El Teatro Bellas Artes presenta Camino a la Meca, una obra íntima, honesta y cuidadosamente dirigida por Claudio Tolcachir. Con Lola Herrera al frente, acompañada por su hija, Natalia Dicenta, y Carlos Olalla, la función se despliega como una conversación tensa, serena y profundamente humana. El texto de Athol Fugard, en versión del propio Tolcachir, parte de lo cotidiano para llegar a lo simbólico, sin aspavientos. Es una pieza sobre la autonomía, la incomprensión, la edad, y la creación artística como refugio frente al mundo. La duración es de 90 minutos, y se sienten como un viaje sin sobresaltos, pero con paisaje emocional.



Camino a la Meca

Crítica de 'Camino a la Meca'

Ficha Técnica

Título: Camino a la Meca
Título original: The Road to Mecca

Reparto:
Lola Herrera
Natalia Dicenta
Carlos Olalla

Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Claudio Tolcachir
Versión: Claudio Tolcachir
Autoría original: Athol Fugard
Escenografía:
Alessio Meloni
Vestuario:
Pablo Menor
Iluminación:
Juan Gómez-Cornejo
Ayudante de dirección:
María García de Oteyza
Gerente/Regidor:
Leo Granulles
Técnico de sonido:
Félix Botana
Técnico de iluminación:
Javier Gómiz
Maquinista:
Alfonso Peña
Peluquería y sastrería:
Gema Moreno
Diseño de cartel:
David Sueiro
Fotografía de cartel:
Daniel Dicenta
Jefe de producción:
Juan Pedro Campoy
Ayudante de produccion:
Estela Ferrándiz
Jefe técnico:
Ignacio Huerta
Productor:
Jesús Cimarro
Producción: Pentación Espectáculos

Tráiler de 'Camino a la Meca' 

Sinopsis de 'Camino a la Meca'

Una de las principales razones que encuentro para sumarme a un proyecto es saber, o intuir, que será la oportunidad de conocer y compartir experiencias con personas que me conmuevan para siempre. Fui muy afortunado en mi vida en contar con el cariño y la complicidad de artistas inmensos. Fuentes de inspiración.

Me enamoré de Lola Herrera encuentro tras encuentro. Fascinado con su carisma. conmovido por su lucidez, alucinado por su curiosidad y su deseo.

Se trataba entonces de encontrar un material que estuviera a la altura de semejante mujer, que representara de alguna manera todo aquello de lo que ella deseaba hablar. Y yo con ella.

El camino a la Meca, de Athol Fugard, se inspira en una mujer real, Helen Martins, que se rebeló contra todos los estamentos de su época. Un ser que persigue el deseo, la luz de la inspiración que no corresponde a ninguna edad ni a ninguna generación. Alguien que prefiere las preguntas a las certezas, que valora su libertad y su autonomía enfrentando a su tiempo y al mundo que la rodea.

Al leerla escuche la voz de Lola latiendo en cada texto. Sin trascendencias flota en el aire las ganas de vivir con libertad y de hacerlo intensamente.

Deseábamos conformar un elenco con el que el viaje fuera enriquecedor y placentero, porque todos sentimos que esta será una experiencia del todo transformadora.

Honrado y entusiasmado por este nuevo proyecto que creo que va a quedar en la mente y en los corazones de los que lo hacemos y en cada uno de los espectadores que nos acompañen. (TEATRO BELLAS ARTES). 



Camino a la Meca
Foto de Pentación Espectáculos

Una historia real que se vuelve metáfora

Camino a la Meca está inspirada en Helen Martins, escultora autodidacta que construyó su propio universo en el desierto sudafricano. Aquí, Helen vive recluida en su casa tras la muerte de su marido y dedica su vida a levantar figuras misteriosas en su jardín. Una amiga más joven viene desde la ciudad a rescatarla.

El conflicto no es evidente, pero se deja entrever desde el inicio: Helen no necesita ser salvada. La obra transcurre en esa tensión entre lo que los demás esperan de uno y lo que uno decide hacer con su propia vida. Lo interesante es que todo sucede desde lo doméstico, sin necesidad de grandes giros ni revelaciones.

Teatro Bellas Artes
Foto de Pentación Espectáculos

Un reparto contenido, preciso y generoso

Lola Herrera sostiene Camino a la Meca desde un lugar muy físico, muy quieto, pero con una intensidad que no se agota. Su personaje transmite la lucidez de quien lo ha visto todo y ha decidido no dar más explicaciones. Natalia Dicenta encarna con energía y entrega el papel de Elsa, una mujer impulsiva, directa y a ratos contradictoria. Carlos Olalla completa el triángulo con un personaje mucho más opaco, que no acaba de definirse del todo. La obra se apoya por completo en el trabajo actoral, sin distracciones. Y eso le da un tono cotidiano casi familiar.

Un espacio cargado de símbolos, sin subrayado

La escenografía de Alessio Meloni recrea con detalle y sencillez la casa de Helen, con sus objetos acumulados, figuras, luz cálida y un cierto aire de encierro voluntario. No se trata de un espacio naturalista, pero sí sugerente. La iluminación, a cargo de Juan Gómez-Cornejo, guía al espectador con delicadeza. El ambiente acompaña la palabra y el gesto, sin imponer ni distraer. Todo está al servicio de lo que se dice y, sobre todo, de lo que no se dice.

Camino a la Meca
Foto de Pentación Espectáculos

Conclusión

Aunque la obra fluye con solidez y el guion logra construir la tensión desde cero, se echa en falta un final más rotundo. No hay una verdadera resolución para muchos de los enigmas planteados: las esculturas quedan en un segundo plano, no llegamos a entender o ver qué representa para Helen ese impulso creativo. Tampoco se profundiza en la enfermedad, la vejez o el futuro de esta mujer. Y el personaje de Elsa, lejos de aclararse, se va tornando más confuso, como si fuera una segunda voz de la propia Helen. La función termina con cierta belleza, pero también con un vacío. Es como si a esa luz que tanto se nombra le faltará encenderse. Aun así, Camino a la Meca es una obra serena y valiente, y Lola Herrera ofrece un testimonio escénico que vale la pena disfrutar.

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camino-a-la-meca-obra-teatro-criticaAunque la obra fluye con solidez y el guion logra construir la tensión desde cero, se echa en falta un final más rotundo. No hay una verdadera resolución para muchos de los enigmas planteados: las esculturas quedan en un segundo plano, no llegamos a entender o ver qué representa para Helen ese impulso creativo. Tampoco se profundiza en la enfermedad, la vejez o el futuro de esta mujer. Y el personaje de Elsa, lejos de aclararse, se va tornando más confuso, como si fuera una segunda voz de la propia Helen. La función termina con cierta belleza, pero también con un vacío. Es como si a esa luz que tanto se nombra le faltará encenderse. Aun así, Camino a la Meca es una obra serena y valiente, y Lola Herrera ofrece un testimonio escénico que vale la pena disfrutar.

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