Los Chicos de la banda es una producción de Ryan Murphy para Netflix que adapta la obra teatral del mismo nombre. Dicha obra data de 1968, cuando se estreno en el Off-Broadway, si bien el reparto entero de esta película es el mismo que el de la nueva versión estrenada en 2018. Se trata de un texto donde todos los personajes son homosexuales (al igual que los actores), siendo una piedra de toque en la cultura LGTBI. Dentro del elenco destacan Jim Parsons (The big bang theory, Hollywood), Zachary Quinto (Margin Call, Star Trek) y Matt Bomer (Dos buenos tipos, Magic mike). Las tareas de dirección recaen en Joe Mantello (Con plumas y a lo loco). Se estrena en Netflix el 30 de Septiembre.
Crítica de 'Los Chicos de la banda'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Los chicos de la banda
Título original: The Boys in the Band
Reparto:
Jim Parsons (Michael)
Zachary Quinto (Harold)
Matt Bomer (Donald)
Andrew Rannells (Larry)
Charlie Carver (Cowboy)
Robin de Jesus (Emory)
Brian Hutchison (Alan)
Michael Benjamin Washington (Bernard)
Tuc Watkins (Hank)
Año: 2020
Duración: 122 min.
País: Estados Unidos
Director: Joe Mantello
Guion: Mart Crowley, Ned Martel (Obra: Mart Crowley)
Fotografía: Bill Pope
Música:
Género: Drama
Distribuidor: Netflix
Trailer
Sinopsis
Un grupo de homosexuales se reúne en un apartamento de Nueva York para celebrar el cumpleaños de un amigo. Cuando transcurren las horas, después de beber y de subir el volumen de la música, la velada comienza a exponer las fisuras que existen entre su amistad y el dolor auto-infligido que amenaza con hacer trizas su concepto de la solidaridad. (Netflix)
Donde se puede ver la película
Esta noche hay fiesta
Los chicos de la banda no es un texto cualquiera. Su autor Mart Crowley la estrenó en el circuito Off-Broadway en 1968, con la importante novedad de que todos los personajes eran homosexuales. No solo eso, sino que además no eran representados como figuras con final inevitablemente trágico, como solía ser habitual. Había drama, claro, pero hecho con normalidad. En 1970 William Friedkin, que a la postre dirigiría French Connection (1971) y El exorcista (1973), hizo una primera versión cinematográfica (hoy de culto, y que se puede ver en Filmin) que resultó igualmente valiente para el celuloide.
El planteamiento, a priori, no difiere mucho de algunas películas que se construyen alrededor de una reunión de amigos. Particularmente de las que acaban de forma movida y poniendo a prueba los lazos amistosos (que vienen a ser casi todas). Algunos ejemplos dispares los tenemos en Los amigos de Peter (1991), La invitación (2015) o Perfectos desconocidos (en sus múltiples versiones). En concreto, el motivo de la reunión es el cumpleaños de Harold (Zachary Quinto), uno de los componentes de un grupo de amigos gays residentes en Nueva York en 1968.
Sin embargo, quien pone la casa y lleva la iniciativa organizadora es Michael (Jim Parsons), que a la larga, aun siendo una obra coral, se acabará erigiendo en protagonista. La fiesta más que una celebración será un inesperado ejercicio de introspección a través de un mosaico de situaciones altamente emocionales. Poco antes de que lleguen el resto de los invitados se presenta con adelanto Donald (Matt Bomer), uno de los viejos amigos de Michael. Además, un antiguo compañero universitario de Michael, Alan (Brian Hutchison) llama inesperadamente suplicando quedar con él esa noche.
Estos son Los chicos de la banda
El tal Alan es hetero y desconoce que tanto Michael como sus amigos son homosexuales. Aun así Michael le dice que se pase brevemente por la fiesta y se tome una copa rápida. Y aquí empieza el primer dilema de Los chicos de la banda. En principio Michael no quiere que Alan se entere de que es homosexual, así que pedirá a sus amigos que se comporten de manera que no pueda sospechar nada. El tema de la ocultación y el miedo a mostrar la verdadera identidad íntima a ciertas personas surge gracias al personaje de Alan.
¿Pero quiénes son Los chicos de la banda? De momento, conocemos a Donald. Los siguientes en llegar son Larry (Andrew Rannells), Hank (Tuc Watkins) y Emory (Robin de Jesus). Los dos primeros viven juntos, y Emory pasa por ser el más atrevido y descarado del grupo. Al poco llega Bernard (Michael Benjamin Washinton), el único miembro de color del grupo. Mientras tanto van surgiendo bromas, juegos de palabras y pullas. La obra es bastante mordaz y desde el inicio se nota un ambiente algo incómodo. La incomodidad aumenta cuando llega Alan, el amigo hetero de Michael. Y aquí surgen las primeras disensiones entre los invitados.
Michael prefiere, puesto que Alan apenas se quedará un instante, que le oculten su condición homosexual ya que "no lo entendería". Emory se muestra más desafiante y va dando a entender sutil, o no tan sutilmente, lo contrario. He aquí la primera confrontación directa de la noche, hecha con disimulo y a base de pequeños gestos y diálogos. Por si fuera poco llega el homenajeado en el cumpleaños, Harold.
Cena y desafíos
Una vez que Los chicos de la banda están todos, comienzan a mostrarse algunos de los temas que la película pretende exponer. Más allá de mostrarse como uno mismo ante otros, surgen tensiones relativas a los celos y a las relaciones abiertas (entre Hank y Larry), al envejecimiento y la obsesión por la belleza (entre Michael y Harold) o incluso respecto a la religión. Todo ello amenizado con un rica lasaña aderezada con marihuana.
