va a acontecer y ser el leitmotiv en la obra. Sin embargo, el texto sabe realizar ese juego para crear la primera semilla de curiosidad sobre el espectador. Mediante el uso de humor negro, dentro de un límite más comercial, el público navega por la historia de vida de su protagonista. Así se conoce el trasfondo que hay en sus pensamientos, ofreciendo momentos de auténtica ternura, mientras que hay otros de pura carcajada. Gracias a ello, se asiste como testigo al recuerdo de una historia de amor que va surgiendo a lo largo de los años, con una emoción que busca dar ese punto de realidad sin perder el sentimiento del romanticismo que suele haber en este tipo de producciones.

Uno de sus puntos más atrayentes es presentar un personaje lleno de matices, que no se plantea desde una modalidad impoluta. Por lo cual, se conocen sus virtudes y defectos, siendo incluso juzgado por algunas decisiones que se ven en escena. Por ello, se valora más que se presente un personaje imperfecto que puede resultar simpático ante los asistentes. Sin embargo, cabe mencionar que ese vaivén de experiencias resulta menos lúcido a partir de su primera mitad, cuando la sorpresa de lo excéntrico y cinematográfico acaba por repetirse en demasía en su estructura narrativa. Por ende, se entiende que haya puntos de anclaje que sirvan como guiño, pero en determinadas partes se echa en falta elevar todavía más la propuesta. A pesar de ello, el resultado global tiene una luz ligera, entreteniendo al mismo tiempo que deja una sensación agradable tras su visionado.

Teatro Español
Foto de Producciones Come y Calla

Diego Luna ante la escena

Diego Luna se enfrenta a Cada vez nos despedimos mejor acompañado de Darío Bernal. Sin embargo, la carga dramática la sostiene el actor en su totalidad sobre sus hombros. De esta manera, se ve el amplio bagaje que tiene en su carrera artística, dado que, en absoluto, se le ve incómodo, sino al contrario, se crece ante la escena. Gracias a ello, Luna eleva la calidad del montaje, ya que ese personaje con sus luces y sombras conecta con los asistentes por la familiaridad con la que lo envuelve. Tiene una luz especial que permite que se promueva la empatía, siendo un trabajo sin necesidad de grandes florituras. Con lo cual, dentro de esa verdad dramática, el artista cuida cada detalle, afrontando ese viaje vital con una sinceridad descarnada certera. No es de extrañar que sea el principal atractivo de la pieza teatral.

La dicción y la posición de su voz es otro de los puntos a destacar. Aunque pueda parecer un imprescindible, no siempre los monólogos consiguen un intérprete que sepa elevar la voz de forma correcta. En este caso, así sucede, lo que facilita la comprensión del mismo por parte de los espectadores. Asimismo, la coreografía y el movimiento sobre el escenario, aportan dinamismo a su labor, ejecutándolo de una forma orgánica. De esta manera, evita mantenerse en una linealidad que podría pasarle factura y otorga una sensación más viva en el escenario. Únicamente, hacia el final de la pieza, en ese episodio final que debería ser un acto que dé un golpe de impacto, se queda algo más liviano de lo esperado. Por lo que, si pudiera terminarlo en un frenesí más potente, sería la guinda para culminar la obra.

Teatro Español
Foto de Producciones Come y Calla

Humor y recuerdo

La puesta en escena de Cada vez nos despedimos mejor propone una construcción que deshace el artilugio de lo visual y aprovecha una sensación que se posa en el talento dramático de Diego Luna. Sin embargo, evita dar la sensación de estar vacía, ya que coloca distintos objetos y estructuras que facilitan la interacción entre el espacio y el actor. Por tanto, la selección de la escenografía muestra una productividad espacial, ya que de la sencillez arma su principal baza artística. El espectador imagina y recuerda con el personaje, por lo que completa su visión desde la propia mente y sin necesidad de verlo de forma tangible en el escenario. Por otro lado, apostar por la música en directo suele ser un acierto, en este caso, no luce tanto el proceso, pero sí triunfa en el mero sentido sensitivo y artístico.

Además, se comprueba que es un montaje que bastante tiempo sobre escena, dado que está muy consolidado por ambos intérpretes. La iluminación tiene un esquema que se aleja de lo generalista, dando pinceladas en su justo momento para matizar y llevarlo a configuraciones artísticas que varíen en color y forma. Por ello, se aplaude la elección de los tonos rojos, emulando el cuarto de revelado, así como los focos direccionados para dar mayor énfasis a lo que está sucediendo. Por otra parte, uno de los aspectos que no logran una fluidez más óptima son las transiciones entre las distintas partes del monólogo. La razón es que el fundido a negro se vuelve reiterativo, por lo que podría proponerse una manera más interesante y que evite la sensación de ser mecánico. Pese a ello, el montaje general llega a buen puerto.

Cada vez nos despedimos mejor
Foto de Producciones Come y Calla

Conclusión

Cada vez nos despedimos mejor es un monólogo agradable, que utiliza un humor interesante y consigue que el espectador acompañe en su viaje al protagonista. Además, cuenta con un brillante Diego Luna, que eleva la calidad del montaje con una labor llena de naturalidad y frescura. Después, la puesta en escena luce por su sencillez, sabiendo sacar partido a ese carácter cercano y poniendo el foco sobre todo en la labor dramática de Luna. Se podrían pulir algunos detalles para todavía potenciar más su resultado global. Una carta de amor al recuerdo que parte de una familiaridad y cotidianidad atrayente.

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Diego Da Costa
Subdirector de Cinemagavia. Comunicólogo audiovisual por la UCM y Máster en Comunicación en la Red por la UNED. Miembro de EGEDA (Premios Forqué) e Ingeniero Audiovisual en Ricoh España. Co-creador de la compañía artística La Joie de la Colina. Como diría Elizabeth Taylor: "Las ideas mueven el mundo sólo si antes se han transformado en sentimientos".
cada-vez-nos-despedimos-mejor-critica-teatroUn monólogo agradable, que utiliza un humor interesante y consigue que el espectador acompañe en su viaje al protagonista. Además, cuenta con un brillante Diego Luna, que eleva la calidad del montaje con una labor llena de naturalidad y frescura. Después, la puesta en escena luce por su sencillez, sabiendo sacar partido a ese carácter cercano y poniendo el foco sobre todo en la labor dramática de Luna. Se podrían pulir algunos detalles para todavía potenciar más su resultado global. Una carta de amor al recuerdo que parte de una familiaridad y cotidianidad atrayente.

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