El célebre Henrik Ibsen, considerado uno de los grandes dramaturgos escandinavos, escribió en su Casa de muñecas: “Una mujer no puede ser tratada como un objeto a merced del hombre”. Sin saberlo, el noruego firmó una de las primeras obras consideradas feministas de finales del siglo XIX, al retratar de manera crítica las convenciones del matrimonio de la época.
146 años después, el famoso portazo (o no portazo, dependiendo de la versión) sigue estando de actualidad y han erigido a Ibsen, junto con Hedda Gabler, como uno de los dramaturgos contemporáneos más importantes, funcionando ambas como contraparte. Tal es su atemporalidad, que se trata de una obra que ha sido llevada a la actualidad en múltiples ocasiones. Este 22 de junio de 2025, se despide la versión de Eduardo Galán en el teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, con María León convertida en la emblemática Nora. Justamente, 8 años antes, en el mismo escenario, José Gómez-Friha planteó una versión muy bien reconocida, con Mamen Camacho convertida en la icónica heroína y Oriol Tarrasón en el egocéntrico marido.
Crítica de 'Casa de muñecas'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Casa de muñecas
Título original: Casa de muñecas
Reparto:
María León: Nora Helmer
Santi Marín: Osvaldo Helmer
Patxi Freytez: Oscar
Pepa Gracia: Cristina Linde
Alejandro Bruni: Doctor Rank
Año: 2025
Duración: 90 min.
País: España
Autor: Henrik Ibsen
Adaptador: Eduardo Galán
Director: Lautaro Perotti
Diseño de escenografía y vestuario: Lua Quiroga
Diseño de iluminación: Luis García
Música original y espacio sonoro: Manu Solís
Ayudante de dirección: Juan Diego Vela
Diseño gráfico: Hawork Studio (Alberto Valle, Raquel Lobo y Sara Ruiz)
Fotografía de estudio: Juan Carlos Arévalo
Peluquería y maquillaje: Roberto Palacios
Tráiler de 'Casa de muñecas'
Sinopsis
La obra está ambientada en una sociedad burguesa y sigue la historia de Nora Helmer, una esposa y madre que aparentemente lleva una vida feliz y tranquila con su marido, Torvald Helmer. Sin embargo, a medida que avanza la trama, se revela que Nora ha mantenido un secreto: años atrás, falsificó la firma de su padre para obtener un préstamo que salvó la vida de su marido. Este acto, aunque bienintencionado, la pone en una situación vulnerable, ya que en la sociedad de la época, las mujeres no tenían derechos legales independientes.
El conflicto central de la obra surge cuando Torvald descubre el secreto de Nora y, en lugar de apoyarla, la condena. Este evento es un catalizador para Nora, quien empieza a cuestionar su papel en la familia y en la sociedad. La obra culmina con un momento revolucionario para el teatro de la época: Nora decide abandonar a su marido e hijos para encontrar su propia identidad y libertad, una decisión que desafía las normas sociales de la época.
El reto de actualizar un clásico contemporáneo
En esta ocasión, Eduardo Galán opta por llevar la trama al Oslo de 2024, lo que obliga a replantear ciertas situaciones, especialmente en lo referente al retrato de la mujer. Noruega es uno de los países europeos con mejores datos de igualdad. No obstante, en un estudio de 2008 de ONU Mujeres, señaló que el 26,8% de la población femenina había vivido algún episodio de violencia machista con su pareja en algún momento de su vida.
De ahí, que sea interesante ver cómo sería Nora en este milenio. La manera en la que Galán lo ha adaptado es más que notable. La protagonista es una mujer que trabaja, pero que debe hacerlo a media jornada para poder dedicarse a sus hijos y lo hace también mientras se saca un título universitario a distancia. De esa forma, su marido sigue siendo el principal sostén económico.
Las desigualdades están marcadas, pero son mucho más sutiles, propias de la actualidad. Eso obliga a mirar más allá, entrando de nuevo en las costuras del matrimonio. Es aquí donde se ve que los silencios, los ocultamientos, las mentiras y la falta de comunicación son también cosa del siglo XXI.
María León lleva a Nora a su terreno
Se agradece que Eduardo Galán haya convertido a Nora en una mujer con mayores grises, dado que el motivo que desata su angustia le hace menos inconsciente de lo que era la Nora original de Ibsen. Esa contradicción la defiende muy bien María León, que ofrece una interpretación muy notable, con una heroína que tarda en darse cuenta de los errores que ha cometido y de cómo éstos han propiciado que se vea en una relación sentimental sin sentido en la que, realmente, los dos son un par de extraños.
El famoso portazo cobra también otro sentido. Mientras que la Nora original se veía atrapada en un matrimonio del que no podía divorciarse (dado que el divorcio no estuvo permitido hasta 1909), la de esta versión opta por una ruptura que está más enfocada en lo simbólico, en lo mental, en darse cuenta de que toca poner fin a una dependencia emocional dañina.
En ese sentido, se está una versión contemporánea notable, que sabe llevar a la actualidad el planteamiento de Ibsen y cómo la catarsis de su protagonista tiene una serie de matices igual de esenciales para una mujer del presente.
Una escenografía magnífica
Mención también para una escenografía polivalente y que sabe crear narrativa, obra de Lua Quiroga, quien se encarga también del vestuario. La dirección de Lautaro Perotti es fabulosa, logrando esa sensación de producción coral (aunque la trama esencial sea la de Nora).
En esa línea, destacan tanto Santi Marín como Osvaldo, el ensimismado marido que tarda demasiado en darse cuenta de su error como pareja; así como el tándem formado por Pepa Gracia y Patxi Freytez o cómo Alejandro Bruni plasma el amor no correspondido entre el doctor Rank y Nora.
Conclusión de 'Casa de muñecas'
La versión de Eduardo Galán de Casa de muñecas, el clásico de Ibsen es una nueva demostración de la atemporalidad de un título universal, cuyo mensaje continúa repercutiendo en la sociedad actual. María León logra hacer suya a Nora con una interpretación en la que se la vulnerabilidad y la fortaleza interior de una mujer. El portazo está más vivo que nunca.
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