Harold, por cierto, es el más vitriólico, deslenguado y viperino de todos. Y parece que viene con ganas de repartir. Sin embargo falta un personaje. No forma parte del grupo, pero aportará cierto humor a la trama. Se trata de un "regalo" para Harold, un chico de compañía contratado para él y que está acreditado con el nombre de Cowboy (Charlie Carver). Es un muchacho ingenuo, de no muchas luces, que será objeto de alguna burla.
Michael se va hartando del ambiente que coge la fiesta, y algo turbio parece despertarse en él, sobre todo a medida que va bebiendo más. Entonces idea un juego que hará que todas las tensiones y miedos personales de cada uno de ellos queden al descubierto. No se trata de un juego de naipes, pero muchas cartas quedarán boca arriba. Y ahora, como decía Bette Davis en Eva al desnudo, abróchense los cinturones, porque esta noche amenaza tormenta.
La perspectiva del tiempo
Los chicos de la banda fue escrita en 1968 y la película sigue fielmente el texto aunque haya sido filmada unos cincuenta años después. Esto debe hacernos tener en cuenta dos puntos. Por un lado, el hecho de que hay que contextualizar algunos elementos como comportamientos, lenguaje o situaciones sociales. El segundo es un poco melancólico y viene a enseñarnos que medio siglo después algunos dolorosos problemas siguen estando vigentes para la comunidad homosexual.
En general los temas tratados hablan de la propia aceptación, de la dificultad de "salir del armario" plenamente, de los desprecios recibidos y de lo amores que han tenido que dejar atrás por rancias circunstancias sociales. Los chicos de la banda no es una película abiertamente reivindicativa o contestataria, es más un estudio introspectivo sobre el dolor, la soledad y la amistad. Todo contextualizado desde el punto de vista de la homosexualidad, pero sin lazar soflamas o ser muy desafiante. Quizá el elemento más incómodo es la aparente homofobia de Alan, que en realidad puede que sea sobre todo un mecanismo de defensa.
También se podría aducir al respecto que no está representado todo el abanico de identidades del movimiento LGTBI, al centrarse solamente en la homosexualidad masculina. Sin embargo remito de nuevo al dato de que el texto fue escrito en 1968 y en ese momento fue una obra realmente valiente. No hay, por lo tanto, una perspectiva política en Los chicos de la banda, por así decirlo, sino una tratamiento íntimo del dolor y también de la amistad. De lo crueles que podemos ser.
Una división de roles
Los puntos fuertes de Los chicos de la banda son dos. El guion y las actuaciones. Los diálogos son brillantes, ingeniosos y perspicaces. Abundan los juegos de palabras, los dobles sentidos y los dardos envenenados. La historia por otro lado progresa de forma interesante. De la ligereza de la primer mitad a la intensidad emocional de la segunda. Los chicos de la banda acepta su condición dramatúrgica y se plasma en forma de teatro filmado. Joe Mantello recoge las reacciones del elenco en el escenario, un ático de Nueva York, pero sin florituras.
El reparto rinde a un alto nivel. Destacan principalmente Jim Parsons y Zachary Quinto, que desde el punto de vista dialéctico son los más interesantes. Parsons evoluciona desde un irónico anfitrión a un tiranuelo amargado que pone a sus amigos al límite. Y lo hace estupendamente, en lo que puede ser un primer movimiento al cese su perpetua identificación con Sheldon Cooper (sobre todo si lo escuchas en versión original).
El personaje de Quinto nos causa escasa empatía. Es impertinente, maledicente, e incluso cruel. Advertimos ciertos complejos tras de él, pero no los saca a relucir. En cualquier caso la actuación es impecable, contenida pero agresiva, elegante pero llamativa. Su particular duelo con Jim Parsons es sin duda de gran interés. No obstante, todos los personajes acaban teniendo un momento trascedente, causando cierta sensación de equilibrio.
Las dos versiones
En realidad, tanto la primera versión de Friedkin como la presente comparten bastantes cosas. El texto obviamente es el mismo salvo alguna modificación. Las dos películas son como obras de teatro filmadas, sin más aditivos que acompañar a los personajes por el escenario. Desde ese punto de vista y durando dos horas, es posible que Los chicos de la banda pueda hacerse un poco larga. No obstante, hay suficiente material en diálogos y actuaciones como para mantenerse atentos.
Esta nueva versión es menos histriónica, algo que se le achacaba a la de Friendkin, donde los personajes de Emory y Harold eran amanerados de forma más intensa y vehemente. Por el contrario Joe Mantello opta más por la contención. De todos modos, la versión de Friedkin se las apaña para ser más oscura, alcanzando un clima de tensión mayor. De hecho, el personaje de Michael tiene una dureza más pronunciada.
Tampoco se le puede achacar a esta nueva versión de Los chicos de la banda que se parezca a su predecesora, teniendo en cuenta que se basan en la misma obra de teatro. Del mismo modo que hay múltiples versiones de Hamlet, y todas tienen un importante nexo en común. La película de Mantiello es elegante, inteligente, y se desenvuelve bien con el aspecto teatral.
Conclusiones de 'Los chicos de la banda'
Los chicos de la banda es un sofisticado e inteligente drama de temática homosexual que se vale de un excelente guion de origen teatral y de unos actores en muy buena forma. Es más una película sobre la introspección, el dolor y la aceptación de uno mismo, que un manifiesto reivindicativo. Tampoco escamotea temas universales como la soledad o la amistad. La tensión emocional acaba siendo notable, aunque por razones de dramaturgia acaba habiendo una puesta en escena un tanto estática. Una buena película, por lo tanto, donde destacan Jim Parsons y Zachary Quinto.
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